Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Entre Estados Unidos, Rusia y China, se está viviendo
una suerte de guerra fría, en la que se están disputando sus respectivas áreas
de influencia, en una nueva estructuración geopolítica, luego del fin de la
Guerra Fría. Venezuela, por ahora, es el epicentro en Latinoamérica, pero muy
probablemente, éste conflicto se trasladará al área centroamericana, sí
Venezuela se consolida como área de influencia rusa.
Desde la creación de la Organización de Cooperación de
Shanghái (OCS) en 1996, por las República Popular China, Rusia, Kazajistán,
Kirguistán y Tayikistán, a las que se le han sumado Uzbekistán (2001), India y Pakistán
(2016) en lo cual se ve una maniobra de consolidación en derredor de su
“espacio vital”, lo que es previo a una expansión, en sus áreas de influencia
(lo cual está ya dándose). El rechazo de Rusia a que Bielorrusia formara parte
de este acuerdo, porque ésta, tiene intereses “europeos”, confirma que es un
bloque geopolítico.
La influencia geopolítica rusa en Latinoamérica, se
revivió en 1999 gracias al fortalecimiento de sus vínculos con el Gobierno de
Venezuela y, a los numerosos acuerdos de cooperación comercial, energética,
industrial, cultural y militar, con Argentina, Bolivia, Cuba, Brasil, Ecuador,
México, Nicaragua y Perú.
Hemos visto en los últimos días, una consolidación
interna del chavismo, gracias al dominio de las comunicaciones, los grupos de
calle, Ejercito y un repetido discurso nacionalista contra Estados Unidos. Es
muy difícil calcular el grado de penetración social, logrado por el chavismo, pues
es imposible medirlo con encuestas: tenemos que basarnos en las acciones de la
oposición y la resistencia del Gobierno.
Las ayudas que están gestionando Venezuela y sus
aliados, desde Naciones Unidas y la Cruz Roja Internacional, puede terminar
consolidando al régimen, por el desgaste de la oposición, y habría para la
ayuda rusa y china, un canal legítimo. Toda dicha ayuda, será en última
instancia, para mantener la lealtad del Ejército y de la Milicia.
El equilibrio logrado por Estados Unidos durante la
Guerra Fría, gracias a la gestión Nixon (explotando las diferencias entre Rusia
y China) y a la supremacía tecnológica y económica de Estados Unidos, ha sido
entendido, por estas grandes potencias, para disputar hoy, su hegemonía mundial.
Si no se llega a un acuerdo, como el
logrado durante la Crisis de los Misiles, con Cuba en 1962, Estados Unidos se
enfrenta ante dos disyuntivas 1) coexiste con un problema geoestratégico como
el de Kaliningrado para la UE o, 2) disminuye su área de influencia en
beneficio de Rusia o China, para que éstas, le permitan su influencia exclusiva
en Latinoamérica.
En el primer caso, el conflicto se trasladaría a
Centroamérica; El Salvador y Nicaragua serían nuevamente los antagónicos, como
en los años 80´s, pero esta vez China disputaría la región. La disminución de
la ayuda al Triángulo Norte, anunciada por Donald Trump, sólo favorecerá la
penetración rusa y china.
Existe la creencia, en el Departamento de Estado, que
Centroamérica no puede subsistir sin el comercio y relación con Estados Unidos
y, que el cese de su ayuda directa, encausará las decisiones de sus Gobiernos;
pero la economía centroamericana es tan pequeña que puede ser absorbida por los
mercados ruso y chino, si esto, les da un beneficio geopolítico en su lucha
contra Estados Unidos: Cuba ha sido ejemplo de ello y hoy, lo es Venezuela. Las
pérdidas económicas en tal caso, serían el costo de oportunidad que debe de ser
asumido.
No se perfila por el momento en El Salvador, un
Gobierno que asegure una alianza firme y confiable a Estados Unidos, debido a
que su triunfo ha sido sustentado por
fuerzas anti norteamericanas y que, de ahora en adelante, ejercerán presión
contra este Gobierno, a diferencia de lo sucedido en los años 80´s.
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