Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN
ACCIÓN
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San Salvador, 28 de
agosto de 2015.
La migración es indicador de la salud de las naciones: son
las necesidades individuales, colectivizadas, las que causan el fenómeno social
de la migración, aun cuando ésta se use como arma política. La emigración y la
inmigración de Latinoamérica son índices de la salud latinoamericana, en
referencia con Europa.
La migración ha sido históricamente,
factor de transformación social. La estructura social europea cambio después de
la Segunda Guerra Mundial: su población activamente económica, fue en descenso, haciéndose necesario
renovarla, y se hizo pero dicha renovación fue con emigrantes del Magreb y del
Levante, que la civilización europea no ha podido asimilar, no por factores de
exclusión social, sino por patrones culturales muy fuertes, y debido a que su creciente
número, ha superado la capacidad social de transformación del inmigrante,
conservando este, su nacionalismo en tierras extranjeras. Por otra parte se fortalecieronse las tendencias nacionalistas
europeas ya existentes. Las revueltas de París de 1995 y del 2005, fueron
prueba evidente de esta nueva realidad europea.
Cruzaron el
mediterráneo hacia Europa, sólo en el año 2014: 219,000 personas. Para tratar
de frenar dicha corriente migratoria, se ha invertido 13,000 millones de Euros
desde el año 2000; que para las mafias, ha generado una utilidad de 15,700
millones de Euros (según datos publicados por El Mundo, España, en diferentes
ediciones).
Un estudio de la Organización
Internacional para las Migraciones, revela
que, desde el 2010, son más los que
emigran de Europa hacia América Latina y el Caribe que, a la inversa. En el
2012, 181,166 europeos optaron por emigrar, frente a 119,000 latinoamericanos.
Las justificaciones que da dicho estudio, son que las perspectivas
socio-económicas, son más favorables en Latinoamérica, en apreciación del
migrante europeo.
La actual emigración
generalizada hacia Europa, presenta un riesgo de terrorismo, a causa del
yihadismo en el Oriente Medio. Por lo pronto, aún no se ve claro, si Europa y
Estados Unidos podrán ganar la guerra contra el islamismo radical de ISIS,
aunque Irán haya decidido dar su cooperación, en dicha lucha, a cambio del
levantamiento de las sanciones por su programa nuclear; sin embargo, en el caso
que se obtuviese un triunfo militar
contra ISIS, Teherán se convertiría en el centro espiritual y político del
Islam, lo que significaría un paso más, hacia el sueño del Ayatola Ruhollah
Musaví Jomeini: la pureza en la práctica del chiismo y el castigo para aquellos
que lo practican, bajo la autoridad de Irán. Una visión que recae sobre Europa.
Esta clara perspectiva,
en el subconsciente del profesional europeo, es causa de que desee una estabilidad económica y social,
que fácilmente puede lograr en Latinoamérica. Otro de los factores que pesan,
al momento de considerar la emigración hacia Latinoamérica, es la disminución
en las prestaciones de asistencia social, a fututo, que tienden a disminuir para el ciudadano
común, debido a los problemas económicos
que enfrenta la Unión Europea en su conjunto,
y que serán agudizados por la creciente migración del Levante.
La emigración europea, va hacia los polos de
desarrollo latinoamericano: Chile, Argentina, México y Brasil. Aún en Centroamérica,
es deseable la estabilidad costarricense, en contra posición con las
perspectivas que presentan los países socialistas: Venezuela, Bolivia, Ecuador,
y las demás islas caribeñas que conforman la zona ALBA. Nicaragua, aunque socialista
y de férrea dictadura política, permite un desarrollo privado, basado en la
corrupción gubernamental, que permite cierto grado de estabilidad, que la hace
atractiva, para la emigración inversionista del área centroamericana.
El Salvador presenta
una índice negativo, aún para el promedio de los países de la zona ALBA, pues
que presenta una anomalía que pesa más,
que sobre factores económicos: el desplazamiento interno de su población
debido a las pandillas, y que se calcula
en 218,000 personas, lo que fuerza la emigración de menores, a la que luego seguirá la de sus padres. Y en el caso
de que sus padres ya fuesen migrantes, el llevarse a sus hijos, es para cortar
toda relación con su país de origen.
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