Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
En El Salvador, actualmente, tenemos dos creencias: 1)
a menos Derechos o garantías constitucionales se gocen, mayor protección habrá contra
la pandemia; 2) el bienestar individual, depende del asistencialismo y la dirección
directa del Estado; todo en razón directa, con el mayor endeudamiento público.
Estas visiones de la realidad, sumamente equivocadas,
son resultado del miedo que el Gobierno ha inoculado y que, finalmente, ha generado
la lucha entre órganos del Estado, por la supervivencia del sistema, cuyo fundamentado
son las libertades individuales; lucha que pone en riesgo, la estabilidad
nacional.
Estimulados por el Gobierno y, a cambio de una
pretendida popularidad, los Alcaldes y sus Concejos Municipales, han solicitado
restricciones a las garantías constitucionales, creando conflictos con sus
bancadas legislativas y, exigiendo fondos, para sostener sus planes de gastos,
que no pueden sufragar con sus ingresos. Esta forma de lucha política,
instigada por el Ejecutivo, le permite a éste, un “relevo” en sus acciones: ya
no es él, quien exige a la Asamblea Legislativa, el cierre del país; lo exige
hoy cada Alcalde, ignorando que, dentro de la Ley, hay formas que permiten
legalmente, el combate a la pandemia.
Si no se hubiese suspendido el aparato productivo, por
más de 85 días, hubiese bastado planificar un cierre de 15 días, para cortar la
transmisión del virus, en una etapa madura del mismo, promoviendo la necesidad
de la prevención personal, dando asistencia exclusiva a los más necesitados. La
atención pública, debió hacerse en hospitales de campaña, sin agotar al
personal médico, ni los recursos de salud.
Se piden hoy, cientos de millones, para la
reactivación económica y la vida productiva, se ejerce aún, bajo las restricciones
gubernamentales. Es hoy, delito trabajar y aspirar a vivir por sus propios
medios, estimulándose el gasto gubernamental a base de endeudamiento, negándose
a abordar el verdadero costo del mismo, por ser, por hoy, “políticamente
incorrecto”, conforme la política gubernamental.
Como muestra pueden citarse, los últimos 1000 millones
en bonos, colocados en el extranjero, a un costo formal de 9.5%, pero que, al
ser colocados, han sido comprados a un 70% de su valor, debido al alto riesgo
de impago, del país y el cual, inevitablemente, puede hacer subir la tasa real,
a un 13.57% por treinta y dos años, equivalentes a una generación. Y sin que
dichos fondos, colaboren en la generación directa, de la actividad económica.
Si alguien recibe un préstamo y paga el 3%, habrá que
generar por impuestos, un 11%, sólo para cubrir la diferencia, con el préstamo internacional
y, si vemos la tasa real, los impuestos deberán cubrir un 9.5 y de allí, tendrá
que haber un alza mínima de 4 puntos, al IVA, a la renta, a la imposición del
impuesto predial y a los carburantes. Por lo cual, el salvadoreño, no podrá gozar
de reactivación económica y estemos endeudados, sólo con ese préstamo, por treinta
y dos años. Si analizamos la estructura de la deuda actual, encontramos que aún
no se han pagado los desaciertos económicos de la Reforma Agraria, ni los
estragos de la guerra.
La pérdida de libertades, siempre conlleva destrucción
de la economía, baja en las prestaciones laborales y la atención sanitaria
pública, pero permite, a quien ejerza el poder desde el Ejecutivo, un mayor
control del Estado. El bienestar social, tiene origen en la preservación de las
libertades y la imposición de reglas claras, para el buen orden social, pero
respetando las esferas individuales del ciudadano y, la independencia de los
Órganos de Gobierno, señalados en la Constitución.
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