Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
El abstencionismo y la pérdida de poder del Estado, demuestran la
situación política y social salvadoreña, e indican el grado de disminución de
poder de las estructuras políticas, lo cual ha destruido la unidad nacional.
La aparente falta de
civismo para acudir al llamado del TSE y, la abstención generalizada, son un rechazo
a las estructuras partidarias y, en su
conjunto, a la gestión gubernamental. Las estructuras partidarias se mantienen,
gracias a su relación política-soberana con el Estado y no, por el ascendiente
personal o liderazgo, Lo mismo pasa con la aceptación de las disposiciones
gubernamentales.
El desacato a la
normativa jurídica, obliga al Gobierno a solicitar mayores penas o multas más
altas, pues la generación de leyes, no va acorde al devenir social, sino a
tendencias aún no arraigadas en la sociedad salvadoreña. Esta crisis
institucional, la describe y analiza el filósofo italiano Antonio Gramsci, como
parte del antagonismo de la lucha de clases, llamándola crisis orgánica de
hegemonía (influencia del superior sobre el inferior).
Puede explicarse ese
mismo fenómeno, a partir de la Teoría Organicista, como la pérdida de valores
comunes o, de la cohesión social, a partir del liderazgo político y, sólo
existen la formalidad y la obligatoriedad
de ésta, derivada, manteniendo la
institucionalidad política. La Sala de lo Constitucional, ha permitido el candidato independiente, para
que pueda mantenerse la relación directa soberano-gobernante sin el filtro
partidario, que condicione la lealtad
del funcionario a una cúpula partidaria, hoy rechazada socialmente.
Se mantienen los
partidos políticos, gracias a sus estructuras partidarias que dependen de su
relación política-económica con el Estado. Sin embargo, la ciudadanía, los ve
como fuente de corrupción y, las entidades gremiales, como estructuras de poder,
divorciadas de los objetivos nacionales. Todos los partidos políticos sufren
del mismo padecer, pero en la medida que
éstos son más numerosos, se hace más evidente.
El FMLN mantiene su
cohesión, en base a la estructura que depende del Estado. Su baja electoral se
debe al repudio de la riqueza que ostentan sus dirigentes y, a sus desacertadas
decisiones políticas. ARENA mantiénese cohesionada, mediante su estructura
partidaria, que gira en derredor de sus diputados o candidatos. Ambos partidos,
FMLN y ARENA, alejan a quienes concuerdan con sus ideas políticas, por los filtros de las estructuras
partidarias, manejadas por los diputados. Ese mismo fenómeno es causa de que
los partidos pequeños se mantengan, pero
no crezcan y, de que los mayoritarios
disminuyan y sufran crisis económica, por falta de donantes. La participación
masiva de ciudadanos y las donaciones, están en razón directa, de la conexión
ideológica y práctico interés del electorado y de las fuerzas vivas de un país,
en relación líder-institución-soberano.
La verticalidad exigida
por los Comandantes, a la estructura del FMLN, terminará rompiendo a ese
partido, pues su cúpula utiliza dicha verticalidad, para sus negocios
personales, manteniendo su agenda revolucionaria, siempre vigente contra la
iniciativa privada, pero que no aplica a
los negocios propios o, para apoderarse del mercado tradicional, del empresariado tradicional.
El poder ejercido dentro
de ARENA por los diputados, será responsable de la contracción del partido,
pese a que, un 70% de la población, es de Derecha. La insistencia en favorecer,
a su conveniencia, candidaturas pactadas previamente, será rechazada
electoralmente, con perjuicio sensible, de la participación política de dicho
partido.
ARENA y el FMLN, han entrado en una espiral, que puede
desembocar en la creación de nuevas fuerzas tanto de Izquierda como de Derecha,
que conecten con las aspiraciones del electorado como sucede en España con
PODEMOS y CIUDADANOS o, con un dictador como Hugo Chávez: el destino político,
está en las cúpulas partidarias, no en el electorado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario