Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN
ACCIÓN
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San Salvador, 4 de
enero de 2015.
En modelo político en
El Salvador quedó establecido con los
Acuerdos de Paz de 1992, pero no así, su modelo económico el cual es hoy origen
del radicalismo y el cual, en un momento determinado, puede cambiar el sistema
político de El Salvador.
El modelo económico que
se disputa actualmente, ha sufrido algunos cambios con respecto al concepto
clásico del socialismo: “economía dirigida y supresión de la propiedad privada”.
El debate es hoy sobre la “responsabilidad social de la empresa” y “la
redistribución de la riqueza, por deuda histórica”. Dos conceptos que
aparentemente, no implican el desaparecimiento de la propiedad privada, pero sí
definen y condicionan su uso, y muy peligrosamente, estigmatizan su origen y su
disfrute individual, lo que en definitiva, no implica apartarse de los
conceptos originales de Marx y de Engels.
En la radical visión del FMLN, la responsabilidad
social de las empresas debe afectar
hasta la totalidad de sus utilidades y patrimonio, para el sostenimiento de las necesidades del
Gobierno y de la población en general, conforme a la visión social del Estado.
En la práctica, el sistema, implica mantener los programas sociales como un
medio de redistribución de la riqueza y la forma de pagar “la deuda histórica”
que, por generaciones se debe a los “explotados”. En cambio, la oposición
liberal, ve a la empresa, como medio de trabajo, para la superación individual
y progreso colectivo, contribuyendo al sostenimiento del Estado y cumpliendo así
mismo con el principio de subsidiariedad.
La primera diferencia
conceptual en este debate se refiere a la subsidiariedad y al asistencialismo;
en el primer caso, el Estado ayuda a los que no pueden valerse por sí mismos,
de conformidad con las posibilidades presupuestarias del Estado; en el segundo
caso, el Estado, debe asumir el mantenimiento del individuo para compensarlo de la marginación y
explotación sufrida ancestralmente, por parte de la clase dominante. Una
diferencia en apariencia sutil, pero profunda de interpretación cuando lo
llevamos a la práctica. Su diferencia está en su aplicación, es la coercibilidad,
extensión y origen de la ayuda. La diferencia de los métodos es radical pues,
mientras el Estado busca la legalización de esta responsabilidad, por medio de la
coercibilidad legal, las empresas, pretenden la aplicación voluntaria de los
principios del Cooperativismo y Solidarismo.
La responsabilidad
social corporativa (RSC) también denominada responsabilidad social empresarial
(RSE), se define como “la contribución
activa y voluntaria al mejoramiento social, económico y ambiental por parte de
las empresas, con el fin de mejorar su situación competitiva, valorativa y su
valor añadido”.
La Responsabilidad Social
Corporativa va más allá del cumplimiento de las leyes y las normas, dando por descontado,
el cumplimiento de la legislación laboral. En este sentido, la legislación
laboral y las normativas relacionadas con el medio ambiente, son el punto de
partida de la responsabilidad empresarial. El cumplimiento de la legislación,
no es parte de la Responsabilidad Social, es parte de las obligaciones que
cualquier empresa debe cumplir para poder realizar su actividad.
Está la tercera
diferencia, los fondos que dan origen a las empresas privadas y a las para – estatales o partidarias. En
las primeras, son capitales eminentemente privados, de los cuales se espera no
sólo un retorno de la inversión sino también un rendimiento directo; en la
segunda, provenientes de dineros públicos o de fuentes extranjeras, con fines
geopolíticos (El típico ejemplo de las
empresas para – estatales o partidarias, son las empresas ALBA), que si bien se
rigen formalmente, por las reglas del Código de Comercio, son diferentes sus
finalidades: todas sus utilidades y capital constitutivo, son puestos al
servicio de un fin político, lo cual, a todas luces es contrario a los
principios de la legislación mercantil.
En el discurso de
apertura de la Legislatura 2012 -2015, el Presidente Sigfrido Reyes dijo: “Tenemos
pues el reto de buscar alternativas
políticas y económicas que nos permitan despegar hacia un desarrollo más
endógeno, acorde a la realidad y necesidad social, tal y como lo han iniciado
países de economías emergentes en América Latina y El Caribe”. Las
alternativas, a las cuales se refiere el Diputado Reyes, es el desarrollo
endógeno socialista, puesto en práctica en Venezuela y que fue el inicio de la
quiebra económica de sus grandes, medianas y pequeñas empresas. En El Salvador,
aún no se ha puesto en práctica dicho sistema (no desde la confiscación, pero
sí desde la dependencia del productor para con una fuente de financiamiento),
pues implicaría un cambio en la estructura económica, la cual está aún en discusión, pero que ya ha dado sus primeros frutos: un desincentivo en la
inversión privada externa y la venta a socios extranjeros, de las empresas
salvadoreñas; especialmente, las controladas por el gran capital tradicional
(Banca).
El modelo endógeno
socialista, lejos de incentivar la producción, la desincentiva, pues se pierde
su espíritu privado, estimulando el trueque y el asistencialismo, que lo hace,
cuando ya se han agotado sus propios recursos, imposible de sostener. Las primeras
sesenta y cuatro empresas endógenas venezolanas, hoy en día, ya no existen.
Se centra hoy, la lucha ideológica, en el modelo económico y no en el político, razón por la que dicen
muchos que la lucha ideológica, carece de sentido en El Salvador; sin
embargo no es así, pues si el país saliese
adelante, sería gracias a la buena práctica empresarial, basada en el principio
de la Responsabilidad Social Corporativa, que además de estimular el incentivo
privado, estimula la economía en las diferentes cadenas: vertical y horizontal.
Aún en la actual crisis, las diferentes empresas, han aportado cerca de
seiscientos millones de dólares en responsabilidad social, una cantidad igual a
la que se anunció que aportaría ALBA al país, pero eso sí, en concepto de
préstamo.
La capacidad de
inversión social de las empresas, no puede ser atribuida al Estado, debido a
que el asistencialismo de éste, tiene visión estrictamente política y no
humanista, además sería fuente de corrupción y despilfarro, tal como lo han demostrado
ser, las distintas investigaciones periodísticas; y es que la tentación de usar
el erario público para fines diferentes del que se concibió originalmente, es
sumamente tentador, para quien o quienes
ejercen el poder y posee el control de las distintas instancias de la
contraloría pública.
Esta lucha ideológica,
no es comprendida aún, por la oposición política y, los partidos pequeños, para
tratar de conseguir votos, ofertan una mezcla de asistencialismo con libertad
empresarial, lo cual es imposible de cumplir, a no ser, por vía de un mayor
endeudamiento o con alguna fuente de ingresos estatales, diferente a la de la
recaudación fiscal vía impuestos, como tal sería una renta petrolera o una, de
alguna otra fuente siderúrgica, de la cual carece el país.
Mientras persista esta
lucha económica, será imposible realizar una reactivación económica pues se
permite un mayor campo de acción para las empresas para – estatales o
partidarias y, en consecuencia, la emigración hacia los Estados Unidos será
mucho más numerosa y de irreversible solución.
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