Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN
ACCIÓN
http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 21 de
febrero 2016.
Desde las reformas,
agraria y bancaria de principios de los años 80´s, no se había visto la solidaridad
social contra el Gobierno, que en aquella época, evitó la reforma
urbana. Tal cohesión social, permitió detener las reformas democristianas y
evitar del FMLN, su rápido ascenso al poder, el cual hubiese sido inevitable,
aún con la ayuda militar norteamericana. Hoy vemos también dicha solidaridad,
pero con más amplia unión: alto empresariado, trabajadores, sindicatos (de
izquierda), veteranos y oficiales en
situación de retiro. En la crisis actual hay una comunidad de ideas y sólo falta que las partes, coordinen sus
acciones. Para que no se hagan acciones conjuntas, el Gobierno confía en la
natural desunión y comodidad de la Derecha;
y además, espera en poder comprar a algunos sectores, y Diputados, para
resquebrajar una posible integración opositora.
El Gobierno pretende disponer de 4,000 millones de dólares para
sostenerse hasta el 2018 y poder preparar su plataforma electoral, para el
2019. Con tal propósito y como segundo paso, viene la reforma bancaria, para
segmentar las estructuras económicas y, por último, la vuelta al Colón, para
poder canalizar las remesas en dólares al BCR teniendo así, pleno control
monetario. Sin embargo, por lo interrelacionado de las distintas AFP con las
aseguradoras y éstas, con la banca y las
Casas Corredoras de Bolsas, traería dicho cambio, el colapso del sistema
económico, el cual el Gobierno espera,
compensarlo con la inyección constante de efectivo sin respaldo.
Un colapso de este
tipo, crearía el caos económico nacional, hundiéndonos en una crisis peor que
la venezolana. Por esta razón la alarma se ha dado en todos los sectores, que
ven sus intereses irremediablemente afectados. Llama la atención que ha causado
alarma hasta en los inversionistas bancarios extranjeros, que habitualmente se mantienen al margen de
las políticas internas; hoy, sin embargo, tal aislamiento, ya no es
posible, pues perderían sus inversiones
en El Salvador. Por su parte, el Gobierno divulga los nombres de los inversores
nacionales y extranjeros, para atraer hacia ellos el repudio público y,
señalarlos, como potenciales blancos para el crimen organizado.
Gracias a las ofertas no cumplidas por parte del Gobierno
y, a la insistencia del procurador de los Derechos Humanos, se ha logrado despertar
entre la veteranía de la Fuerza Armada, el espíritu de cuerpo, ya cohesionado,
por la amenaza de ver extintas sus exiguas pensiones, por la quiebra del IPSFA.
Ahora vemos en las calles a los soldados veteranos junto a los ex combatientes
del FMLN, todos exigiendo sus derechos y promesas incumplidas, frente al actual
Gobierno. Vemos al cuerpo de Generales, en situación de retiro, en
representación de las distintas organizaciones, cerrando filas en derredor se
sus compañeros perseguidos por el Estado.
Salvador Sánchez Cerén
prometió, en privado, no proceder a las capturas de los militares requeridos
por España, ni promover ningún proceso contra militares, por hechos durante el
Conflicto Armado, pero no obstante, personalmente
da la orden para su detención y alienta a investigar los actos de guerra de la
Fuerza Armada para una futura judicialización. Esta veleidad, ha caracterizado todos sus actos como Presidente: ofrecer y no
cumplir, agravando las situaciones ya complicadas de por sí. Otro ejemplo, es el del magisterio, al que ofreció mantener los presupuestos para su
funcionamiento, pero aún no lo ha hecho; ganándose el descontento de treinta
mil maestros, alumnos y padres de familia.
Es tal la presión
social para evitar que 4,000 millones sean tomados por el Gobierno que el
Secretario Técnico de la Presidencia, Roberto Lorenzana, ha amenazado con que
si no obtienen ese dinero, procederán a retornar al Colón, acto que depende exclusivamente, del Ejecutivo
y que agravaría aún más, la situación económica sin aliviar la situación del Gobierno, a un
mediano y largo plazo, pero buscaría evitar que las inversiones sean canceladas,
a no ser que paguen un alto costo de
oportunidad, el cual enriquecería a los funcionarios públicos y, sobre todo,
dañaría al inversionista y al ahorrante
común.
Sólo la solidaridad
social manifestada en un frente común y con el propósito firme de mantener las
instituciones que defienden sus intereses, puede salvar al país, de la grave
crisis que se nos avecina.
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