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miércoles, 14 de enero de 2015

¿PODRA DARSE FIN A LA VIOLENCIA EN EL SALVADOR?


Por     
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCIÓN  http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 14 de enero  de 2015.

En el 2014, en disputa de control territorial y sometimiento de la población civil, fueron asesinadas 3,942 personas que y la policía no sólo fue incapaz de  defender sino que algunos miembros fueron víctimas  de la terrible vorágine.  Ya no es momento de dedicar tiempo a dirimir la responsabilidad de tal aflictiva situación: si fue la tregua, impulsada por Mauricio Funes y el FMLN durante su Gobierno, o si fueron causantes  las políticas de Mano Dura de los gobiernos anteriores. Hoy, la cuestión es: ¿tiene el Gobierno la capacidad de recuperar los territorios dominados por las maras y, voluntad para actuar?

La respuesta a dicha pregunta, revelará  la visión política que el Gobierno tiene del  difícil fenómeno  y de cómo ha de enfrentarlo. Debe considerar primero  su número: existen 60, 000 pandilleros,  pero además, dependen de ellos 400,000 personas que indirectamente se benefician  del control territorial  que mantienen las pandillas, y por eso les dan “apoyo logístico y operacional”. Hay que considerar también, que el control territorial de las maras, puede superponerse al poder del Estado, hasta cierto punto y, traspasado este límite, el poder menos fuerte, sería es desplazado, considerando que en este caso,  el menos fuerte es el del Estado. Y lo último a considerar, es la fuerza efectiva que el Gobierno tiene, para ejercer su coacción a las pandillas.

Se tiene la impresión  de que el Consejo de Seguridad Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia, creado como ente consultivo, está más preocupado “ por la inclusión del mayor número de instituciones” y del presupuesto que manejarán (El Pastor Carlos Rivas manifestó que necesitaban $ 1,850 millones para contener la violencia, y que podrían lograrse en base a préstamos internacionales, donaciones, presupuesto y aportaciones de la empresa privada), su planteamiento en cuanto a las líneas de acción son vagas e indefinidas, pues lo único que se afirma es que se invertirá en educación, en prevención y en crear 250,000 nuevos empleos. Sólo para su funcionamiento, el  Consejo reclama $200 millones de dólares. Esta petición paree ser, más bien,  un nuevo negocio de quienes han sido designados a constituir parte de este Consejo y una distracción política de las obligaciones que le corresponden al Ejecutivo, en cuanto a la política de Seguridad Pública.

Si damos fe, a las declaraciones del Director de la PNC, en cuanto a que los asesinatos de policías se debe a la “respuesta contundente de la PNC en su lucha contra las pandillas”, cinco policías asesinados en trece días, comprobamos la total ineficacia de la Policía Comunitaria, pues dichos asesinatos son para el desalojo de todo policía que habita en la zona que opera la pandilla (los policías han sido asesinados en sus domicilios, durante el tiempo de descanso), la función de inteligencia de la Policía comunitaria, es precisamente detectar todo movimiento delictivo de la pandilla, ya sea para prevenirlo o proceder a su inmediata desarticulación. Esta situación ha permeado la integridad de la policía y  cada vez son  más comunes los procedimientos contra sus agentes, en delitos relacionados con las pandillas.

Por todo lo expuesto, concluimos que no existe una política clara para combatir el poder de las pandillas y podemos así, predecir  con claridad, lo que sucederá a futuro: observamos que las pandillas están utilizando los antiguos campamentos de los guerrilleros de la época de la guerra y que, ya en grupos de diez o más, están poniendo retenes de asalto en las carreteras.

La necesidad que tienen los institutos políticos, de solicitar “permiso” a la pandilla para poder realizar proselitismo, es un indicio alarmante de la situación en que se vive en las zonas controladas por las pandillas. Ese control, no sólo afecta a la política, sino también a la producción,  que debe pagar renta para poder laborar, pues de lo de lo contrario, se pierde una fuente más de trabajo.

Por esta  situación se acrecienta  la emigración hacia los Estados Unidos y además, envía un mensaje negativo al inversor extranjero y el nacional, busca otros países más estables para realizar sus inversiones.




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