Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
Neo-presidencialismo,
llámase al orden político actual que va deslizándose poco a poco, hacia una
neo-monarquía; proceso que es inadvertido, por quienes luchan por el sustento
diario y a quienes hoy, en el sistema que tenemos, no les permite desarrollar
su potencial y creatividad. También pasa inadvertido para los políticos, que
buscan ser electos, pues su mira está únicamente en el favor de la masa y sólo
ofrecen, lo que ésta puede asimilar. El proceso que vivimos, no sólo se ha dado
en El Salvador, también en otros países, con consecuencias muy nefastas.
El neo-presidencialismo, es un régimen de gobierno, en el cual el poder ejecutivo, posee
preeminencia (de facto y por cualquier medio) sobre el resto de los poderes
y orden constitucional. Se le conoce también
como hiperpresidencialismo. En Latinoamérica, es una derivación de las
dictaduras, basadas hoy, en el populismo, que justifica el origen del poder. Al
romper la estructura democrática y republicana, puede derivar en una
neo-monarquía, que justifica el autoritarismo, en la supuesta voluntad popular
y, en la interpretación del bien común, no en la Ley, sino por parte de quien
ejerce coercibilidad.
Los ejemplos de las dinastías Castro en Cuba, de los Ortega en
Nicaragua, de la sucesión de Chávez en Venezuela y la que pretendió instalar
Evo Morales en Bolivia, carecen de sentido, para quien vive de su trabajo
diario y, la pandemia que nos azota, le impide desplazarse en bus para acudir a
su lugar de trabajo y labora hoy, en la informalidad. Es tal su necesidad, que
cree en el asistencialismo gubernamental y piensa que, a quienes viven mejor
que él, no les ha afectado esta catástrofe nacional, agravada por las
disposiciones gubernamentales.
El funcionamiento de nuestro sistema político, se basa en el voto
popular y por ello, todos los partidos apelan al mismo, pero sin mostrar las
implicaciones de la política, más allá de la comprensión de las necesidades de
sus electores. Esto hace que quienes ejercen hoy el poder, para la
consolidación del mismo, propongan abiertamente la desobediencia a la normativa
constitucional, salvo la que les sea favorable, en un retroceso al orden
constitucional presente.
Desconocer la normativa necesaria, para ejercer un cargo público
(declarar su patrimonio, para después verificar que no ha habido enriquecimiento
ilícito), pasar sobre las distintas sentencias de la Sala de lo Constitucional
o, declarar que no acatara una disposición de la Asamblea Legislativa, de rango
constitucional, como es la relativa a la deposición del cargo por violaciones a
los derechos humanos, pasa la línea de neo-presidencialismo, a neo- monarquía.
Y en este contexto, un inadvertido cambio en los símbolos patrios, significa un
cambio en el sistema republicano.
La forma del Gobierno y Estado, no es concepto político partidario, sino
jurídico-filosófico y, siguiendo los conceptos del filósofo alemán Karl
Lowenstein, padre del constitucionalismo moderno, los regímenes neo
presidencialistas, son una forma de absolutismo disfrazado,
con los elementos propios de la democracia (elecciones, contralores, etc.),
porque estos elementos "democráticos", son aquí, sólo una estrategia
para consolidar su condición absolutista.
La consecuencia de dicho proceso, es la represión disfrazada y justificada
por cualquier circunstancia, real o ficticia, pero que sirva para la
concentración de autoridad y, se imponga la voluntad del dictador. Consecuencia
inmediata, de la pérdida de la libertad, es la falta de actividad económica.
Hoy vemos que la actividad derivada del formalismo, está paralizada y florece
la informalidad, a la que no llega la potestad del Estado. Y de allí, la
exigencia de un nuevo encierro y un nuevo régimen de excepción, deslizandonos
inconscientemente, a un nuevo sistema, que ahogará las libertades individuales,
acrecentando la autoridad del dictador.
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