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martes, 2 de junio de 2015

LO QUE EL GOBIERNO NO PUEDE O NO QUIERE EXPLICAR.


Por     
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCIÓN  http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 2 de junio  de 2015.

El Gobierno central no ha querido o no ha podido, explicar cuál es la razón,  de que se recrudezca la violencia en nuestro país, siendo ésta, causa inequívoca, de la descomposición social, del deterioro de la economía y de la administración  pública; que la criminalidad sea factor que se arguye para justificar la solicitud de la cooperación extranjera, sin que se tenga manifiestamente, verdadera intención de frenar esta última, primero porque es un factor que justifica el apoyo al Gobierno y, segundo, porque – según se argumenta, de forma errónea- es la violencia, resultado forzoso de la iniquidad social y que sólo un cambio estructural de la economía, puede prevenirla.

Salvador Sánchez Cerén, justificó la mala calificación que su gestión ha recibido en materia de Seguridad Ciudadana,  diciendo el 30/mayo/2015: "ningún gobierno ha salido bien (evaluado) en tema de seguridad porque el país es inseguro desde hace muchas décadas". Justificación ésta, realmente muy baladí y despreciativa del significado de 622 asesinatos perpetrados en mayo del presente año.

Las maras adquirieron conciencia de su poder político durante el Gobierno de Mauricio Funes que se valió de ellas, para la obtención del caudal de votos necesarios para favorecer el éxito de su campaña; fueron, de este modo, las maras muy bien manipuladas, pero después, fueron señaladas como una amenaza a la estabilidad nacional por el mismo Gobierno que habiéndolas unificado, las contrató y les ofreció beneficios a cambio de serle adictas.

Pertenecer a la mara se ha vuelto hoy, una “carrera  profesional”, consiste la tal, en mantener bajo una bandera (MS 13, Locos Revolucionarios, Sureños, Mao Mao etc.) un control territorial como fuente de ingreso y el cual puede esquilmarse por ser ya de su propiedad, que defenderán de la forma más fiera posible, aún con la muerte de los posibles rivales de su misma mara o de las maras rivales (Benito Lara, Ministro de Seguridad) estima que esta lucha se manifiesta con el 60% de los asesinatos). Siendo además, asesinadas todas las personas que se nieguen a obedecer a su autoridad, lo cual representa poco más del 38% de los asesinatos.

Síntoma relevante de la inoperancia de las distintas fuerzas del Estado al combatirlas, es el desplazamiento de doscientos ochenta y tres mil ciudadanos que, por temor a ser asesinados por las maras, abandonan su habitación, en busca de seguridad, aunque sea dentro del mismo territorio.

Las maras realmente actúan bajo la visión que tienen del territorio nacional: su patrimonio personal es la tierra con todos sus habitantes y de la una y de los otros obtiene cuanto necesita para vivir, por lo que ejercen su poder como dueños legítimos de la tierra y sus habitantes, a quienes considera sus esclavos. Esta visión rompe los principios constitucionales básicos de nuestro Estado republicano y de libertad, y sobre todo que este, por medio de su Gobierno,  no puede evitarlo.

Mientras el Gobierno central niega tener conocimiento de las reglas nuevas impuestas por la mara, contesta a quienes le solicitan ayuda y protección: “mejor no se meta, venda y váyase a otro lugar”. En muchas ocasiones y en el mejor de los casos, los mismos camiones de la Fuerza Armada, son los que colaboran con el desalojo a que se ver obligados los propietarios del lugar, lo cual es considerado, por el Ministerio de Defensa y el Estado Mayor, como “ayuda a la comunidad”, cuando su acción es un sometimiento total a la mara y colaboración a sus métodos. Y para el Ministro de Seguridad, Benito Lara, las amenazas de las maras son sólo  rumores sin fundamento.

Si el Gobierno anuncia la creación de tres batallones para combatir la delincuencia, las maras anuncian que ellas tienen uno: esto no es lucha por el control poblacional ni por el restablecimiento de la soberanía nacional,  es solamente propaganda, a grado tal, que se llega a dudar de la autenticidad de los comunicados anónimos y de la veracidad de la propaganda gubernamental.


De cuanto se observa, se ve con claridad que la mara extiende cada vez más su control poblacional aumentando también el número de sus miembros, lo cual redunda en  un número mayor de personas que viven de las extorsiones y del tráfico de drogas. Y además, las maras están consolidando su identidad  al grado de que ya dictan reglas de vestir y de adorno personal así como de la música que puede ser escuchada. Es evidente también que sólo hay que esperar que, para controlar a la mara, no haya que sacrificar las garantías individuales y los bienes de las personas honradas, que viven y trabajan en el territorio salvadoreño.

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