Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN
ACCIÓN
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San Salvador, 16 de
octubre del 2015.
Vladímir Putin, en su
discurso a las Naciones Unidas, hizo la reclamación de un nuevo orden mundial,
bajo la premisa de acuerdos mutuos entre
los poderosos, olvidando la naturaleza globalizada del mundo moderno: y se desprende de su planteamiento, una nueva lucha por la hegemonía mundial, entre Estados
Unidos y Europa, frente a Rusia y China, en un mundo claramente multipolar.
Rusia pretende
recuperar el antiguo poderío militar soviético; ya, en febrero del dos mil
doce, Putin, frente a los representantes de Defensa rusos, da un detalle de sus
fuerzas militares, en clara alusión a una oposición futura a las fuerzas de la
OTAN; posteriormente, en junio de ese mismo año, a cuatro días de la reunión
del G-20 en México, hace otra advertencia, sobre la carrera armamentista que está
dispuesto a sostener, en aras de un nuevo equilibrio mundial.
Al finalizar la Guerra
Fría, Estados Unidos no pudo capitalizar los frutos de la paz, debido a la
pronta recuperación de sus enemigos y a la creciente amenazas del mundo
islámico. A dicho fracaso han contribuido, su crisis fiscal, el fluctuante capital
especulativo, la dispareja distribución del ingreso (coeficiente Gini), que lo sitúa en un nivel
similar al de los países subdesarrollados y, en una situación más desventajosa que Rusia,
China, Japón, Indonesia, India, Reino Unido, Francia, Italia y Alemania. La obsoleta infraestructura nacional: caminos, líneas
férreas, puentes, puertos, aeropuertos y energía, comprometen la eficiencia
global de la economía estadounidense. Por último, le comprometen también el
desconocimiento del norteamericano común, de las amenazas globales que pesan
sobre los Estados Unidos y, sobre todo, de sus causas y la visión de sus enemigos, en esta lucha.
Los esfuerzos de Occidente,
por asegurar las fuentes de energía, favorecieron la caída de los dictadores
del Oriente Medio, sin reparar que ellos, si bien eran hostiles y favorables a los intereses soviéticos, servían
de contención al islamismo radical y a su estabilidad forzada, que mantenía la
emigración controlada. Rusia ha percibido todos estos elementos, como
indicadores de debilidad de los Estados
Unidos y de sus aliados.
Alexánder Korolkov, de Russia Beyond The Headlines, el 16
de marzo de 2015, nos presenta esta disputa de poder, en términos del comercio
de armamento: “EE UU vende cada vez más armas en Oriente Próximo, mientras que
algunos de los compradores habituales de Rusia, como Irak o Siria, están
inmersos en una cruel guerra civil. Rusia exporta principalmente a India,
China, Vietnam y Venezuela. América Latina es un mercado con perspectivas de crecimiento
y Rusia es el segundo país del mundo que más armamento vende”. Sin embargo, las
exportaciones de los EEUU siguen siendo muy superiores a las rusas, pero lo que
busca Rusia en Latinoamérica, es mantener una
presencia que les permita extender otros rubros económicos y consolidar su
hinterland, junto al de China, en afán
de cercar a los Estados Unidos en un área que consideran “segura”.
Por otra parte, Rusia
teme que en Siria, una intervención extranjera o unas sanciones que retiren a
la fuerza a al-Asad del poder, desestabilicen al país y se extienda el
islamismo radical, hacia otros países limítrofes y surja la rebelión a las
repúblicas rusas del Cáucaso. Bajo esta perspectiva, al-Asad es la contención
de estas fuerzas.
En segundo lugar, los
intereses comerciales y económicos entre Rusia y Siria son de vital importancia;
además, Siria ha cedido su soberanía a Rusia, en la base militar de Tartus
(desde 1971, como punto de apoyo técnico y material de la armada rusa, en el
Mediterráneo). Y se dio a conocer, en agosto de este año, que el Gobierno Sirio
había autorizado la construcción de una segunda base militar, en la ciudad
costera de Jableh, en Latakia.
Por último, la insistencia de Putin, de respetar los
acuerdos que se den en la ONU, se basa en que, de haber una resolución contra
el Gobierno de al-Asad, Rusia y China aplicarían su derecho de veto y, de no
respetarse, imperaría la fuerza sobre el Oriente Medio.
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