Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓNACCION
Al tiempo que el Gobierno anuncia la apertura de las
fiestas navideñas, miles de salvadoreños tienen que dormir en la vía pública, pensando
en cómo harán su siguiente comida. Sus preocupaciones van más allá de sus
necesidades diarias; piensan que la minería dañara el entorno de los
salvadoreños y que el oro extraído, sólo será de las compañías que lo extraigan
y de las personas que conforman el Gobierno.
El árbol navideño más alto de Centroamérica y la casa de
Santa Claus, no cobijan a quienes viven en las calles, los cuales cada vez son más;
ahora son el 8.6% de la población, incrementándose en 55,097 personas, según
datos estadísticos oficiales. La mayoría de quienes ingresan en la indigencia,
son personas adultas mayores que sienten que el Estado los ha abandonado, pues
ven que los hospitales públicos, cada vez son más deficientes y las
municipalidades se muestran más indiferentes con el indigente.
Pareciera que El Salvador, es una sociedad de jóvenes y de
quienes tienen los recursos para sufragar sus gastos, para luego pensar en la
diversión en la “Fábrica de Galletas” y pueden pagar entre $ 80 y $ 100 en una
cena familiar, en un restaurante del centro de la capital, después que han
visitado la casa de Santa Claus y patinado sobre hielo.
El que vive en pobreza o pobreza extrema, solo piensa en su
día a día y en lo que puede cambiar su entorno; pues es lo único que posee:
ríos, lagos, espacios abiertos y campos baldíos, de donde puede recoger lo que
necesite, aunque este tenga un legítimo propietario. Por esta razón, ven que la
minería puede cambiar este entorno, por la contaminación que genera.
La minería verde, sólo garantiza la mitigación parcial del
impacto ambiental. La separación del oro de las rocas, se realiza utilizando
mercurio y en el relave, se utiliza el cianuro. Aún en sistemas “cerrados y de
alta tecnología”, es imposible que no exista contaminación y, el impacto
ambiental resultante, es mayor en un país densamente poblado -El Salvador tiene
303 habitantes por km2- y si se dan desplazamientos poblacionales, para mitigar
el impacto ambiental, tendremos una mayor concentración poblacional hacia la
zona media del país, ya que los proyectos la Zona Económica Especial, planeada
por China en la costa, reducirá aún más el territorio, en 2,000 km2.
La negativa de entregar títulos de propiedad en los
asentamientos sobre las vías férreas, incumpliendo una ley, es porque se planea
su desalojo, por la construcción del “Ferrocarril del Pacífico”, lo que implica
el desplazamiento de cerca de 30,000 familias, que tendrán que asentarse en
otro lugar.
Cerca de 200,000 salvadoreños en Estados Unidos, tienen ya
orden de deportación. ¿dónde se asentarán en El Salvador? ¿Dónde trabajarán?, si la producción nacional
ha disminuido y sólo florece el sector de servicios, que se nutre del nacional
que gasta sus remesas. Se calcula una disminución en remesas de $ 1,800
millones de dólares.
El salvadoreño, vive la realidad envuelta en ilusiones. Hoy
está la ilusión de un Centro Histórico renovado, pero no es para quienes
ganaban su vida en él, sino para nuevas personas que habitarán y consumirán en
los nuevos establecimientos, a lo que la economía de una familia promedio, no
permite consumir en dichos lugares.
Los cientos de despidos de empleados públicos, anunciados
este mes de diciembre y que engrosan las filas de desempleados, tampoco ven con
buenos ojos los gastos del Gobierno o sus políticas de explotación minera.
Sobre todo, si el gobierno contrata a extranjeros como nuevos funcionarios
públicos, y reciben la ciudadanía salvadoreña, por fidelidad política.
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