Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
La Comisión
Internacional Contra la Impunidad en El Salvador (CICIES), anunciada por el
Gobierno Salvadoreño, seguirá, según parece, los lineamientos propios de la OEA y la ONU, siendo
que, los objetivos del Gobierno, manejados secretamente, serán los mismos de dichos
organismos, siendo aplicados desde una
visión de izquierda y supranacionalmente; si, como referencia, tomamos la experiencia de
Guatemala - presentada por Bety Marroquin, Geovannii Frattii y los Coroneles
Juan José Recinos y José Luis Alvarado Guevara - en evento auspiciado por el
Instituto de Derecho Militar, junto con su par guatemalteco.
La libertad nos
asegura el ejercicio de la soberanía, plasmada en el Art. 83 Cn., que se
manifiesta de dos maneras: en la capacidad de elegir a nuestros gobernantes y
en el reconocimiento internacional de nuestra autonomía. Todo nuestro sistema
jurídico, político y económico, ha sido resultado de la decisión de nuestros
Gobernantes y cuando una institución extranjera interviene, ejerce una presión
directa, por la cual terminan siendo moldeadas.
El Derecho Internacional
público, al determinar las relaciones de un Estado con una entidad
internacional como la ONU, OEA, Unión Europea, etc., lo hace siempre por medio
de Relaciones Exteriores, que sirve como un filtro o válvula de regulación, que
filtra la intensidad de esa relación, pero cuando no es así, como ha sucedido
con la Comisión Internacional Contra la Impunidad, en Guatemala (CICIG), suelen
violarse las normativas internas, provocando más injusticias que las que se
pretenden combatir.
En muchos casos, la
violación del debido proceso y, la autonomía en su gestión, han provocado
corrupción en la CICIG, que supuestamente, lucha contra la corrupción. No
debemos de olvidar que sin importar la figura que se adopte nacionalmente,
siempre es una entidad en relación asimétrica con las nacionales, cuyos
funcionarios se relacionan con ella individualmente y no, como con el Estado.
En muchos casos, como en Guatemala, la CICIG ha servido para potenciar muchas
políticas, no relacionadas con la corrupción, pero que han sido debate entre
las ideas liberales y la izquierda.
Nuestra estructura
política y económica, han sido el producto del acomodo de las fuerzas liberales
con la izquierda, al término de una guerra de más de 10 años y de una lucha
constante de 25. Igual circunstancias ha vivido Guatemala, pues esas luchas
fueron en el marco de la Guerra Fría. No desaparecieron las fuerzas en
conflicto, sólo abandonaron las armas y, si una entidad extranjera, por medio
de sus representantes, pretende modificar algunas de las estructuras
jurídico-políticas, en favor de tal o cual sentido, volveremos a crear
conflictos, no armados, pero sí sociales, que sólo amenazarían más, nuestro ya
deteriorado sistema de Gobierno.
El mayor flagelo de
una sociedad es la corrupción, que sólo ha sido posible por la ignorancia y supresión
de los valores cívicos y familiares, que anularon la formación moral del
ciudadano desde su infancia. La formación cívica llevará igual período de
tiempo recuperarla, pero no será una CICIES, con su propia agenda política, a
fin de la izquierda, la que lo logrará. Parecería que con el pretexto de
nuestra incapacidad de gobernarnos o, falta de recursos, nuestras libertades están
siendo delegadas a extranjeros.
Nuestra ignorancia
cívica, ha permitido que los corruptos lleguen al poder, ocupando los recursos
del mismo Estado para mantenerse en el: Saca y Funes son los máximos ejemplos
de ello.
Si no podemos cambiar
a nuestros políticos, sin un rompimiento constitucional, lo que equivaldría a
quemar la casa, para evitar una plaga, sólo nos queda agruparnos y, desde la
sociedad civil, organizarnos en una contraloría de la CICIES, vigilando para
que se cumplan la Constitución y Leyes de la República.
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