Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN
ACCIÓN
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San Salvador, 18 de
septiembre de 2015.
Para la mayor parte de
salvadoreños, el 15 de septiembre, es día
de gloria en el cual soñamos, con un futuro feliz para nuestra patria, pero
para otros, es día de lamentarse, expresando
el odio contra nuestro ser hispano, en
añoranza de un pasado indígena que ya sólo existe en la arqueología, pero el
cual se anhela revivir con fines políticos actuales que tienden a alejarnos de nuestras raíces, con el anhelo que
nuestro destino sea regido según las normas de un pasado inexistente y en el
cual, nuestra independencia sea un estado exclusivamente material.
Nuestra independencia
fue fruto de dos hechos históricos: primero las ideas de la Revolución Francesa
y segundo, las guerras napoleónicas en España. En los momentos más aciagos de
la vida política española, nuestros próceres anhelaron la aplicación de los
principios libertarios de la Revolución Francesa, rechazando la idea imperial del absolutismo.
Podemos afirmar en consecuencia, que nuestra independencia fue exclusivamente
ideológica, en el deseo de vivir un Estado Democrático de Derecho, aunque ese
concepto no existiese en su forma moderna.
Entre nuestro primer
grito de independencia de 1811 y nuestra independencia formal, en 1821,
formamos parte de las Cortes de Cádiz, por lo que, por un fugaz momento
político, fuimos parte de la diversidad
española, en paridad con las más antiguas regiones que la conforman.
La independencia fue un
faro a seguir por cada una de las
generaciones futuras y así todas
sin excepción, han dado un aporte más a la vida independiente, defendiéndola siempre
que ha sido necesario, aún con su sangre, en la evolución patria. La generación del
Presbítero y Dr. Ysidro Menéndez, junto a la del Capitán General Gerardo
Barrios, crearon la independencia jurídica del Estado; la Constituyente de
1886, consolidó la separación entre Iglesia y Estado, sentando la libertad como
base para la producción del país; la generación del General Maximiliano
Hernández Martínez, le dio forma moderna a nuestro Estado; la generación de la
Constitución de 1950, sentó las bases de los Derechos Sociales e hizo de ellos,
una meta a alcanzar; los jóvenes oficiales de 1979, restauraron el sistema
democrático y luego defendieron al país hasta 1992; la generación política posterior
a 1992, defiende el sistema democrático con la aplicación del mismo.
Hay siempre nuevas
metas que alcanzar: la generación actual lucha ahora contra la corrupción. Esta lucha por mantener la libertad es constaste
pues cada generación debe luchar por
construir un Estado mejor. Esta idea la encontramos en las palabras del Dr.
René Fortín Magaña, expresadas durante el acto de celebración del 15 de septiembre, en la
Universidad Dr. José Matías Delgado y también, en el Mensaje del Presidente de la Asociación de
Periodistas de Nicaragua Lic. Gustavo Bermúdez Herrera en el Día Internacional
del Periodista. Y es que todos los centroamericanos, aunque separados, vivimos
el anhelo común de libertad y progreso que nos legaron nuestros próceres.
El indigenismo es ya arqueología;
las Españas se fundieron en América, siendo una: España, pero también fundieron
en un solo crisol, a los diferentes pueblos indígenas, dando origen a
Latinoamérica. En esta amalgama de razas e ideas, fue eje la libertad, la que nos
induce al individualismo y por sobre todo, la lucha continúa por el
perfeccionamiento del sistema político, manteniendo como sólidos cimientos de
unión, la lengua castellana y la fe Cristiana. Si honestamente aceptásemos como
nuestra realidad el indigenismo, tendríamos que mantener el sanguinario
paganismo precolombino y la sujeción a Caciques-Dioses y además, deberíamos
aceptar nuestro aislamiento del mundo occidental y aún nuestra separación
dentro del mismo continente.
Hispánica es nuestra
tradición, y la debemos de aceptar con orgullo, compadeciéndonos de aquellos
que con odio, claman un indigenismo ya inexistente y reniegan, maldicen y
vilipendian nuestra independencia y a
quienes realizaron tal gesta, pues sus
objetivos son políticos personales y no, patrióticos.
De la HISTORIA DE
FRANCIA, de Jacques Bainville (traducción del fráces por J. Farrán y Mayoral)
cito “¿A
quién debemos nuestra civilización? ¿A qué debemos el ser lo que somos? A la
conquista de los romanos. Y si esta conquista hubiese fracasado, se hubiera
hecho más tarde, en condiciones diferentes, acaso menos buenas, si los galos no
hubiesen estado divididos y perdidos en su anarquía.” Tal juicio nos permite
concluir, que la conquista española nos civilizó y formo nuestro ser, sin el
cual no seríamos hoy participes de la civilización romano-cristiana.
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