Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
San Salvador, 8 de
septiembre de 2012.
Las maniobras legales
del Presidente del Ecuador, Salvador Correa, el cierre de medios de
comunicación, por órdenes de Hugo Chávez, en Venezuela; los asesinatos de
periodistas por los sicarios del narcotráfico, en México, Honduras y Colombia; el
intento de manipulación de los diferentes medios de comunicación, por parte del
Presidente Funes y, mucho más, la guerra desatada en las redes sociales, como
bloqueo de cuentas o usurpación de identidades; no pueden detener lo que, en el ser humano, es perfectamente natural:
la de expresarse libremente, sin mas ataduras que las que impone la moral y la
propia conciencia.
Y es en razón de
sucesos tales, que es muy pertinente, hoy, en septiembre, nuestro mes cívico,
cuando rememoramos y rendimos culto a nuestra libertad política, reflexionemos
sobre los conceptos de libertad en general y, de libertad de comunicación, en
particular.
La libertad en su
esencia, no es una declaración de principios. La libertad no se declara, ni es
gracia concedida por el Estado, nace con el espíritu del ser humano. Existe en
la conciencia de cada individuo y, se manifiesta hasta convertirse en el ente
cohesionador del tejido social: su naturaleza esta tan unida al alma humana,
que aún cuando el amo manumitía a su esclavo, la libertad que le daba, era sólo
sobre su cuerpo, por que su alma había siempre permanecido libre.
La libertad no debe únicamente considerarse, como un Derecho, pues
si de tal naturaleza lo considerásemos, la libertad no sería perfecta. Así, todo
Derecho desconocido y que, por serlo, lesiona a la persona de él poseedora, y que debe ser exigido por medio del ejercicio
del Derecho de acción, es imperfecto: habría quedado al arbitrio del más
fuerte, del que posee la capacidad de desconocer el Derecho del otro y, después,
al elevar el reclamo al mundo jurídico, la validez del Derecho, queda a la
interpretación que hace el criterio del juzgador y, por último, queda a
criterio de la autoridad del Estado, que haga valer o no, el Derecho
desconocido, por vía de la coercibilidad. Por estas consideraciones, concluimos
que el Derecho a comunicarse, transmitiendo los pensamientos sin coacción, es
la aplicación y ejercicio de la libertad. Se es libre para comunicar las ideas,
exista o no, un Derecho que lo permita; y, de tal naturaleza es, que no debe
supeditarse a la conveniencia del mas fuerte, sea por la fuerza misma, o, por
que esta fuerza, esté disimulada por un ordenamiento jurídico contrario a la
naturaleza humana.
Expuestas estas razones
concluimos que, la libertad, es un bien vital, de cotidiana necesidad, y que
sólo cuando nos falta en alguna de sus manifestaciones, nos apercibimos de su
existencia y su absoluta necesidad. La libertad conjunto de Derechos, es forma
de vida, y por eso cuando en un ordenamiento jurídico, se proclama la libertad,
sólo es por resaltar la importancia, y no, para su limitación.
Cuando vemos que
existen limitaciones de índole legal a la libertad de expresión, o cuando por vía
de la fuerza, ésta se coarta, para poder entender a cabalidad, la magnitud de
estas acciones, podemos recurrir al concepto de “delito natural”, que nos da
Rafael Garófalo, que analiza el tipo penal
y la razón del origen del mismo, desde un punto de vista psicológico y
antropológico, diciendo que delito es: "la
lesión de aquella parte de los sentimientos altruistas fundamentales de piedad
o probidad, en la medida media en que son poseídos por una comunidad, y que es
indispensable para la adaptación del individuo a la sociedad", por lo
que, para este jurista, el delincuente es una variedad involucionada de la
especie humana. La sociedad, tanto en su evolución colectiva como individual, desarrolla sentimientos altruistas o
superiores fundamentales, que son la medida de la adaptación del hombre al
medio colectivo. La libertad, en general y, el ejercicio de la comunicación,
son parte esencial de los sentimientos altruistas del ser humano, los cuales no
pueden agredirse, sin que se agreda también al elemento humano que nos
caracteriza, como seres superiores en la escala animal, hasta el grado de considerarse
separados de ellos, a lo que en su momento llegó a llamarse “el reino Hominal”.
Sin embargo, la
tendencia del más fuerte a ejercer su poder, para que no se escuche más voz que
la suya, ha sido constante. La tendencia hacia el autoritarismo, también es
natural, pero una tendencia oscura y perversa del hombre para con el hombre, la
cual no prosperaría sin la contribución de otros hombres que no valoran su
libertad, ya sea por que les es más cómodo estar sujeto a la voluntad de otro,
o por pingües beneficios.
Durante el ejercicio de
la libertad, ésta genera su propia defensa, siendo la defensa, tanto más
fuerte, cuanto mayor sea la libertad. Para el hombre, la libertad no es un
objetivo concreto o meta en sí misma:
persigue el hombre la seguridad, la estabilidad en su medio de vida, poder
vivir con confianza entre sus semejantes, persiguiendo sus objetivos
personales, alcanza el bien común y defiende en consecuencia, la libertad, por
medio de la defensa de sus intereses particulares. En conclusión: la libertad
se defiende sola.
La libertad y el
ejercicio libre de la comunicación, no dependen de un artículo constitucional o,
de una ley, que dé acceso a la información, sino de muchos factores combinados que juntos,
permiten que el hombre pueda vivir cómodamente en sociedad. Esto se logra, por
la presión que ejercen los individuos en la política, en los intereses
económicos, en los medios de comunicación, en las redes sociales y en toda la
información que sea de relevancia colectiva.
Pero si todos estos
factores son manipulados, para obligar a que el individuo tenga una percepción
específica de la realidad social y, no la que le dicte su conciencia, existe una limitante al
ejercicio de la libertad y la comunicación, pues ninguna inducción masiva,
hacia una idea específica, previamente concebida, deja de conllevar en sí, la
manipulación social. Muchas veces esto sucede cuando una entidad pública,
induce a creer que, realiza tales o
cuales actos a favor de la población o, hace énfasis en determinados actos,
para que el conglomerado social no fije su atención en otro, que muy probablemente
es de mayor relevancia para la vida nacional, o para encubrir los verdaderos
efectos de los Actos de Gobierno. Pío
XII escribió que, la presión de los grupos, contra el bien común, en beneficio
del propio, es “el aspecto más grave de la crisis de civismo” que el mundo de
hoy atraviesa.
De la manipulación, muy
fácilmente se pasa a la presión o acción directa, para contener la comunicación
social que pueda ser adversa a tales intereses. Las argucias legales, de exigir
millonarias compensaciones por “daños morales” a la imagen de un funcionario
público, son un medio extremo de manipulación, el cual sólo es comparable, con
la manipulación de la contratación en publicidad, la cual, puede potenciar o,
excluir del mercado, a una determinada entidad, siendo una modalidad de la
misma, cuando los propietarios del medio de comunicación, poseen intereses
directos en la política, utilizando sus medios para un beneficio propio, lo
cual desvirtúa la función social de los mismos.
La regulación es
necesaria, pero llevada a su mínima expresión, pues débese evitar que la libre expresión se vuelva
caótica o degradante para el género humano. Lo esencial de la comunicación, es
facilitar el encuentro de las distintas ideas, alentar la expresión auténtica
del pensamiento, pues el debate, en cualquiera de sus formas, estilos y,
objetivos, estimula la inteligencia y depura el objeto a debatir, hasta lograr,
un consenso o, por lo menos, una visión unificada del asunto debatido, dentro
de la conciencia social.
Por todo lo aquí
expuesto, se puede concluir que, no puede haber comunicación sin libertad, pero
sí, puede haber libertad sin comunicación. El ejercicio de la libertad y de la
comunicación, como desahogo de las frustraciones personales, conduce únicamente
al caos; porque no se contribuye positivamente a la sociedad, sino que sólo se
libera la frustración y ésta, siempre será negativa socialmente, por el daño
que causa y, por la inacción política a lo que conduce.
El ejercicio de la
libertad y la comunicación, como protección del espíritu humano, mal entendido,
puede convertir la polémica, en caos y, las líneas de debate, en
intransigencia. El sistema democrático, es el mecanismo natural en el hombre,
para encontrar el equilibrio de libertad y sujeción al Derecho, que permite el
natural desenvolvimiento de la sociedad, sin que ésta, tenga que ser dirigida
por un criterio dictado, según sea la visión del Estado, de lo que es más
conveniente a la sociedad.
Si nosotros pensamos,
que el Estado es el único rector, porque el ser humano es incapaz de convivir
sin ejercer la fuerza dentro de sus normales relaciones sociales, dejaríamos de
ser libres y perderíamos la soberanía, y nos convertiríamos en vasallos del
Estado y de las entidades políticas que controlan a éste.
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