Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN
ACCIÓN
http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 30 de
agosto de 2015.
No bajará el número
diario de asesinatos, mientras no se
logre un nuevo equilibrio en las cúpulas
de poder, de las diferentes pandillas y mientras éstas, no tengan una conformación territorial
acorde a sus fuerzas y que satisfaga sus necesidades, en un nuevo equilibro
roto, tras la muerte de varios líderes y la imposibilidad de expansión, dentro
del país, hacia nuevos territorios. En realidad, el crecimiento de las
pandillas sobrepasa lo que la sociedad y la actividad económica pueden
absorber.
Las pandillas se
encuentran afrontando tres conflictos: 1) entre sí, por el control de sus
estructuras; 2) con las otras pandillas, por el control territorial y; 3) con
el Estado, que pretende sofocar los
efectos de los dos conflictos anteriores, pues éstos los dirimen de manera
única: dando muerte al contrario.
Tres conflictos que han
existido siempre entre las pandillas, aunque en más baja intensidad, pues aún había recursos que explotar: personas que aún, no
pagaban renta. Sin embargo por lo pequeño del territorio y la rápida expansión
de las pandillas (proporciona una opción
para suplir las necesidades de vida) ha saturado el territorio nacional; su
desborde, hacia otros países, es inferior a la tasa de su crecimiento.
Según encuesta del
Consejo Nacional de la Pequeña Empresa (CONAPES), eran extorsionadas el 72% de
las empresas, esto durante el primer trimestre del año 2013. Porcentaje que va
en aumento, por lo que es de suponer que a estas fechas, tal cifra ha aumentado
considerablemente, pues muchas empresas han cerrado careciendo de incentivo
para invertir en nuevos negocios. La actividad económica privada, se encuentra
deprimida: además de los impuestos que debe pagar (que quieren aumentar para
cubrir los gastos sociales del Gobierno y la inseguridad), tiene que cubrir dos
gastos más: el de la seguridad privada (que suma $ 500 millones anuales) y el de las extorsiones
(no cuantificado, pero como dato referencial, podemos citar las extorsiones al
transporte público: $ 30 millones al año), lo que debe que sostener a un número
creciente de 60,000 pandilleros activos y de 440,000 personas, dependientes de
los pandilleros (su núcleo familiar).
Por todo lo anterior,
podemos asegurar que la lucha de las pandillas es por el control de los
recursos nacionales. Hay un descontento entre los pandilleros que se encuentran
en libertad, contra los que guardan prisión en los penales. Pues los privados
de libertad exigen su “cuota” de la extorsión, tanto como el que está afuera,
pero el país, ya no tiene más recursos que suministrarles, por el contrario, se
está dando una implosión social y económica, a no ser que se los facilite el
Estado, lo cual sería insostenible y legalizaría sus pretensiones. Las
pandillas llegarán a un equilibrio natural, entre los recursos explotados y el
número de pandilleros, lo que es la
consecuencia lógica de la depuración entre pandillas, si los pandilleros,
forzados por la presión gubernamental y la presión de las bandas rivales,
emigran hacia otros países, creando un
problema de seguridad regional, lo cual ya ha sido anticipado por Honduras.
Para poder
entender en toda su crudeza, el fenómeno
de las pandillas, es necesario ver a
estos, como seres humanos: con las
mismas necesidades básicas que las nuestras; alimentación, techo, reproducción
y lazos emocionales. Pero en el modo o
método de satisfacer tales necesidades está la diferencia: en vez de trabajar y
convivir dentro del sistema de conformidad a sus leyes, moral y
convencionalismos sociales, opta por apropiarse mediante el uso de la fuerza y
el asesinato de lo que necesita, como lo
hizo el hombre primitivo. Esta situación
ha sido el resultado del alejamiento del
individuo, de los valores familiares y
cívicos, en un lento proceso que se inició previo al pasado conflicto armado.
Sin embargo estamos ya en tal situación, que ya no tiene importancia
teorizar sobre el origen de las pandillas; es necesaria su contención: éstas
han generado una dinámica social propia, constituyéndose en un grupo aparte de
la sociedad, el cual, creando una sinergia, produce nuevos pandilleros a un
ritmo muy superior a la capacidad del Estado o la sociedad, de reabsorberlos: está
haciendo colapsar a la sociedad misma, pues es la única que puede
efectivamente, acabar con el problema de las pandillas: absorbiéndola y
volviéndola parte del sistema, con la práctica
de valores universales.
Mientras el Gobierno y
los allegados a las pandillas (Mijango y Lüers) sigan buscando con ellas
una solución negociadora, las
fortalecen, pues las obligaría a que finalizasen sus diferencias, lo cual sí, fortalecería a un grupo que ya de
por sí, está ejerciendo una fuerza superior a la del Estado mismo. En la
actualidad, la lucha entre las pandillas ahonda sus diferencias y les debilita.
Por lo cual tendremos que ver en las muertes, hasta una posible escalada, antes
de que la situación se estabilice. El Gobierno no tiene capacidad para evitarlas: el sistema de
justicia ha colapsado por saturación; es el diario alto número de muertos lo
que atrae a los medios, sin embargo, atrás de éstos, hay un número mucho mayor
de actos delictivos: extorsiones, amenazas, robos, violaciones etc.
Por cada 91 habitantes
hay un pandillero activo y, por cada 11 habitantes una persona vive a costa de
actos delictivos, aunque no sean realizados por ellos directamente, pero cuya
sicología es “aceptar como normal y correcto” los actos delictivos que le
proporciones satisfacción a sus necesidades diarias. Un Editorial de la UCA,
fechado el 26 del corriente mes, compara la violencia actual con la violencia
del conflicto armado, creando un paralelo de las mismas. Aquel conflicto fue
ideológico para nosotros y geopolítico para los que financiaron el conflicto,
sin embargo el conflicto actual es exclusivamente por recursos y sobre todo sin
injerencia extranjera.
Las reformas penales
propuestas y las consideraciones jurídicas sobre los actos de terrorismo que ha
planteado la Sala de lo Constitucional, crean la esperanza de una pronta pacificación; aunque ésta, no será el marco de la ley el
que la realice, sino la acción directa del Estado, en recuperación de su soberanía territorial: la ley es sólo la
expresión abstracta de dicha soberanía. La UCA plantea en su editorial, antes
mencionado, que ha habido exceso, en el
uso de la fuerza, por parte del Estado, pero el número de muertos en los
enfrentamientos, entre policías y pandilleros, dependerá de la resistencia que
éstos últimos, presenten en el terreno y no, de las fuerzas policiales o
militares desplegadas, pues lo que
representan es el poder soberano del Estado que está, no para protegerlos, sino
para asegurar el pleno ejercicio y cumplimiento del Derecho. Si el pandillero
estuviese sometido a la autoridad del Estado, éste le debería protección; de lo
contrario, no. Pero el propio Ministro de Defensa, al dar las cifras de los
pandilleros y de las personas que les apoyan, ha dicho veladamente, que será
imposible d someterlos, pues su número llega ya al medio millón de individuos.
Los acuerdos
interpartidarios, celebrados por Salvador Sánchez Cerén, van más encaminados
más a conseguir fondos para pagar deuda y sus programas sociales, que para un verdadero problema de seguridad.
El Estado aún tiene la capacidad de dominar a las pandillas, mediante el uso de
métodos que le darían plenos poderes (de
manera fáctica) al FMLN, pero que serían inaceptables, para la comunidad internacional;
es de prever entonces que se insista en un pacto con las pandillas, pero de una
forma más sutil que como se ha estado haciendo hasta ahora y mientras tanto la
matanza continuará.
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