Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN
ACCIÓN
http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 6 de
noviembre de 2016.
El Chavismo, durante
diecisiete años, ha consumido las riquezas de Venezuela y, alejándose del
sistema democrático, establecido un régimen
propio, con impunidad y adhesión por
sobrevivencia; en consecuencia, la cohesión de la oposición, ya no es sólo por
principios ideológicos; es por alcanzar lo esencial para el sostenimiento de la
vida que es de lo que éste régimen le ha privado.
La Iglesia Católica ha mediado, no por motivos ideológicos, sino para evitar
un posible derramamiento de sangre y, facilitar la recomposición o balance
político, que permitan la estabilidad relativa necesaria, para que funcionen
los mecanismos democráticos. Pero el Chavismo, lo usa como tregua para dilatar
el proceso revocatorio y asirse así, al poder. Lejos de lograr sus objetivos,
esta situación provocará la radicalización en la lucha venezolana pues, en la mente del hambriento opositor
venezolano, su subsistencia depende de la caída del régimen; para el chavista
de calle, sus precarias raciones alimenticias dependen del actual régimen y de
éste, depende la riqueza personal y libertad de sus dirigentes.
Esta situación no puede
ser controlada por la Iglesia Católica, ni por los líderes opositores, que se
verán obligados a seguir la lógica la numerosa población que desea subsistencia. Sólo la producción de
insumos básicos y, el restablecimiento de los canales normales de distribución
masiva, pueden detener una confrontación; y, considerando que la destrucción de
los centros de producción, por confiscación o ahogamiento económico de la
convertibilidad, debe de agregarse que más de la mitad de los locales de Mercal
y Pdval (estatales) tienen sus puertas cerradas (11,807 hasta agosto del 2016),
aún se puede leer en “aporrea” las
recriminaciones del Gobierno a sus mismos encargados de abastos, porque para aparentar eficiencia, maquillan
las cifras reportadas. De esta manera los mismos funcionarios ocultan su
corrupción y el mercado negro en derredor de la alimentación.
Por el caso venezolano,
vemos claro que la estabilidad social no
proviene del otorgamiento abstracto de derechos, ni de la ampliación de
derechos electorales, sino del bienestar económico, por el disfrute de los bienes y servicios que ofrece el mundo
moderno, en un amplio mosaico de posibilidades económicas, que pueda adquirir
el individuo,, acorde a su desarrollo personal. Sólo sobre la asegurada satisfacción
de sus necesidades básicas, pueden asentarse todas las demás libertades
abstractas y así, el sistema será suficientemente fuerte, para mantenerse por
sí solo, dentro de la democracia.
La intervención de
otros países suramericanos en los asuntos venezolanos, se ha debido a la expansión
geopolítica del chavismo, mediante el poder petrolero, y hoy busca un nuevo
equilibrio, que no dañe la economía y
estructuras políticas de los países intervenidos. Procurase también, en la
medida de lo posible, que la crisis social venezolana, no contamine a sus
vecinos, para no provocar una catástrofe
regional.
El caso venezolano no
es único: todos los países socialistas han llegado al colapso por la crisis de
su sistema económico y así nos preguntamos ¿cómo enfrentarán esta transformación los
países socialistas latinoamericanos? El caso de Cuba está claro: habrá una
transición pacífica, luego de la muerte de los hermanos Castro, propiciados
todo por su mismo régimen. No está claro, si la transición en Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y El Salvador, será pacífica, pues
sus gobiernos, ven su ejemplo en Venezuela. No lograron Brasil y Argentina, consolidar un régimen
socialista pleno, impidiendo el funcionamiento de la democracia, por ello, sus transiciones han sido pacíficas
y se ha dado el enjuiciamiento de Cristina Fernández y Dilma Rousseff.
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