Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
El populismo es el medio de tomar el poder, usando la
voluntad popular, pero sin que el pueblo pueda razonarlo, frente a las
necesidades nacionales. El populismo actual, es ya de tercera generación: utiliza
la nueva tecnología y sigue siempre los mismos patrones, cuya forma, es
identificable en cualquier régimen de este tipo.
Inicialmente, el populismo fue utilizado por Benito
Mussolini en Italia, como método de propagación del fascismo. Fue retomado por
Juan Domingo Perón, en Argentina y, en una tercera generación, por Hugo Chávez
en Venezuela. Es propio del populismo, la destrucción de las economías de los
Estados o el arrastre de éstos, a una guerra. Los populismos latinoamericanos
modernos, son de tercera generación.
El populismo exalta la imagen de una sola persona,
centrando todo el gobierno, en dicha imagen. Sus Ministros y demás funcionarios
son sólo sus servidores. Para mantener el control absoluto, crea pequeños
feudos o grupos de funcionarios, entre quienes establece competencia tal, que
no es posible que surja imagen que pueda dar sombra al populista, pero si tal cosa
sucediese, pero si surgiese, serviría como chivo expiatorio, de los errores del
populista, evitando que el sistema de pesos y contrapesos opere. Además,
necesita una reelección continua, aunque la legislación no lo permita y es
razón para que la ley, deba ser adecuada a su conveniencia, lo cual altera el
sistema republicano; tal ha sucedido en Venezuela, Nicaragua, Bolivia y en
cierto sentido, en Argentina.
El populista se vale del discurso, para señalar la
corrupción o, el mal estado del país; crear una corriente de pensamiento, inducida
hacia sus fines; utiliza científicamente la tecnología, no permitiendo que los
procesos naturales de la reflexión se puedan ejecutar por el pueblo o creando
una corriente a la cual el ciudadano se ve inducido a seguir. Para ello, hoy se
crean cuentas falsas de troles (antes medios impresos y organizaciones
fantasmas) que producen una sensación de “corriente social mayoritaria”. En tal
sentido, todos los recursos del Estado son volcados hacia dicho fin, olvidando
las verdaderas necesidades del bien común. Enfatiza el populista, la intensidad
o gravedad de la crisis social, para manipularla fuera de la realidad, comprando
lealtades con el erario público.
La riqueza es repartida a criterio del populista. Lo
comprobamos cuando Evita Perón dijo: “¡Ustedes tienen derecho a pedir!” y
“Sangra tanto el corazón del que pide, que hay que correr y dar, sin esperar”,
vemos que supedita a ese fin todo interés económico, sin importar el origen de
la riqueza: del fruto privado, de lo recolectado por el Estado, en razón de
impuestos, préstamos internacionales o de la explotación de recursos naturales,
propiedad del Estado, aunque alterando así, los ciclos naturales de la
economía.
En consecuencia, la verdad la fábrica el populismo y se apropia de ella, convirtiéndose en el
representante de la verdad nacional, en aplicación de la sentencia “Vox populi,
Vox dei” (voz del pueblo, la vos de Dios”, por lo que colapsa el sistema democrático: utiliza la representación,
como medio de manipulación, pues el
ejercicio directo del poder, por parte del soberano, no es posible: el
populista lo encarna y ejerce, por lo
que su poder no tiene límite, se encuentra por sobre la ley, pudiendo cambiarla,
en su beneficio.
El error de los políticos frente al populismo, es pretender
usar la tecnología, en forma populista, para combatir el populismo, lo que
tendría como resultado, el cambio de un dictador populista por otro igual. Por
tal razón, el populismo debe combatirse con la verdad y mediante las reales
organizaciones cívicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario