Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
San Salvador, 8 de
noviembre de 2013.
“Los pueblos
democráticos que han introducido la libertad en la esfera política, al mismo
tiempo que han incrementado el despotismo en la esfera administrativa, han sido
conducidos a singularidades muy extrañas. Cuando hace falta manejar los
pequeños negocios, donde el simple sentido puede bastar, estimen a los
ciudadanos incapaces; y si se trata del
gobierno de todo el Estado, confían a esos ciudadanos todas las prerrogativas.
Cita tomada de “Tendencias a la Participación de la Igualdad” (Revista Verbo,
131-132 1975).
Las restricciones
impuestas por el Tribunal Supremo Electoral, sólo pueden ser relativas a lo
pautado por las agencias publicitarias con los partidos políticos, ya se trate
de los incidentes de su opositor o de solicitar el voto para su candidato; no
pueden, por lo tanto restringirse las declaraciones públicas de particulares,
sobre acciones pasadas del candidato Salvador Sánchez Cerén pues, en cuanto a
él, hay dos cuestiones relevantes: la primera es la veracidad de los hechos que
se le imputan públicamente y, la
segunda, es el efecto del recuerdo actual que dicho acto, produce en la moral
pública.
Cuando una víctima del
terrorismo, da público testimonio de su caso, se convierte, por dicho acto, en
“la voz de los sin voz” que callan por temor o por resignación; de tal manera
que, lo que está en el tapete de la discusión es la moralidad pública: si bien
el derecho nacional ha amnistiado a quienes cometieron actos de terrorismo con
el propósito de que la paz y la reconciliación nacional fuesen posibles, el
aspecto moral de dichos actos, no se ha extinguido y afecta a toda la sociedad
salvadoreña; es, en este aspecto, que tenemos la colisión de los derechos
políticos de quienes ofendieron la moral nacional y que hoy, pretenden se borre
y olvide su conducta pasada, frente al futuro nacional y que se acepte como
moral su deseo de representar al país y gobernarlo.
La candidatura de
Sánchez Cerén, es un recordatorio perenne del conflicto armado que triste y muy
doloroso vivió el país y es dañino para nuestra democracia que todos dicen
defender, que amplios sectores de opinión, hayan aceptado ampliamente, que no es tiempo para afrontar verdades, sino
para ocultarlas.
Muy pertinente es que
formulemos esta pregunta: ¿Cuáles méritos confieren a una persona la dignidad
de ser primero, candidato a la Presidencia de la República y después,
Presidente de la misma? La Constitución es, al respecto, muy parca y la
sociedad espera como virtud, algo más que una “simple instrucción notoria”.
Para tan alto cargo, requiere que haya probado vivir de conformidad con la
moralidad cristiana, es mínima garantía de su rectitud de los actos de su
gobierno.
Los señores
guerrilleros, sólo tienen en su currículo de vida, los crímenes cometidos
durante su militancia guerrillera y, ponérselos de manifiesto, al presente, lo
califican de “sucio” porque sienten que tales recuerdos, no abonan su
pretensión. Dice el refrán “por su boca
muere el pez”: sabemos de sus crímenes, de su impiedad, de sus odios, de sus
rencillas, de su ignorancia y de sus propósitos de destruir nuestras
instituciones, por sus propios libros. ¿Son estos libros también pura suciedad?
Se advierte en el calificativo de “sucio” un conflicto anímico: ¿Fueron sus
actos guerrilleros, punibles o no? Si hoy los califican de “sucios”, están
admitiendo que sí fueron punibles y entonces ¿cómo pretenden que su oponente no
los acuse y que las víctimas del terrorismo no se quejen y lo publiquen?
Los antiguos
guerrilleros del FMLN, no temen a la justicia porque les ampara la ley de
amnistía pero sí, pero temen al recuerdo de su victimas y son conscientes de
que tienen su talón de Aquiles y, y este es la inmoralidad de sus crímenes
durante el conflicto armado que azoto tan dolorosamente a nuestra patria. La
oposición, con fino y certero conocimiento hiere al FMLN, en su vulnerable
talón: el pasado guerrillero ¿y en razón de qué moral o justicia puede
pedírsele que no hierra con el recuerdo de hechos inmisericordes.
Por más que quiera el
Tribunal Supremo Electoral, callar estas verdades con amenazas de sanciones o,
se empleen medios electrónicos para evitar que la voz pública, sea difundida
libremente y, que las nuevas generaciones conozcan a las víctimas de los
asesinatos del FMLN, es imposible callar la verdad y la inmoralidad de quienes,
hoy sin meritos, pretenden gobernar al país.