Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Para MOVIMIENTO LIBERTAD
La tendencia política actual, es que los países del
Triángulo Norte (El Salvador, Guatemala, Honduras) y México sean, como lo es
Canadá, un país tercer país seguro, en un endurecimiento de los ya existentes filtros
migratorios, deteniendo así, la emigración masiva hacia los Estados Unidos. Esto
implica, que cada país frene su emigración y sirva de receptor de la no contenida
por otros países, obligándose a sustentarla. Potencialmente, será explosiva
socialmente, a largo plazo, pues derivará en inmensos campos de concentración,
como los que existen en Palestina o Siria, sin posibilidad de ser sostenidos sin
ayuda humanitaria extranjera. Este peligro nuevo, potencial para nuestros
Gobiernos y Estados Unidos, puede ser evitado y detener la emigración, si se ve
a Centroamérica como un todo, para la solución a sus problemas individuales, y
sin necesidad de recurrir a la ayuda de países extranjeros.
El término de “tercer país seguro”, es una derivación
de los principios de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951,
e implica que, un país puede negarse a conceder asilo a una persona y remitirla
a un tercer país que sea considerado “seguro”. En este caso, quienes quieran
migrar hacia los Estados Unidos, mientras se tramita su asilo, tendrán que ser
acogidos por México, Guatemala o El Salvador: el trámite puede durar años o ser,
finalmente, denegado, quedando el individuo, en un limbo migratorio, si
proviene de un país distinto.
No hay duda de que los países del Triángulo Norte y
México, se convertirán en terceros países seguros, pues sus políticos accederán
a ello, de cualquier modo, por quedar bien o por amenazas, pero al no
resolverse las condiciones que han generado la crisis, sólo se convertirán en
paliativos a un problema que, al acumularse, se volverá explosivo y
desestabilizador del área.
Los problemas en Guatemala, causados por el
narcotráfico, pueden ser contrarrestados por la apertura de sus tierras a la
industria y generación agrícola y agroindustrial, lo mismo puede ser en
Honduras y servir de diluyente a su aguda crisis política actual. Daniel Ortega
ya no podría mantener a Nicaragua como su feudo y ésta dejaría de ser una isla
en Centroamérica. La perene crisis fiscal de Costa Rica, sería perfectamente
sostenible, por un aporte común centroamericano. El Salvador volcaría su
población en Centroamérica y su crisis social y delincuencial, sería fácilmente
controlable por la acción conjunta de todos los países centroamericanos.
Las crisis centroamericanas son provocadas por sus
propios políticos: maras, narcotráfico, impunidad política, despilfarro y
apropiación indebida de fondos públicos. No es posible admitir que no haya en Centroamérica
hombres probos y dignos, si la economía se mantiene, gracias a la iniciativa
privada y existen grupos cívicos que luchan por los principios de libertad, por
la existencia de la vida desde el vientre materno, por el adulto mayor y por
causas que dignifiquen al hombre.
En el peligro de la emigración ilegal y la amenaza del
tráfico de drogas, debemos ver la oportunidad de alcanzar la estabilidad
centroamericana, si cambiamos la actitud de los políticos, pues si abrimos
Centroamérica a la emigración local y, con ella, llevamos la inversión, bajo
los principios de la iniciativa privada y el libre comercio, lejos de ser un
polo de desestabilización regional, podemos convertirnos en un polo de
estabilidad y de consumo de los bienes, provenientes del resto del mundo.
Se opondrían los políticos que verían amenazados sus
feudos y su modo de vida, pues aprovechan la debilidad del Estado para su
beneficio, no el ciudadano ni el empresario. Sólo la presión social interna y
la ejercida internacionalmente por los países interesados, pueden cambiar
nuestro sombrío destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario