Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
San Salvador, 29 de
agosto de 2013.
La ineptitud de los
gobernantes y su corrupción, tan notarias, les obliga a que, para poder engañar
al pueblo, vuelquen sus esfuerzos oficiales enmascarando sus acciones, tanto si
son para provecho personal como si son
para el provecho de un grupo o para invertirlo en la destrucción y
desprestigio de su rival político.
La corrupción de los
funcionarios no es lo más grave de nuestro problema social; si al estudiarlo,
lo miramos a la luz de los valores griegos y romanos que dieron vida a la
Democracia y a la República, estamos absolutamente, alejados de ellos. El
ciudadano común se distancia del político de “carrera” porque busca nuevos
políticos, “frescos” que permitan el relevo generacional pero no se le da tal
oportunidad porque el político de “carrera” estudia las demandas de su
audiencia y promete una y otra vez cumplirlas, sin tener, por lo menos, la
intención de hacerlo. Advertida esta situación por el pueblo, la resuelve por el abstencionismo y la
desidia política. Esta resolución es sumamente peligrosa para la situación
política del país: si el votante común o general, el que realmente decide por sobe el que
llamamos el voto “duro” de cada partido, las grandes decisiones nacionales en
manos de éste, el voto duro de cada partido político que en nuestro país, son
casi iguales entre ARENA y el FMLN. Opción conveniente parecería ser una
tercera vía, pues algunos la consideran
de Derecha y otros, de Izquierda, no sería pues una solución, sino un cambio de
imagen a conveniencia y, pensar así, es también una forma de corrupción
política.
Si la corrupción sólo
se limitase a la forma con la cual se engaña al pueblo salvadoreño, sus efectos
serían muy limitados, pero la corrupción tiene como ente generador, la avidez personal de riqueza y poder, la
cual manipula el sistema en beneficio propio. En los últimos días, hemos
visto que han sido señalados altos funcionarios como responsables de corrupción
en las obras del Estado, no sólo sobre
la Diego del Holguín, sino también sobre la Presa del Chaparral. Sabemos constantemente de los “amaños” en las
licitaciones públicas, en las cuales intencionalmente establecen requisitos
tales que son imposibles de cumplir, para así, tener que declararlas desiertas
y poder entonces, una contratación realizar contratación directa factible para quien
quieren favorecer. Se sabe de Diputados con partidas superiores a medio millón
de dólares, los cuales los distribuyen entre sus asesores ocultos. Y
dentro de todo esto, al realizar contrataciones conforme a la ley, se procede a
seleccionar a quien se le paga y a quien no, para desincentivar las
contrataciones con el Estado.
Todos estos actos, de
los que sabe la población mediante la
“vox populi”, generan escándalo e indignación, cuando una persona sin fuero
legislativo, se atreve a mencionarlo en los medios de opinión pública. El
artículo del Dr. Mauricio Eduardo Colorado,
publicado el lunes veintitrés de los corrientes, en su columna semanal
del Diario El Mundo, y su publicación posterior en campo pagado en El Diario de
Hoy, insta a la reflexión en el sentido de que ¿Qué hay detrás de la
corrupción? ¿Son los señalados todos los participantes o hay alguien más? Son
preguntas válidas ante el observador común de tales hechos y, una reflexión que, viniendo de un profesional
intachable y de un ex Fiscal General de la República, le da gran peso moral.
La corrupción desborda
ya ámbitos anteriormente, no tocados; ya
se utilizan hoy para que el aparato del
Estado favorezca a ciertas personas o también para satanizar a sus oponentes
políticos. La corrupción aparece luego que los partidos políticos se acomodan a
vivir del sistema y no esta circunstancia privativa de un partido, es de todos cuando
les es posible aprovechar la oportunidad y no existe relevo generacional de inhiba
su proceder por el verdadero espíritu republicano.
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