Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓNACCION
Enero, es el mes en que, en el país, se han dado dos sucesos
históricos: el levantamiento comunista de 1932 y los Acuerdos de Paz de 1992,
que puso fin a la participación salvadoreña en la Guerra Fría (1947-1991). Lo
sucedido y significado de sus hechos, no puede variar por su naturaleza
histórica, pero la política actual, procura presentarlos con un significado diferente,
acorde a revolución cultural que se vive en El Salvador; una revolución que
busca el cambio geopolítico y la instauración de la dictadura en base al
populismo, desechando el concepto: un Gobierno del pueblo, por el pueblo y para
el pueblo.
En 1932, el Partido Comunista Salvadoreño, lidero un
levantamiento, utilizando las últimas estructuras de poder político de las
Cofradías indígenas de Izalco, que extendían su influencia por la Cordillera
del Bálsamo, razón por lo que el levantamiento se realizó en Sonsonate,
Ahuachapán, La Libertad y en los límites de Santa Ana con la sierra Apaneca-Lamatepec.
La contención del alzamiento fue tan violenta como su
aparecimiento: dos meses fueron suficientes para la pasificación. Su contención,
comenzó antes de su estallido, por la delación del mismo a la policía de
Guatemala; pues el alzamiento no contaba con el aval soviético, solicitado por Farabundo
Martí en 1931, recomendándole su aplazamiento, por lo menos hasta 1934 o 1935.
El levantamiento comunista en El Salvador, pretendía ser la
chispa que reavivaría la recién finalizada Revolución mexicana y llegaría hasta
Estados Unidos (según expresiones de Farabundo Martí en la reunión de paridos
comunistas latinoamericanos), Esta ilusa
pretensión, complicaría las relaciones con Estados Unidos y Gran Bretaña,
generando un recelo prematuro y de desconfianza durante la construcción del
canal Volga-Moscú y la reconstrucción de la industria pesada soviética, que necesitaba
capital y tecnología occidental para su desarrollo.
Por lo que el levantamiento en El Salvador, tuvo motivación
nacional (la última manifestación de la estructura de poder político local colonial),
ahora alentado por el comunismo, pero sin participación soviética. Sólo dos
barcos de guerra norteamericanos, uno canadiense y la inteligencia británica,
ofrecieron su ayuda para sofocar la rebelión, pero fueron rechazados, por
considerarse sofocado el alzamiento y significar una intervención extranjera en
suelo nacional.
La Guerra Fría, como conflicto militar en El Salvador se
dio entre 1980 a 1992, pero nuestro involucramiento comenzó en 1962 durante la
presidencia del Teniente Coronel Julio Adalberto Rivera, que inicio la
preparación militar e ideológica para lo que sería el Conflicto Armado en El
Salvador. Al mismo tiempo, en Cuba, se prepararon los primeros insurgentes
salvadoreños: “El Grupo”, jóvenes del Partido Comunista y la Democracia
Cristiana. En España, se preparaban los sacerdotes jesuitas que vendrían a El
Salvador, bajo los principios del progresismo católico, que desembocaría en la
Teología de la Liberación.
Hoy se pretende extender dicho conflicto mediante juicios a
militares por crímenes de guerra, aplicando criterios modernos, que no existían
en nuestra legislación o se mencionaban en el mundo jurídico. El término
“Justicia transicional” se acuña en 1990 en universidades progresistas de
Estados Unidos; concepto del cual se derivó la declaratoria de
inconstitucionalidad de la Ley de Amnistía General para la Consolidación de la
Paz de 1993, en el año 2016, sin haber sufrido modificaciones la Constitución
de 1983, reformada en 1992, que facultaran tal resolución.
Pretender hoy, desmerecer los Acuerdos de Paz, negar la
magnitud de nuestro conflicto armado, o señalar como inicio del conflicto
militar 1980-1992, el alzamiento comunista de 1932, es un error histórico, que
pretende justificar la dictadura en la que vivimos, al igual que pretender
suprimir el sistema democrático partidario, creado por los Acuerdos de Paz,
suprimiendo la deuda política y restringiendo su financiamiento privado.