Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
El Salvador aparenta ser,
acaramelado postre: una cubierta dulce,
rígida, lograda a fuerza de calor; una muy diferente textura debajo, que sólo
puede apreciarse, hasta que se perfora la capa superficial. Así es la sociedad,
que hoy presenta, El Salvador.
Desde el exterior, El
Salvador se ve en transformación: grandes compañías transnacionales, pueden
llegar a invertir: se habla de la transformación de setenta manzanas del Centro
Histórico y, de crear una franja de comercio, habitación y servicio, de treinta
y dos kilómetros de largo, desde Nuevo Cuscatlán, hasta el mar. Otra franja de
desarrollo industrial, administrado por China continental, que va desde el
puerto de la Libertad, hasta cerca de San Miguel, para conectar con otra franja
hotelera, de capital petrolero árabe, que llega hasta el golfo de Fonseca.
Mientras, una empresa turca, con capital iraní, desea la adjudicación de todos
los puertos. La diplomacia rusa, ofrece la explotación minera, de recursos
inexplotados.
Esta transformación o
“medicina amarga”, como la llamó el Presidente Bukele, sólo puede mantenerse a
fuerza de dos componentes: la capacidad del Estado, de crear presión social y,
de la capacidad económica, la cual ya no proviene de inversiones nacionales,
sino de la inversión pública, en asocio con extranjera, relacionada con
intereses geopolíticos.
Estas transformaciones
han sido impuestas, sin oposición interna, por sometimiento de la oposición,
sea esta partidaria, gremial, cívica o de las personas directamente
perjudicadas, pues son las más vulnerables. La fuerza de la transformación es
como una llama, que actúa sólo superficialmente, olvidando que la sociedad, es
un todo que se complementa entre sí. Ya son 4,000 personas desplazadas, sólo
del Centro Histórico, que han entrado, en la indigencia, sin protesta pública,
por el Régimen de Excepción.
Leemos en un artículo,
que los vendedores ambulantes, corren a la voz: “Viene el CAM” (cuerpo de
agentes metropolitanos), y huyen con sus
ventas de subsistencia. En una sociedad normal, no se huye de la autoridad
pública, se huye de la delincuencia y el terrrorismo.
En apariencia, según los
medios oficiales, todo está bien, pero lo subyacente indica otra cosa. El
reordenamiento amenaza con multas mínimas de $ 5,475.00, para luego tener que apegarse
al tipo de negocio que designe la Autoridad de Planificación del Centro
Histórico, quien, en los casos más favorables, expedirá un permiso de
funcionamiento por un año y una multa, de $ 1,825.00 por permiso vencido.
Obligará, de inicio, a un alza de precios y, si no pudiese acoplarse a los
giros deseados por dicha autoridad, tendrá que cerrar operaciones, quedando el
derecho de propiedad en dicha zona, restringido en su uso, lo que desvalorizará
el inmueble, por lo reducido del mercado, que lo puede adquirir.
A las once personas
capturadas entre el 31 de mayo y el 1 de junio de 2024, se les atribuyó los
delitos de: asociaciones terroristas y rebelión. Es la primera vez que se
configura dicho delito, desde los Acuerdos de Paz de 1992. Llama la atención,
que los detenidos son de diferentes corrientes ideológicas, pero todos, en
diferentes momentos, se refirieron al segundo período de Bukele, como
inconstitucional. De lo poco que se ha filtrado de la investigación, es que
existía la capacidad de organización, por lo que puede entenderse, que sólo fue
una expresión del descontento general, que subyace la apariencia, que El
Salvador pretende mostrar.
Si las acusaciones fuesen
ciertas, es que la capa social subyacente, está por desestabilizarse y si fuese
sólo para prevenir que esto suceda, creando un ejemplo, es que se piensa que es
inevitable una reacción social adversa, a dicha transformación.
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