Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN
ACCIÓN
http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 12 de
abril 2016.
Plena convicción tiene
la sociedad salvadoreña de la corrupción de la clase política y, de la fuerte
relación de ésta, con el narcotráfico y demás formas del crimen organizado. La
relación societaria del vice Presidente Oscar Ortiz, con José Adán Salazar
(Chepe Diablo), capo del Cartel de Taxis - designado como tal, por el
Departamento del Tesoro de los Estados Unidos - sólo es un ejemplo más, de esa
relación que ya es conocida a soto voces, en El Salvador, pero que lesiona
profundamente, la credibilidad de todos los partidos políticos, en la ciudadanía, al grado de vislumbrarse ya, el
surgimiento de movimientos o grupos de distintas tendencias, que desean actuar
políticamente, manteniendo una pureza ideológica y moral, alejados de los
partidos tradicionales.
El Diputado suplente
por ARENA, Marcos Salazar, hermano y socio de José Adán Salazar “Chepe Diablo”,
declaró recientemente, que su hermano
era el hombre más investigado del país, pero que nunca se le habían probado
nada: en verdad, se le investiga desde el año 2000 y sólo encausado por evasión
de impuestos. Fue, dicha respuesta, una actitud desafiante ante los
señalamientos públicos, pero del mismo tono fue la de Oscar Ortiz, cuando los
periodistas le inquirieron sobre su
relación con tal narcotraficante: no es una relación única, sino muy común entre
los políticos. Si se indaga un poco más, seguramente se encontrarán las mismas
relaciones del ex - Presidente y hoy Diputado Francisco Merino, con el Alcalde
de Metapán, Juan Umaña Samayoa. Y así pudieran hacerse muchos más señalamientos
de funcionarios públicos que no han sido procesados, aunque sí, señalados por
los diferentes medios informativos.
El sentir de los
ciudadanos es que la corrupción y la
política son un medio para asegurarse la impunidad y tener la cobertura de la
estructura partidaria, “hasta que no me lo prueben judicialmente” como han
dicho algunos. Sin embargo, cada vez más, va disminuyendo el voto duro de los partidos,
pues las cúpulas excluyen a sus partidarios o restringen el voto interno,
para conservar su cuota de poder interno local o sectorial, para asegurarse una
candidatura.
También se puede
apreciar este fenómeno, en el alto costo de una campaña electoral: cada vez
disminuye el activismo voluntario y
aumenta el pagado: los partidos políticos ofrecen a sus activistas, salarios
inferiores al mínimo y, al no encontrar ninguna otra fuente de ingresos, los
activistas colaboran de esa manera, con el partido político. El partido en el
Gobierno, ofrece puestos públicos, si
sus candidatos ganan. Y si sumamos los costos de una campaña: radio,
televisión, vallas publicitarias y
regalías, su costo supera, en varias
veces la deuda política. Sólo el costo del día de las votaciones, en promedio,
cuesta a un partido político, un millón
y medio de dólares. Por esta razón, los
candidatos se ven en la necesidad de “apalancarse”. El dinero del narcotráfico se les ofrece como
una oportunidad para disminuir costos, creando una relación de dependencia con ellos. Y todo este
proceder, no escapa a la percepción ciudadana, que reacciona con repudio y
apatía.
Las mismas imágenes de
pureza, rectitud y probidad que proyectan los funcionarios en tiempo de
elecciones, se vuelcan contra ellos, al
difundirse hechos que desvirtúan sus posiciones públicas: la de Muyshondt y
Quijano, al saber sobre sus negociaciones con las maras, la del Diputado Carlos
Ruiz (El Diablito Ruiz), y otros líderes históricos del FMLN, que poseen ocho
empresas radicadas en Panamá, con las cuales han podido retirar del país
doscientos noventa punto seis millones de dólares, evadiendo impuestos y
beneficiando a sus propietarios, todo incongruente con su plataforma pública. Todo
en contradicción con la publicidad de ALBA y de las exigencias de Salvador
Sánchez Cerén, para con todas las demás empresas salvadoreñas.
Frustra hasta los más
acérrimos partidarios de los partidos
políticos, tanto de Derecha como de
Izquierda y, en una primera reacción, vemos indiferencia y apatía
política, pero en una segunda reacción,
aparece la acción política separada de los partidos políticos. Estas dos
reacciones ya se han dado: los movimientos anti corrupción son una muestra de
ello. Se ha visto actuar conjuntamente a
ambas tendencias, teniendo por denominador común, el desencanto con la clase
política. En una tercera reacción, viene el movimiento, que inevitablemente,
desembocará en un partido político, pero
esta vez, representando claramente, sus intereses ideológicos y, casi siempre,
en forma radical.
Este proceso es muy similar
al que se ha dado en España: la sociedad, cansada de la corrupción de los
partidos mayoritarios y tradicionales, el PSOE y el PP, ha sido sorprendida por el
rápido crecimiento de “Podemos” y “Ciudadanos”. Igual fenómeno fue el que permitió en el Perú, la llegada de
Alberto Fujimori al poder y que, pone
hoy a su hija, en el mismo camino.
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