Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
El oficialismo, a 30 años de los Acuerdos de Paz, asegura
que el conflicto armado fue farsa entre el FMLN y el Estado y, exige la justicia
que no se logró, al ponerle fin; por lo que tienen que verse sus acciones
presentes, como la continuación del conflicto, luego de larga tregua, pactada
entre las partes. Asume hoy el Gobierno, una posición que ninguno de los
contendientes pasados (la insurgencia o el Estado), desearon continuar, pero sí,
asegura al mismo, el poder absoluto, en un ejercicio arbitrario, que sólo es
beneficio para sí mismo y para millonarios extranjeros. Siendo arrebatados a
sus ciudadanos, la riqueza y el dominio sobre el Estado de El Salvador.
El pasado conflicto armado, es considerado un conflicto
interno internacionalizado, o sea, que los factores internos, fueron
alimentados y sostenidos, por un conflicto mayor, entre potencias (Guerra Fría).
Pudo darse fin a nuestro conflicto, sólo hasta que sus abastecedores desde el
exterior, acordaron ponerle fin: así, púdose consolidar la paz. Sus víctimas
fueron 11,000 efectivos militares y 40,000 insurgentes, todos fallecidos por
efecto de las armas y 10,000 mutilados por minas terrestres. Sus testigos son
más de 250,000 personas que causaron alta durante esos años y 100,000
insurgentes, entre combatientes y estructuras de apoyo logístico,
Estados Unidos, China y la Unión Soviética, siniestraron
armas, dinero y conocimientos; nosotros en la región centroamericana, fuimos
sólo un peón. Las estrategias de contrainsurgencia, aprendidas en Vietnam,
fueron empleadas aquí y, las tácticas insurgentes depuradas por el General Giáp
en Vietnam, fueron también practicadas aquí, adaptadas a las estrategias
recomendadas por el guerrillero brasileño Carlos Marighella y el terrorismo
filipino.
Nuestro conflicto armado, fue crisol en donde ideas y
personas vinieron a luchar. Esa realidad, el Gobierno la niega hoy, para asumir
la continuidad de la lucha, pero en su beneficio y procurando ser parte, de una
nueva contienda geopolítica entre potencias: hoy con China y Rusia, contra
Estados Unidos, la Unión Europea e Inglaterra, por el dominio de la tectología y
el comercio global.
Por esa razón, vemos un enfriamiento de nuestro
Gobierno, con Estados Unidos y, un amistoso acercamiento a China. Procura
justificar sus abusos de poder, señalando los problemas de Estados Unidos. Con
la finalidad de justificar su autoritarismo, responsabiliza a otros, de la incapacidad del Gobierno y de nuestros
males.
El sobre endeudamiento durante la pandemia, era
soportable, si no hubiese habido despilfarro que ha servido para el lucro de
personas, en el Gobierno. La economía no habría sufrido tanto con un
confinamiento tan largo. La prevención individual, fue substituida por el
confinamiento, sin que se pudiera evitar el contagio. Hoy tenemos contagios,
limitados sólo por la prevención. Corremos el riesgo de caer en un impago, por
la falta de transparencia en los manejos de los fondos públicos y, la
incapacidad del Gobierno, para honrar nuestros compromisos como nación.
La esperanza del Gobierno, es que extranjeros particulares,
tomen el Bitcoin como la nueva industria de oportunidades, como fue la minería de
oro en el pasado, para que vengan a enriquecerse e imponer sus leyes (como ya
lo han dicho), beneficiando sus bolsillos y del Gobierno y no, del Estado
salvadoreño.
El Gobierno confía en la nueva lucha geopolítica entre
potencias, para poder tener un sostén extranjero, cuando en el país, el Gobierno,
ya perdió su legitimidad. Esto nos lleva a nueva fase de incertidumbre; la
generación que vivió y participó en el conflicto armado, no quiere para la presente
generación, un nuevo conflicto, pero que tendrá que vivirlo, por los ánimos de
lucro y poder del presente Gobierno, si quiere recuperar su libertad.
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