Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
El potencial
operativo de la Fuerza Armada y su armamento, son cuestión de Seguridad
Nacional: su utilización política, los vuelve tema de dominio público. Su
manipulación por parte del Ejecutivo y los troles de Bukele, destruyen el
sistema democrático desde su base: la voluntad e intereses del ciudadano. Puede
apreciarse la intención de utilizar a la Fuerza Armada con fines que no son los
que prescribe la Constitución: la defensa de la soberanía nacional.
En la página “defensa.com”,
con fecha 5/noviembre/2013, se encuentra el artículo titulado: “Balance Militar
El Salvador-Honduras”: sirve de ilustración sobre los armamentos de los dos
países, para entender las razones geopolíticas, que señalan las prioridades
geoestratégicas y, el armamento necesario, para lograr los objetivos a
defender.
El Salvador, no
tiene conflictos soberanos con Guatemala ni con Nicaragua: ya fueron resueltos
desde principios del siglo XX, pero sí, con Honduras que tiene pretensiones
soberanas, sobre nuestro mar territorial. Durante los años 30, el General
Maximiliano Hernández Martínez, procuró ayudar en Honduras, a una de las
facciones, para poner fin a cualquier conflicto futuro con El Salvador, pero
sus esfuerzos fueron infructuosos.
Esto nos lleva a
concluir que, la Fuerza Armada es un disuasorio de tales pretensiones; un disuasorio
último, pues primeramente son nuestras relaciones comerciales con toda
Centroamérica y la necesidad de un paso libre entre el Atlántico y el Pacífico,
como alternativa o desahogo del Canal de Panamá.
Nuestro armamento
moderno, desde las adquisiciones del Presidente Don Pio Romero Bosque, a final
de los 20´s, fue armamento español repotenciado. Utilizado inicialmente en la
guerra del Rif (1911 a 1927), luego fue vendido (reparado y puesto a punto, en
su estado original) a México, Argentina y otros países latinoamericanos. Nuestro
armamento actual (barcos, helicópteros y fusiles) fueron donaciones de los
Estados Unidos, procurando mantener en Centroamérica un balance armamentista, y
que tales armas sirviesen a sus ejércitos, pero que no fuesen determinantes en
un conflicto regional, si alguno se diese.
Es la razón de tener armamentos similares con Honduras.
Las armas que
sirvieron en la guerra con Honduras (fusiles G3), adquiridas con capital
privado e inicialmente, en forma clandestina, prueban lo complicado que es la
compra internacional de armas. Los aviones Mustang que fueron comprados en esa
época, habían servido en la Segunda Guerra mundial y salieron de contrabando de
Estados Unidos, volando clandestinamente sobre México, hasta llegar a Guatemala;
nuestros cañones 105 yugoslavos, siguieron un tortuoso camino, igual que los
anteriores: podría escribirse una novela de espionaje e intriga diplomática.
Hoy se hace
pública una permuta de armas, para crear un efecto político electoral, dejando
al descubierto, la realidad de nuestra Fuerza Armada, acentuando el desbalance
con Honduras que se basa, no sólo en el número de armas, sino en la conducción
y capacidad de sus dirigentes. La utilización política de la Fuerza Armada y la
manipulación de las demás instituciones públicas, destruyen la unidad nacional
y, la capacidad de respuesta a una amenaza.
La corrupción
revelada por el periodismo investigativo, en la restauración de un helicóptero
Bell, por el Ministerio de Defensa, refleja la posible utilización del material
bélico, en cuestiones internas del país, para reprimir posibles estallidos
sociales, ya previstos por el Ejecutivo, ante la crisis económica que se nos
avecina. La crisis ha sido agravada por la lucha emprendida por el Gobierno
contra otros Órganos del Estado.
La interpelación
al Ministro de Defensa, probaría la sujeción del poder militar al poder civil y
así, evitar abusos del Ejecutivo. Si la Asamblea Legislativa no reestablece el
equilibrio de poder, roto por el Ejecutivo, su restauración recaerá en la
gremiales, sindicatos y organizaciones cívicas.
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