Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
Declarado
inconstitucional el Decreto Ejecutivo N° 32, queda éste, expulsado del mundo
jurídico, advirtiendo al Ejecutivo, de que no puede continuar invadiendo las
esferas de otros Órganos, ni violentando los derechos de los ciudadanos. Dicho
Decreto, reflejaba la tendencia del Ejecutivo, a cambiar la estructura e
interpretación de la Constitución, invirtiendo su sentido, y volviendo normales,
los poderes que, por excepción, se le han dado al Gobierno, limitando permanentemente,
los derechos del ciudadano.
El Decreto, en su
considerando V, interpreta el Art. 101, inc. 1de la Constitución, como si la
libertad económica, se contrapusiese a la salud pública y, por esto, limita
toda actividad económica, permitiendo su ejercicio, sólo a criterio del Ejecutivo.
En el considerando IV, pretende usar, en sentido restrictivo, de derechos, las
distintas recomendaciones, para combatir la pandemia, de Organismos Internacionales,
e interpreta en sus considerandos I y II, que la preservación de la vida (en su
sentido físico e individual) es el objetivo del Estado y no, en su sentido amplio,
integral, como lo expresan los constituyentes de 1983.
Este cambio, da al
Ejecutivo, la potestad de disponer sobre los derechos individuales que
garantizan la vida plena en sociedad, extinguiendo los derechos y garantías individuales.
En su interpretación errónea de los principios constitucionales, invade la
esfera de la Asamblea Legislativa. El Decreto 32, pone al Ministerio de Salud,
como el rector del Órgano Ejecutivo y a la Asamblea Legislativa, como un mero
espectador, que debe autorizar la
restricción de libertades, ordenada por el Ejecutivo y obtener los fondos
necesarios, para la continuidad del sojuzgamiento permanente de los ciudadanos.
La supresión de
derechos y la usurpación de funciones legislativas que conlleva el Decreto 32,
reflejan una inversión de los conceptos constitucionales: las medidas a tomarse
en una crisis, son temporales y acordadas en conjunto, de acuerdo al marco
constitucional, entre los Órganos Ejecutivo y Legislativo, pudiendo intervenir
la Corte Suprema de Justicia, en la Sala de lo Constitucional, si la legalidad
se rompe. Pero ahora, pretendese hacer normal esa excepcionalidad, con
supremacía del Presidente de la República y, en detrimento permanente, de los derechos
y garantías constitucionales de los ciudadanos.
Todo nos llevaría
inevitablemente, a un socialismo disimulado por democracia, y en el que los
derechos individuales, ceden ante el “poder popular”, como dicen los troles de
Nayib Bukele.
Aún sin la inconstitucionalidad
del Decreto 32, los médicos no han abandonado a sus pacientes regulares, los
operarios han trabajado, la ropa y calzado se vende en las calles. Todo porque
es la vida cotidiana y normal de una sociedad, la que se desenvuelve: todos
están conscientes del peligro de la pandemia y, procuran realizar sus
actividades, tomando las mejores medidas de protección, de las que se pueden
proveer.
Sólo el empresario
formal y grande, no puede ejercer sus labores, pues el Gobierno, tiene el
alcance de cerrarlos, pero la vida fluye normalmente en la informalidad,
desarrollándose en clandestinaje, la vida normal. Una sociedad libre, no puede
desarrollarse en esa forma, ni un Estado puede mantenerse a sí mismo, sin esa
actividad diaria, que marca el dinamismo colectivo, pero que el presente
Gobierno, pretende, en las próximas elecciones, poder perpetuar y legalizar las
restricciones de derechos fundamentales e inalienables.
Hoy, la
institucionalidad ha protegido los intereses del ciudadano, pero si el presente
Gobierno continúa, tendrán que ser los ciudadanos quienes directamente,
procedan a su legítima defensa; por ello, es preferible sostener el presente
sistema político, que permitir un cambio, que sólo pretende subyugar al
ciudadano en sus derechos y, concentrar en un dictador, el poder político.
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