Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
En el libro, “Teología
del Martirio Cristiano”, el Padre Juan Vicente Chopin Portillo, compara el
martirio de la Iglesia de los primeros siglos, con la muerte de los
revolucionarios actuales y, rebate los argumentos Teológicos de Fray Ricardo
Fuentes Castellanos, por lo cual acreedor es, del derecho de respuesta, para la
defensa de Dios.
Fray
Ricardo Fuentes Castellanos, fue un sacerdote Dominico salvadoreño, que inició
sus estudios religiosos en la España Nacional, al tiempo en que anarquistas y
comunistas, asesinaban a sacerdotes y monjas, en la España Republicana. Por la
defensa de la Fe y los valores nacionales, recibió del Generalísimo Francisco
Franco, la Orden de Cisneros (que se otorga por servicios relevantes prestados
a España) y el General Augusto Pinochet,
le confiere la Orden de Bernardo O´Higgins, siempre por su defensa
de los valores cristianos y de libertad. Desde mediados de los años 70´s, fue
marginado de la Iglesia (porque advertía de
ésta, su desviacionismo y herejía) y, ya como Diocesano, se ganó la vida, gracias
a sus artículos, publicados en los periódicos y su labor en el Centro de
Estudios Económicos y Sociales, desde donde se difundían los valores de
libertad y principios económicos, basados en los principios de Ludwig Heinrich Edler von Mises
(escuela austriaca de economía).
El
“tradicionalismo”,
al que hace alusión el Padre Chopin, tiene su origen en la aplicación de los
principios dados en el Concilio de Trento, y las doctrina de San Agustín de
Hipona y Santo Tomás de Aquino (ambos
Doctores de la Iglesia). Este pensamiento tradicionalista considera que el “racionalismo”,
ha llevado al hombre a centrarse sobre sí mismo y no, sobre Dios. La Teología
de la Liberación, al considerar que la iniquidad, es causa de los problemas
sociales y exigir la participación social, en las luchas políticas se deriva de
la Fe, deja a Dios de lado y, se centra en el Hombre, mereciendo así, las
condenas Papales. (El tradicionalismo en su expresión política Española: el “Carlismo”,
puede apreciarse en las obras de Ramiro de Maeztu, Juan Vázquez de Mella y Antonio Aparisi y
Guijarro, cuya consigna es: DIOS, PATRIA, FUEROS, REY).
En la Iglesia primitiva,
el martirio fue por Fe; las luchas revolucionarias actuales, constituyen una
agresión a lo establecido por el formalismo de la sociedad, expresado en el
Estado y, si nos basamos en los principios aplicables, para determinar la
licitud de la guerra (razonados por los Teólogos Salamantinos), el que inicia
la guerra, realiza una guerra injusta y la sociedad que se defiende, realiza un
acto de legítima defensa.
En El Salvador, la guerra
no hubiese sido posible, si la Iglesia católica, no utiliza a las Comunidades
de Base (impulsadas por los Padres Rutilio Grande, Inocencio Alas, Ignacio
Ellacuría, Plácido Erdozaín y muchos otros) como medio de reclutamiento para
las FPL y ERP.
Monseñor Romero, fiel a
la Teología de la Liberación negó
consuelo a la familia de un secuestrado y asesinado, por ser “familia oligarca”,
pues según esta forma de pensar, el pecado nace de la materia y la iniquidad
social y no, del incumplimiento de las
virtudes teologales; fe, esperanza y caridad. Virtudes que Dios infunde en la inteligencia y en la voluntad
del hombre, para ordenar sus acciones.
Con la obra “Teología del Martirio Cristiano”, se pretende establecer,
que el pensamiento “tradicional” de la Iglesia Católica, ha sido errónea y que,
lo derivado del Concilio Vaticano II, es lo correcto. En la práctica, justifica
la insurgencia, en la guerra de los años 80´s y obliga a los católicos a aceptar los principios
revolucionarios. ¿Estarán los católicos tradicionales destinados a profesar en
las catacumbas?
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