Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
El establecimiento y funcionamiento de la Comisión
Internacional para el Combate a la Corrupción en El Salvador (CICIES) puede
hacerse sin el aval de una nueva Ley, si queda bajo jurisdicción de la Fiscalía
o, funciona bajo el amparo de un Decreto Ejecutivo, que tendrá sólo una función
moral, es decir sin capacidad de judicializar un proceso en El Salvador.
Ignoranse las verdaderas intenciones de Nayib Bukele:
combatir la corrupción para eliminar a sus adversarios políticos o, salvar al
sistema y, lograr una estabilidad de nación. Si el objetivo es salvar al
sistema, la CICIES deberá respetar todo el ordenamiento interno, porque no se
puede buscar la justicia, mediante el irrespeto al debido proceso. Por el
momento todo el aparato de troles, se enfoca en contra de quien levante la voz,
criticando dichos planes, aunque éstos sean pidiendo el respeto a la Ley.
La CICIES puede ser efectiva si su trabajo es al
amparo del Fiscal General de la República, bajo la figura de fiscales
auxiliares; si no es así, rompería la estructura constitucional (Art. 193
Constitución). Y entraría consecuentemente en colisión con el sistema jurídico
y crearía un caos mayor. Si la CICIES sólo dependiese del Ejecutivo y pudiese
sólo señalar a los corruptos y corruptores, éstos continuarían en la impunidad
y cualquier inocente señalado, tendría muerte política, por no poder
defenderse.
Una señal del buen camino de la CICIES -
independientemente de la forma en que se ejecute – sería ver perseguido y bajo
arresto a José Luis Merino, pues su complicidad en secuestros, tráfico de armas
y drogas está documentada plenamente en muchas obras e investigaciones periodísticas
y fiscales. La complicidad del FMLN (como estructura política) en la
defraudación de dinero del Estado, en actos de corrupción, durante sus diez
años de Gobierno, está también muy documentada y, la impunidad de Mauricio
Funes, se debe a ella.
Si la CICIES no toca a José Luis Merino o a Sigfrido
Reyes y no se enjuicia al FMLN por sus crímenes de guerra (uso de minas,
reclutamiento de menores, genocidio y destrucción de la infraestructura
pública), claramente se verá que ésta es sólo un instrumento político de consolidación
de poder interno y que su función tiene como único fin, dar una apariencia de
combate a la corrupción, y para quedar bien, con las fuerzas externas que le
están dando su apoyo a este Gobierno.
Una CICIES es oportunidad de poder limpiar de corrupción
el país, pero también es reconocer expresamente que nosotros los salvadoreños,
somos incapaces de poner orden en nuestra casa y necesitamos que otros, vengan
a gobernarnos e impartir justicia: principio es, del fin de nuestra soberanía.
Si lejos de procesar a los corruptos del FMLN, se les
deja de lado (como parece que está sucediendo con Funes) y no se señala a los
capos de la droga, pero son señalados empresarios, políticos opositores y militares
en retiro, tendremos, no sólo un rompimiento de la institucionalidad, sino una
persecución política, que acelerará el caos que se pretende evitar.
No podemos evitar u oponernos a una CICIES, pero sí debemos
estar conscientes de sus efectos y de que, si se destruye la institucionalidad
jurídica, sólo imperará la fuerza bajo la cubierta del populismo.
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