Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
El principio jurídico: “el poder del Estado es
superior a todo otro poder y representa los intereses colectivos”, en nuestro
país, perdió toda su certeza, pues su realidad jurídica ha cambiado: A) existe
una fuerza, fuera del Estado, que no puede ser controlada ni encausada. B)
dicha fuerza impone condiciones y C) domina a la población por medio del terror
y la fuerza. Así, la realidad jurídica del país, responde a dichas condiciones,
afectando todas sus relaciones con la población.
Durante los años del conflicto, el Estado combatió a
unos 16,000 o 18,000 guerrilleros y milicianos; tuvo un apoyo logístico, de
entre 80,000 a 100,000 simpatizantes, teniendo en contra de la guerrilla,
65,000 soldados y cuerpos de seguridad, más 200,000 soldados en reserva y
defensas civiles, todos sosteniendo la soberanía del Estado. Hoy, hay 40,000
policías y soldados, más 23,000 vigilantes privados (que no actúan bajo mando
unificado) que enfrentan a 60,000 pandilleros apoyados por 460,000 parientes
que viven del producto de la delincuencia. En 1992, se llegó a un impase
militar y fuimos, internacionalmente, forzados a un acuerdo.
Puede el Estado tener poderío aéreo y terrestre, con
sus baterías de apoyo, pero si su material bélico, no sirve para contener una
amenaza como la de las pandillas, es inútil y; más aún, si los mandos carecen
de capacidad y entereza, para entender la naturaleza de la amenaza, y preservar
la integridad de sus propias fuerzas, enviando al matadero, a nuestros soldados
y policías y se deja defensa. a la población civil.
Para mantener el orden social, el Derecho supone, el
acatamiento generalizado y voluntario de la ley, siendo la excepción el
delincuente, que será castigado y reeducado; pero esto, no es posible, si
existe un promedio de 14,1 personas en acatamiento del Derecho, por una que es
pandillero, o que vive directamente de las extorsiones y robos, que éstos
cometen. Son así las personas honradas, vacas de las que los delincuentes se
alimentan. Los controles contra el
lavado de activos, sólo alcanzan la economía formal, mientras que el dinero producto
de la delincuencia, se lava en lo subterráneo, de la economía informal, la cual
es en el país, mayoritaria.
Todo el mundo niega relacionarse con las pandillas,
pero Mauricio Funes y David Munguía Payes, pactaron con ellas y, todos los
políticos, les piden permiso para hacer su proselitismo. Las pandillas vieron así,
que era posible cambiar la relación delincuente-Estado, por medio del uso de la
fuerza y chantaje. Dimos a las pandillas
la lección de que “a más fuerza, más dinero y beneficios”.
Dice hoy Salvador Sánchez Cerén que, con la ola de
asesinados del sábado antepasado, le llegó un pliego de peticiones al
presidente electo y éste, rápidamente sugirió un gran pacto de nación. ¿qué
podemos esperar? Si persiste la creencia de que el Estado les debe protección y
respeto de Derechos a los mareros porque si son excluidos de la sociedad, es
por su pobreza.
Para que un país viva y prospere necesita de la
riqueza, que es creación exclusiva de la actividad privada. Pero, si gran parte
de la población, por medio de la extorsión y el robo, vive de esta riqueza y,
de la misma fuente vive el Estado, es necesario sumar la carga impositiva de
18.20% del PIB al 17% del PIB, que consumen los mareros, para apreciar la verdadera
carga impositiva, que soporta el quehacer privado. Ningún país puede
desarrollarse con carga semejante, ni puede ser atractivo para la inversión.
Forzoso es que el Estado y la sociedad cambien la
óptica con que ven a las pandillas: debe el Estado recuperar su soberanía.
Me parece bien analizada su opinion y la comparto. Lo unico que tengo duda es de donde se informo de las estadisticas con relacion a los criminales?
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