Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN
ACCIÓN
http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 2 de
enero de 2015.
Si un grupo se impone a
una población por medio del terror, dicho acto nominase terrorismo; más, si tal condición es aceptada por
la generalidad de la población y más aún, los candidatos políticos proceden de
los grupos terroristas, forzosamente se legitima a éstos. Este proceso se está
verificando actualmente en El Salvador: son las acciones de las pandillas, con
la colaboración y participación en los partidos políticos, los que contribuyen a la legitimación de este
estamento delincuencial.
Mauricio Castro
Santamaría, candidato a diputado por San Salvador, por el partido Gran Alianza
por la Unidad Nacional (GANA), reconoció que su relación con una de las
facciones de la Mara 18 (la tendencia Locos Revolucionarios) es “una realidad”, aunque sí negó ser uno de
sus miembros; sin embargo, los denunciantes, son de su mismo partido, según lo
afirma el periódico digital ElBlog, con fecha 29/12/2014, aunque el candidato
afirma que la denuncia proviene de otro partido político.
Si un miembro de la mara
o un allegado a dicho grupo es electo, se concreta el fenómeno de la “legitimación”
de la delincuencia, pues ésta elección, es prueba de su influencia política y de la aceptación general de la mara, en dicho lugar
(el voto residencial contribuye a este fenómeno). Pues si un grupo terrorista,
como lo es la Mara 18 o la MS (con todas sus variantes y diferentes ramas) ha
logrado que se la acepte socialmente porque es “una realidad”, se la ve como
“normal”, dentro de la sociedad y, más aún, cuando pretende que sus miembros, participen
de un partido político, para poder por
vía de elección popular, ocupar cargos públicos.
Para poder evitar las
candidaturas de este tipo, sería necesario presentar su impugnación ante el TSE,
con las correspondientes pruebas de su participación en Asociaciones Ilícitas, y
además, de una condena en tal sentido por Tribunal competente. Y como ni los
denunciantes van a iniciar un proceso judicial, y ni la nota periodística siquiera
tiene autoría reconocida, más que “la Redacción”, todo para proteger la vida de
su autor y la de los denunciantes. En consecuencia, desde una punto de vista práctico,
no hay forma de evitar candidaturas de este tipo, y más aún, cuando esto
beneficia al partido político para aumentar su caudal electoral.
El candidato de GANA,
recientemente cuestionado, reconoce la colaboración dada en campañas anteriores
al FMLN y PDC, lo cual claramente perfila su falta de ideología política, pero
no la de actuar con el interés de servir a un partido a cambio de algún
beneficio a la “comunidad” (o grupo delincuencial) a la cual pertenece. En las
campañas pasadas, las pandillas han sido parte de la estrategia partidaria de todos
los partidos políticos. Pero ahora ya no sólo se les “utiliza”, sino que se les
“incluye”, lo cual implica para éstas, un mayor grado de poder: de ser electos,
legitimarán la participación de dichos grupos, dentro de la estructura del
Estado.
Este fenómeno de legitimación
del terrorismo, no es nuevo: ya se vio en Colombia cómo el paramilitarismo y el
narcotráfico, penetraron las estructuras partidarias, hasta que sus candidatos
fueron electos. Y aún hasta hoy, queda la duda de si el triunfo del ex - Presidente Uribe, fue libre de la colaboración
del paramilitarismo. Sucede hoy lo mismo, en los altos de Guatemala, en donde
las pequeñas municipalidades, se encuentran en manos del narcotráfico, por
haber ganado sus candidatos, las elecciones.
Aún existen tres peligros
más: uno, es la negación del Gobierno del FMLN, de la existencia de la mara
como estructura organizada, con poder político; otro, es el cambio de la mara en su organización: si se
sigue tratando a esta como una estructura de crimen organizado (cuyo poder es
inferior al policial) jamás se le podrá controlar, y necesidad de la mara de salir de las ciudades hacia el
campo, para ocultarse en campamentos y aumentar su dominio territorial, es
signo visible de su crecimiento en número y de su nueva estructura, la cual no
puede ignorarse, pues está relacionada con la distribución de la droga al
menudeo. El tercer peligro, es el poder económico que poseen los mareros, a
raíz del dominio territorial, por lo cual es justo afirmar que su recaudación
es “predial”, considerando que lo que se renta es el “lugar productivo”.
La visión sobre las
pandillas como la presentada por la Iglesia Luterana en el documento Declaración de la Iglesia Luterana
salvadoreña sobre la tregua entre pandillas, publicado el 16 de julio de
2013, en Radio Cadena Mi Gente, dice “Las pandillas tienen poder territorial,
económico y social. Pero esto no se les reconoce para temerles ni para
asegurarles poder político, sino para incluirlos como parte activa en el
proceso de pacificación social. No se les puede ignorar, no se les debe marginar.
Son interlocutores que han dado un paso en un rumbo esperanzador. Para
desmovilizar este poder se deben crear alternativas de vida y producción. Pero
no como formas folklóricas de sobrevivir y asistencialismo, sino como una
reestructuración de medios de producción y de trabajo”. Es justificar el crimen y la delincuencia de las
pandillas y aceptar sus actos delictivos como una “fuente de derecho” que es
necesario legitimar, mediante la aceptación general.
El problema actual de
las pandillas, es que su poder es tal, que tiene capacidad de frenar la economía y controlar grandes
segmentos del poder público, lo que es
contrario a cualquier política de desarrollo nacional, tendiente a evitar la
emigración de los salvadoreños.
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