Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
San Salvador, 19 de
mayo de 2013.
La existencia de partidos
políticos, es garantía del pluralismo político y, en consecuencia, también lo es del sistema democrático. Más, sino
se da la renovación generacional de
cúpulas de los partidos políticos, aumenta la apatía política de la sociedad, cúrrese
el riesgo de que el poder se acumule en
manos de un pequeño grupo de dirigentes,
que constituyen una verdadera clase social, excluida del resto de la sociedad. Para quienes en
consecuencia, forman esta clase dirigente, el Estado es su patrimonio, pues de
éste, proceden sus fuentes de ingresos y
por lo
que, cualquiera sea la coyuntura, defienden ferozmente, sus privilegios.
Así como en la mayoría
de los países occidentales, en El Salvador, se esta abandonando el quehacer político por
parte de quienes son los verdaderos actores,
los ciudadanos. Es tan notorio este fenómeno que, el analista político,
Andrés Oppenheimer, ha hecho la pregunta
siguiente: “¿Está en Crisis El Sistema
Democrático en América Latina?” Es una fenómeno que podría propiciar la
consolidación de nuevos dictadores en Latinoamérica. En igual sentido, la
politóloga brasileña Cris Pironi, escribe en su blog COGITO, ERGO SUM, un
artículo intitulado “La Apatía
política”, del cual extraigo este párrafo que es muy aleccionador: “La
apatía política puede estar relacionado con los altos niveles de corrupción en
un país o de la unidad nacional, que tiende a hacer que los electores se
sienten incapaces de interferir, de hecho, las cuestiones políticas, lo que
hace que el costo de la votación consciente (recordando que el costo de la
búsqueda de información para proceder a una votación, de hecho, informado, es
bastante alto), el alejamiento de los partidos políticos de sus bases, es decir
los ciudadanos, por lo que las partes sólo aparecen las siglas sin ningún tipo
de identificación más consistente, la opción de no participar en la vida
política.”
Y para mayor
comprensión de este tema, transcribo el concepto de APATIA POLITICA, tomado del
Glosario de Conceptos Políticos Usuales, de Eduardo Jorge Arnoletto, que dice: “Es
un estado de indiferencia, pasividad, falta de interés respecto de la política.
Se la vive siempre como espectador y se intenta ignorarla. Va acompañada de una
baja receptividad a estímulos políticos y un bajo nivel de información
política. Es un fenómeno que se da tanto en sociedades democráticas como
autoritarias, pese a que en ambas (si bien son distintos) hay mecanismos
promotores de la participación política. En su formación puede incidir la
escasa visibilidad y difícil acceso del sistema político ("el Estado son
ellos") y algunas características de la cultura política (el excesivo
individualismo, por ejemplo). La apatía política socialmente difundida aumenta
el margen de maniobra, la discrecionalidad, de las clases dirigentes, excepto
cuando el logro de las metas propuestas exige un alto nivel de movilización
social”.
En nuestro medio,
advertimos que las cúpulas partidarias y los actores políticos menores, son los
mismos desde hace treinta años, desempeñando diferentes roles, según sea el
designio de su partido en la política. La falta de renovación de éstos
políticos, ha sido proclive a que se cree una
casta política que, tras décadas
en el poder, ven en el Estado su fuente de ingresos y de posición social.
En tal situación, pensar
que un dirigente político ceda, voluntariamente, sus privilegios, en beneficio
de nuevas generaciones, resulta una utopía,
pues abandonar sus privilegios o cederlos voluntariamente, va contra la
naturaleza humana, que defiende lo que
cree ser suyo y, así, la natural
selección política, se frustra. Las
posiciones políticas se ganan, frente a la opinión pública (de masas y de
élites), en detrimento, de quien pierde fuerza; el dirigente tiene que ganarse
el reconocimiento por mérito propio y no, por una designación; de no ser así, la estructura partidaria que lidere, se
desmoronará por falta de cohesión y liderazgo. Pero el relevo, no se ha dado en
nuestro medio y, no se ha dado por la apatía política existente: las viejas
dirigencias, no han tenido, a su existencia, una seria oposición. Por el
contrario, estos viejos dirigentes, se cohesionan frente a aquellos que deseen
substituirlos. Con su poder y experiencia
negocian con sus pares políticos y antagónicos ideológicos para sostener
los beneficios de su poder.
Con la situación
descrita, se corre el riesgo que por la apatía política, se enquiste en el
poder el más fuerte y más hábil de la clase política, haciendo ofrecimientos
populistas y una alianza perpetua con sus opositores, frente a la ciudadanía.
La política en nuestro país, es una muestra típica de lo expuesto: si se quiere
atraer votos de determinado sector social, ofrécele, satisfacer su necesidad
económica, sin importar la sostenibilidad y la viabilidad misma del proyecto. La
oferta que se haga, dependerá del sector al que se quiere conquistar así. Este
tipo de populismo, olvida lo esencial de la subsidiariedad del Estado: la salud
y la educación.
La izquierda que ha
estudiado este fenómeno, ha hecho propuestas para corregirlo y ven en la
Democracia Participativa la solución. Así se presenta en la investigación “Hacia una democracia emancipadora: el
proyecto de la nueva ciudadanía latinoamericana” de
Zulay C. Díaz Montiel y Álvaro B.
Márquez-Fernández, avalado por la
Universidad de Zulia, Venezuela. Esta vía para resolver la apatía política,
sólo propicia el control de la voluntad ciudadana, por parte de los activistas
profesionales y no asegura el funcionamiento del sistema democrático y
representativo, sino por el contrario, lo destruye por un sistema populista. La
izquierda establece la premisa de que la apatía es producto de la exclusión
social y la falta de poder económico; esta premisa es falsa, pues las causas son
muchas y así se prueba a continuación.
Si bien las
transformaciones sociales, nunca provienen de la masa, sino de las élites
sociales, es el ciudadano común, el que promueve los cambios sociales cuando ha encarnado en ellos
una idea política, mediante la interacción cotidiana, el comentario político
generalizado. Debido a la imposición de la vida moderna, se obliga a que el
individuo, vea primeramente, por la
satisfacción de las necesidades diarias,
para preocuparse en segundo término
de las situaciones sociales que no puede cambiar directa e
inmediatamente y, esta es consecuencia de la
tendencia natural del liberalismo (individualismo), reaccionando solo cuando el peligro común amenaza su vida
cotidiana.
La función de los
gremios y sociedades, dentro de la
colectividad (Cuerpos
Intermedios) es la de alentar la participación ciudadana, en defensa de sus
intereses particulares (de gremio) hacia los partidos políticos, para obligarlos a seguir el sendero de las
necesidades expresadas en el Bien Común. Sin embargo, cuando no se ejerce tal
misión o se crea enfrentamiento de un gremio, con las entidades de Gobierno,
suele darse el efecto contrario: apatía política. Por tal razón, los que
ejercen el poder público, suelen atacar a los gremios, para deslegitimar sus acciones y que, éstas, sean estas vistas, como un mezquino interés particular y no, el
particular colectivizado.
Sólo la opinión
pública, expresada mediante las redes sociales, los gremios y los medios de
comunicación formal, pueden evitar que la sociedad, se parta partida en dos: los gobernantes y la
de los gobernados, siendo de éstos, la
única función, trabajar para proveer
sustento a los gobernantes.
El individuo, debe
considerar que, cada vez que el gobierno ejecuta actos que le perjudican:
gastos en beneficio del funcionario, o de su partido y compra de voluntades
mediante subsidios innecesarios, su condición desmejora y se acerca más a un
gobierno de dictadores populistas. La sociedad civil organizada en sus gremios,
es efectivo contralor de la clase política,
pues esta organización es la única que puede romper los acuerdos lo único
entre políticos, acuerdos que sólo les benefician a ellos. La amenaza de tener
una participación ciudadana masiva y con voto contrario, es suficiente para
mantener el orden político, mientras que
por el contrario, la apatía política,
diluye ese poder entre todos los partidos políticos, pesando únicamente sus
votos duros.
Si dejamos de creer en
los mecanismos que nos da el sistema democrático, caeremos irremisiblemente en
el totalitarismo de un autócrata, que manipulará la voluntad ciudadana por
medio de la Democracia Participativa.
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