Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
El cambio climático, es un fenómeno que tiene por
causa la acción del hombre y que se ha sentido en el mundo entero; para nuestro
país, es una seria amenaza, por su pequeña extensión, gran número de habitantes
y, el grado de depredación ambiental, que nos obliga a abordarlo
prioritariamente, sin sesgo político, sino como realidad mundial que implica la
responsabilidad humana, por su supervivencia como especie.
Algunas personas quieren relacionar el cambio
climático con un modelo económico: el mercantilismo, derivándolo al
liberalismo: creen que, combatiendo esos
sistemas, se protege el medio ambiente; esperan que el “hombre, sea amigable
con el planeta y consigo mismo”, prescindiendo del consumo y del uso de la
tecnología, que es la que nos ha dado el bienestar y que permite la
preservación de la vida humana, con una mejor calidad de vida.
Se destruyó el agro, por cuestiones políticas, en los
años 80´s, lo cual, junto al conflicto armado, generó el abandono del campo,
creando una mayor presión poblacional sobre las ciudades. Al perder el agro
importancia económica, todas las políticas gubernamentales se centraron en la
industria y el comercio, lo cual destruyó la única industria establecida y auto
sustentable, que mantenía el único bosque del país: el café, distribuido en el
10% del país y el cual ahora, apenas llegará a 180,000 mz. sembradas y que van
disminuyendo.
La destrucción del único bosque del país, no solo lo
daña: es una perdida para el mundo, pues el sistema climático, es mundial, no
conoce barreras humanas. El café ha sido base de la economía nacional y también
del conservadurismo en el país. Su destrucción fue planificada: luego de su
bonanza de los años 50´s, quedó vulnerable para los 80´s. Hoy quedan, de poco
más de 50 beneficios, solamente quedan menos de 13. Y muchos de ellos han sido
vendidos a empresarios hondureños y los pocos que aún funcionan, poseen una
capacidad instalada, superior al café cosechado.
La industria del café, no se limita al productor y a
quienes trabajan en las fincas, sino que se extiende al beneficiador-exportador
y de allí, a la banca, generando una larga cadena de valor: su recuperación sería cuestión de décadas.
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