Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
La captura de
Gustavo López Davidson y de los generales Munguía Payes y Benítez, es sólo un
temblor en el terremoto político que vive este país; su fin es crear los
efectos electorales que distraigan de lo fundamental: los abusos de poder y
consolidación de una dictadura, destruyendo el sistema democrático, republicano
y representativo, con ayuda de la Fuerza Armada y la utilización de los fondos
públicos.
Desde finales del
Gobierno de Saca, se ha utilizado el ataque a dirigentes de ARENA o
expresidentes, como medio de restar votos en las elecciones futuras, créese que
las acciones individuales, pueden ser atribuidas a la totalidad de los
afiliados y simpatizantes. Esta forma de ataque, ha dado altos réditos
políticos: primero el triunfo del FMLN, después el de Nayib Bukele; esta
estrategia, ha variado en sus objetivos personales, pero no, en su fin.
Agravada por la política del partido, de no reconocer que dicha estrategia, es
contra el partido y no, contra una persona. El FMLN, ha sido monolítico en la
defensa de sus miembros, por lo que, no se le ha atacado, de esta manera.
Lo Crímenes de
Guerra y Crímenes de Lesa Humanidad, cometidos por el FMLN, han quedado
impunes, pues todo señalamiento, en tal sentido, se combate diciendo que son
maniobras políticas y electorales de la Derecha, esquivando así, su
responsabilidad. Aunque ha sufrido una contracción partidaria, ha tenido la
habilidad de poner al frente, a diferentes cuadros, pero conservando su
verticalidad, como lo estuvo durante el conflicto armado. Puede decirse que,
sólo la escisión de Bukele, les ha causado mella, pues muchos de sus antiguos cuadros
son hoy, el pilar central de Nayib Bukele; una escisión que vino preparándose
muy taimadamente, desde su nombramiento como Alcalde de Nuevo Cuscatlán,
aglutinando las diferentes purgas del FMLN guerrillero.
La estrategia
distrae y oculta la maniobra de destrucción del sistema republicano y
democrático: su sensacionalismo, opaca los desvíos de fondos públicos y, las
violaciones a los Derechos Humanos, cometidos durante la pandemia, justificando
las acciones contra el sistema, realizadas por Nayib Bukele y sus allegados.
Los distintos
distractores políticos, creados por Bukele, no permiten apreciar el desfalco
que hoy se está dando: los mil millones prestados para la pandemia, ya no existen,
pues han sido empleados en destinos diferentes. El presupuesto del 2020, ha
sido despilfarrado y los Ministros se niegan a dar cuentas sobre sus gastos,
tal hace el Ministro de Agricultura y la Corte de Cuentas de la República, que
afirma, que ya no puede investigar.
Si la corrupción
de los funcionarios fuese únicamente para enriquecerse, habría un perjuicio
limitado, pero mucho de ese dinero, es utilizado con fines electorales,
destruyendo al sistema republicano y democrático. Hoy los fondos desfalcados,
se utilizan por los partidarios de Bukele, a su plena conciencia, sólo para
consolidación de su poder.
Se dice que la
Fuerza Armada militarizó la Asamblea Legislativa, pero fue el Ejecutivo el que
pretendió suprimir la Asamblea, por lo que vemos una manipulación de la Fuerza
Armada como tal y, la expresión de Bukele de querer fusilar a los Magistrados,
es para amenazar al poder judicial. Su violencia afloró, como cuando tiro una
manzana a su concejal por contradecirle: tales actitudes son contrarias al
sistema republicano, que se basa en el equilibrio de poderes.
Si los
salvadoreños no exigen a sus funcionarios rendición de cuentas, estarán
forjando las cadenas de su prisión y, si las entidades internacionales, dan más
dinero a este Gobierno, que no responderá por sus obligaciones, lo verán acercarse
a esferas geopolíticas, hoy antagónicas a quienes le apoyan.
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