Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN
ACCIÓN
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San Salvador, 24 de
febrero de 2015.
Don Miguel de Unamuno,
en el verano de 1936 y, ante el desorden creado por la República lanzó un
llamamiento a los intelectuales europeos, para que apoyasen el movimiento nacional,
declarando que tal movimiento, representaría la defensa de la civilización
occidental y de la tradición cristiana, tal llamamiento causo horror en muchos
republicanos y socialistas. Latinoamérica se encuentra ahora en un dilema
semejante: el populismo socialista amenaza con el desaparecimiento de todas las
instituciones democráticas, creadas desde nuestra independencia y, amenaza
llevar el caos nuevamente aún a España.
La amenaza de Maduro,
de realizar la última gran confiscación en Venezuela y la de Salvador Sánchez
Cerén, de iniciar un movimiento semejante en El Salvador, por medio de los
sectores obreros, son el inicio y fin de una secuencia similar de eventos. En
su desarrollo, encontramos a Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Argentina, países que en un tiempo, gracias al sistema
liberal, tuvieron notable prosperidad, pero que ahora, con el socialismo, se
han convertido en mendigos de países extranjeros.
El populismo es el arma del socialismo: sus
efectos se dan gracias a la aceptación mayoritaria de la comunidad social; es
un ingente sector social, carente de instrucción y que ve en el Estado, un
medio subsistencia sin el esfuerzo del trabajo, y que recibe o recibirá a
cambio de su incondicional servilismo únicamente. Este sector social, por
desgracia siempre muy numeroso, no puede
por su ignorancia, prever el inevitable desenlace: será siempre miseria
y además, esclavitud. La intelectualidad que por desgracia es sólo un mínimo
número es la única que puede ver claro en la oscuridad de este mañoso proceder, y es la única que puede demandar cordura ante
los ofrecimientos populistas, imposibles o que deforman la naturaleza de las
instituciones del Estado. El populismo
pretende la legitimación dentro del sistema democrático, pero deforma el fondo
y fin de la democracia: el bien común.
Latinoamérica carece
hoy, en servicio activo, de Fuerzas Armadas capaces de imponer nuevamente el
orden, fundamentado en los valores liberales: fueron anulados por el proceso
pos - Guerra Fría, por considerarlos innecesarios en el nuevo orden, anulación
que fue posible por el cambio de su
doctrina. Hoy las Fuerzas Armadas, sujetas al “poder civil”, son institución
que permeada por las nuevas doctrinas y la corrupción, sostiene las instituciones
del socialismo, a pesar de la evidente realidad social y lo que prescribe la
razón constitucional.
Quedan pues como únicos recursos
a emplear contra el populismo, el sufragio y la resistencia popular: en ambos casos, vuelven
a ser ejemplo Venezuela y El Salvador, del principio y fin de esta cadena de eventos. La resistencia
es el recurso último y el voto, el primero. El populismo tiene dos medios para
el sostén del socialismo: su práctica de corrupción y dádivas, y la ideologización
partidaria. El ofrecimiento populista afecta a los indecisos y modifica la estrategia de campaña del
contrincante, y la ideologización da fuerza de choque a su movimiento.
Venezuela pretende actualmente
influir sobre España, en su carácter de miembro de la Comunidad Europea, por medio del
Movimiento Podemos, el que ha recibido
subvenciones de Venezuela y de Bolivia. Lo peligroso de esta influencia
Latinoamericana, no es el aporte económico recibido, sino la ideologización que
ha recibido del socialismo, pues crea un núcleo neo-socialista en España, el
cual, aprovechando el descontento general hacia la actual clase política - por
años de corrupción e incumplimiento de sus ofertas de campaña - puede fácilmente
sumarse a dicho movimiento (aún sin ser socialistas) creando un caos social y
económico, que ha sido evitado tanto por socialistas como por conservadores
españoles. No olvidemos que el socialismo europeo, difiere del latinoamericano
en su “praxis”, pues sus intereses son más extensos que los
latinoamericanos, que aún no han
superado la fase de “ideologización”.
Ningún país socialista
ha abandonado este régimen, por la vía democrática: la acción es la manipula el sistema, defendiéndolo, en última
instancia, por la fuerza del Estado, como lo está demostrando hoy, Maduro en
Venezuela. La resistencia popular contra el socialismo latinoamericano, ya no
es por el sostenimiento de la ideología liberal, ni mucho menos, oligárquica,
sino por el instinto de supervivencia ante el hambre y el colapso social.
Nosotros, en El Salvador, aún tenemos que comer, pero sí hay colapso social:
las maras dominan la vida cotidiana del salvadoreño y el Estado sólo ofrece
tolerancia, pues las pandillas son parte del sistema populista socialista, que está consumiendo los pocos recursos que
privadamente se generan, y que dentro de poco, usufructuarán anualmente del
Estado, la quinta parte del prepuesto anual de la nación, el que será
incrementado con este propósito, a partir del presente ejercicio fiscal.
Sólo la intelectualidad
puede ayudarnos a vislumbrar nuestro futuro y el uso de la fuerza popular
aunado a la fuerza del voto, puede evitar que el socialismo nos consuma.
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