Por
Lic.
Fernán Camilo Álvarez Consuegra
San
Salvador, 11 de septiembre de 2013.
Para
poder analizar el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, es necesario tomar
en cuenta cuatro factores, a saber: la realidad social chilena, el período
electoral y de gobierno de Salvador Allende (1970 a 1973), las características
propias de las Fuerzas Armadas chilenas y, por último, en la estrategia global, las distintas
fuerzas políticas mundiales interesadas en el destino futuro de Chile.
Las
razones por las que las Fuerzas Armadas chilenas, tomaron la decisión de
deponer al régimen de Allende, no fueron
antojadizas ni precipitadas ni unilaterales, y se basaron en puntos muy concretos: la evidencia de que las
acciones del Gobierno de Allende, habían llevado a Chile a la peor crisis
social, económica y jurídica de su historia moderna, la certeza de que los partidos
marxistas, buscaban la toma del poder, mediante la anulación del sistema
democrático chileno y en favor de fuerzas extranjeras, el clamor popular y de
otras instancias del Estado, para la
intervención militar y la restauración del orden perdido y finalmente, la
noticia de planes inminentes, para
iniciar una rebelión dentro de las mismas Fuerzas Armadas y para su substitución, por fuerzas paralelas ya
existentes.
La
transformación social, iniciada por Allende, violentó tanto la naturaleza
tradicional del chileno común, como a las estructuras jurídicas,
administrativas y económicas de Chile, con la finalidad de destruir la base financiera de sus opositores y, para
ello inicia una serie de confiscaciones que alteran, tanto la economía pública,
como la privada, sumiendo en un caos económico a Chile y, creando serias
fricciones con grupos económicos extranjeros.
Si
bien Allende llegó al poder, por la vía democrática, pues el día 4 de
septiembre de 1970, triunfa con un 36% sobre su opositor de Derecha, Jorge
Alessandri, que perdió por sólo 40,000
votos. Esta relación de fuerzas políticas y sociales, ponía en desventaja al
Gobierno de Allende, que dependía internamente, de una coalición de
izquierda teniendo las instancias administrativas, judiciales y legales, como
un obstáculo para la realización de la transformación marxista que deseaba. Por
tal razón y, para vencer dicha
resistencia, se planea una revolución desde el poder ejercido por el Ejecutivo.
El marxista chileno Regis Debray (compañero del Che Guevara en sus andanzas en
Bolivia) escribe en el semanario de izquierda francés, “Le
Nouvel Observateur”, refiriéndose a una entrevista con Allende en agosto de
1973: “Todos sabíamos que era un asunto táctico ganar tiempo, organizar,
armar y coordinar las formaciones militares de los partidos que componían la
Unidad Popular y su gobierno. Es una carrera contra el tiempo.”
La
existencia en chile de 14,000 extranjeros, armados y con fines revolucionarios,
significaba un peligro para cualquier organización chilena de oposición y, una
afrenta para el militar chileno, muy celoso de su soberanía patria. Las
violaciones constantes a la Constitución, al mandato del Congreso y, a la
constante tendencia de concentración de atribuciones en manos de Allende, el
Congreso chileno declaró: “El gobierno es no solamente responsable por
las violaciones aisladas de la Ley y de la Constitución, sino que las ha convertido
en un sistema permanente de conducta”. Todas juntas, estas circunstancias aclaran y
justifican el Golpe de Estado del 11 de
septiembre de 1973 y, el hecho de ser
aceptado con júbilo por la población chilena, lo legitima.
Si se estudia
con detenimiento el Auto contra el General Pinochet, redactado por el Juez
Garzón, en España, se encuentra en la
lista de personas muertas, capturadas o desaparecidas, junto con el nombre de
la organización y nacionalidad a la que pertenecieron. Se sabe que todas las
organizaciones en tal lista
mencionadas, eran
organizaciones de izquierda,
relacionadas con los movimientos de insurgencia o de presión hacia la sociedad
chilena, confirma también la presencia
de extranjeros haciendo política en suelo chileno. Es notorio en dicho
Auto, que en las motivaciones de las
acciones del General Pinochet, no se
hace mención las protestas contra el Gobierno de Allende ni el caos jurídico al
que había llegado Chile.
A cuarenta años
de tales hechos aleccionadores, se puede
afirmar que en Chile, vive una sociedad tradicional, apegada al Estado de
Derecho y, por sobre todo, a sus libertades y el deseo de conservar la
propiedad privada. El Gobierno de Allende violento a esta sociedad y, sus
Fuerzas Armadas, restauraron el orden perdido. Las pretensiones extranjeras
soviéticas y cubanas fueron el combustible que atizaron el fuego de la
izquierda, la cual se vio forzada a
acelerar sus procesos revolucionarios y lo cual, precipito en definitiva, la
intervención militar que cumplió con su deber de defender las instituciones
democráticas.
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