Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN
ACCIÓN
http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 25 de
abril 2016.
Desde el triunfo de
Mauricio Funes, se ha intentado por cuatro veces, dominar o convertir a las
gremiales empresariales, en pro gubernamentales, debido a que la posición de
libertad empresarial y política, sostenida por la ANEP, es incompatible con la
política Gubernamental. Dicho intento de transformación ha dado origen a
fricciones que no proceden de las gremiales, sino del Gobierno, al pretender
imponer un criterio distinto del empresarial. Criterio que convertiría al país,
en patrimonio partidario y perdiéndose el sistema basado en la libertad y la
capacidad individual.
El primer intento de
controlar la economía y las gremiales empresariales, fue la creación de la
Unión Nacional de Empresarios Salvadoreños (UNAES): entidad gremial presidida
por Byron Larrazabal y por Julio Villagrán, uno de los gerentes de ALBA en su
división de venta de combustible al menudeo. Nunca pasó dicha entidad, de ser noticia periodística, durante abril y
mayo del 2009 y además, de citársela en algunos medios de Izquierda como FARABUNDOTERRA,
MONCADA Lectores y el CoLatino.
Una gremial empresarial
surge del quehacer económico de un grupo con intereses comunes y no, de un
propósito político que perseguía como fin, que los empresarios se sumaran al
Gobierno, para obtener sus beneficios y ser una extensión de la política
gubernamental logrando así, tener un
completo control de la economía nacional. Esta idea surgió de las exigencias
geopolíticas del ALBA y sería ejecutada por “los amigos de Mauricio”.
La retórica de dichos
personajes era la siguiente: En completo abandono estamos la inmensa mayoría
del empresariado salvadoreños y consideramos
que seremos un referente para el sector que, en los últimos años, no ha
tenido apoyo de las gremiales como la Asociación Nacional de la Empresa Privada
(ANEP), considerando que sólo ha estado respondiendo al gran empresariado y a los gobiernos de turno. De haberse aceptado
esta propuesta, el libre empresariado habría aceptado la dirección estatal en
sus empresas y la sobrevivencia de las mismas, a largo plazo, sería dudosa sin
la auténtica iniciativa privada.
Un segundo intento de
minimizar a la ANEP, fue discutir los asuntos económicos nacionales, con grupos
no empresariales, organizaciones
campesinas pro gobiernistas, organizaciones feministas, de derechos humanos y
varias otras, para que así, la posición
de la ANEP, representando a un total de cincuenta y dos gremiales, que
representan el 100% de la actividad económica del país, quedara minimizada ante
la opinión de todas las demás.
El tercer intento, fue
la confrontación directa y persecución económica a las empresas más
representativas, acusándolas de evasoras y haciéndoles más difícil las exportaciones
e importaciones, pero favoreciendo a las empresas ALBA, en sus gestiones
económicas en competencia con las nacionales.
Cuarto intento, es
propiciar la dirección “no confrontativo” de la ANEP, que facilitaría los trámites y demás
gestiones gubernamentales de muchos y de los más relevantes empresarios que hayan
consentido con el esquema Gubernamental.
Esta figura, es la que
actualmente se ha dado en Nicaragua: todo empresario que permite la injerencia
política y económica de la familia Ortega,
puede trabajar, pero siempre y
cuando no tenga opinión política propia. ¿Será este sistema el que nos conviene
para mantener nuestra economía o será la libertad económica que garantiza
nuestra Constitución?
Este esquema de presión
sobre la empresa privada es repetitivo, es repetitivo en Latinoamérica,
pues el mismo, se ha dado en Venezuela contra FEDECAMARAS y
en Ecuador contra la Cámara de Comercio de Guayaquil. La presión que hoy vemos
sobre la ANEP, proviene de las políticas ALBA. La defensa de los principios de
libertad económica y política, concierne
a quienes fundan sus empresas en dichos principios, aglutinando así, a todos los salvadoreños.
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