Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
El plan de seguridad implementado por Nayib Bukele,
tiene origen en los principios del Conflicto de Baja Intensidad, por lo que es
necesario considerarlo desde su duración, los derechos humanos y su
financiamiento; no debe perderse de vista que el problema ha tenido origen en
El Salvador, pero ha creado un problema regional y, al contenerlo en las fronteras
de Estados Unidos, México y Guatemala, genera una contramarea aquí en El
Salvador y, sin olvidar, que la naturaleza del emigrante, cambiará en el
futuro.
El Conflicto de baja intensidad es
una confrontación político –militar, entre un
Estado y grupos armados, por debajo de la guerra
convencional y, por encima de la seguridad pública, cuando ésta, es desbordada,
implicando que requiere la orientación del Estado hacia ese fin; sus características
son: 1) unidad de acción, 2) adaptabilidad, 3) legitimidad y 4) perseverancia.
Su resultado dependerá del apoyo de la población, de cortar sus vías de
abastecimiento y del apoyo internacional. Las razones de dicho conflicto, son
diferentes a las de los años 80’s, pero en su desarrollo y evolución, guardan
mucha similitud.
El pueblo ha aplaudido la represión a
la mara, sin embargo, ésta no ha devuelto la confianza en la población, pues la
presencia militar sólo por unos días, no basta; debe ser permanente sino que
debe de ser permanente, hasta que la vida se normalice, condición que plantea el
costo de las fases de intervención: los primeros días, se solicitaron 15
millones, luego 31, 91 y hoy, 120 millones, sólo de reorientación de
presupuesto. Todo parece indicar que puede llegar muy pronto, a la necesidad de
500 millones, tal como se ha rumorado, pero, ¿tendremos capacidad de sostener
este conflicto? La ayuda internacional se está dando, pero tendría que ser continua
y sostenida hasta su estabilización, lo cual será a muy largo plazo, pues la
mara se está desplazando a zonas rurales, pero sus familiares (dependientes de
sus ingresos por extorsión) aún residen en esos municipios y, si la presencia
militar es permanente y pasiva, desarrollarán nuevos métodos de extorsión o migraran,
creando un nuevo tipo de migrantes.
El FMLN se ha mostrado muy solicito
en apoyar a la mara y a sus parientes, y ser el canal político de esa situación,
logrando una permanencia e n el tiempo, y además en última instancia, canalizar
la opinión pública internacional, favorable a los derechos humanos y a la emigración.
Como muestra de ello, es el caos
jurídico que están causando las nuevas disposiciones en los centros penales; su
director, seguramente, se verá responsabilizado, dentro de muchos años, por los
hechos que hoy se están dando, como lo son hoy, los procesados por el Mozote,
por la muerte de los sacerdotes jesuitas o el Calabozo. Las fuerzas que
actualmente se manifiestan en favor de las maras y en el mundo, el derecho a la
emigración, son las mismas que exigen el castigo a las violaciones de derechos
humanos, durante el pasado conflicto armado.
No olvidemos de que para que en El Salvador
se desarrollase el conflicto de baja intensidad en los 80´s, Estados Unidos
tuvo que prever la amenaza que El Salvador constituiría, si caía en la esfera
soviética, y por ello, hizo punto prioritario, su ayuda militar. En el
presente, El Salvador, vuelve a ser una posible amenaza para la
desestabilización del área y, la lucha que se ha emprendido será larga y costosa:
no puede ser enfrentada con éxito por los salvadoreños, sin consumir sus recursos
y limitar su desarrollo, lo cual agravará más el problema de la emigración.
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