Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
Más de 71 homicidios indican el grado de descomposición
que sufre, en la actualidad, el Estado de El Salvador. El irrestricto uso de la
fuerza para su control, no soluciona el problema, pues hay 70,000 pandilleros
con un promedio de 410,000 familiares que, por solidaridad filial o, interés económico,
los apoyan y encubren: no justifica un
pacto o acuerdo entre el Gobierno y los pandilleros o que estos, vivan a costa
del trabajo honrado del 78 % de la actividad económica nacional. Tampoco debe
ser pretexto para atacar a la oposición política, cuando se debaten temas
trascendentales o, para encubrir falta de controles, en el manejo de fondos
públicos, y el incumplimiento de las funciones gubernamentales.
La presente ley, suspendiendo las garantías constitucionales,
excede las atribuciones concedidas, en la aplicación del Artículo 29 de nuestra
Constitución, pero los comunicados a tal
respecto, del Fiscal General y del presidente de la República, hacen una
interpretación de efectos menores a lo permitido por la Constitución: es una
interpretación sui generis de la Ley, lo cual aumenta la confusión y anarquía,
en las órdenes manadas desde el Ejecutivo, pues se contraponen con las disposiciones
aplicables al régimen penitenciario, que invaden y exceden las atribuciones de
los Jueces penitenciarios. Con la advertencia de que cualquier Juez que no
acate las disposiciones manadas del Ejecutivo, será perseguido.
Los señalamientos internacionales que inevitablemente,
llegarán a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, desbordarán los actos del
Gobierno hacia el exterior y, sobre todo, que el uso actual de la fuerza, al
generar caos nacional, se convertirá en un impulsor más, de la emigración hacia
Estados Unidos, generando mayor presión migratoria sobre Guatemala y México.
Favoreciendo las estructuras del crimen organizado que trafica con migrantes.
El uso generalizado de la fuerza, fuera del marco
legal, pero publicitariamente, enfocado en los pandilleros como grupo social, afecta también a toda persona que piense que
El Salvador, es una República y que debe vivir bajo un Estado de Derecho, con un
ordenamiento coherente, con la actual Constitución, pues la bancada
oficialista, pretende ahora decir que es la oposición, la que controla las
pandillas y como a tales, también ellos, serán tratados.
Las capturas masivas que hoy se realizan, son insostenibles
en el tiempo, si al final no se sustentan tales detenciones; tampoco el poder
judicial tiene la capacidad de diligenciar procesos de tal magnitud, aunque
sean nombrados más Jueces para tal fin. Y aunque sean mantenidos en la cárcel, durante
el período de suspensión de garantías, será necesario prorrogar este, para mantener
dichos arrestos, bajo una apariencia “de legalidad”, lo que conduciría a un
estado de emergencia sin fin, con la consecuente baja en la economía.
Se han dado a conocer videos, con periodistas
internacionales entrevistando a pandilleros, quienes aseguran que el alza de
homicidios, envía el mensaje, de que son ellos quienes imponen las reglas. Esta
situación, es resultado de pactos del Gobierno con dichas pandillas, como ha
quedado demostrado, con los procesos judiciales contra funcionarios del
Gobierno anterior y, la entrega de la ayuda durante la pandemia de $ 300.00 a
pandilleros del centro histórico de San Salvador, también caso judicializado,
pero sin el procesamiento de la intelectualidad de dicho ilícito.
El Estado por medio del Gobierno, está obligado a combatir
a las pandillas como delincuentes o terroristas, pero dentro del marco de la
Ley, no en su violación, ni utilizar dicho combate para atacar y acallar a la oposición
o, a cualquier voz contradictoria del Gobierno, pues de hacerlo, generará mayor
caos, afectando gravemente a la sociedad.
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