Publicación Acción

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viernes, 21 de junio de 2019

MARCHA DEL ORGULLO LGBTI



Por      
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra


El 29 de este mes de junio, patrocinada por la Alcaldía de San Salvador, sus autoridades y la Universidad de El Salvador, una marcha hará ostentación del orgullo LGBTI; tiene el aval dicho evento, de las autoridades de los partidos políticos y, de la rama de educación del presente Gobierno. Por sus posibles consecuencias sociales, merece dicho evento, nuestras reflexiones.

El fin de la promoción de la “educación igualitaria” de estas marchas, es que, desde la escuela o universidad, se considere la conducta homosexual o el transexualismo, un hecho “normal” de la condición humana. Hasta hace algunos años, los libros de psiquiatría forense, señalaban como una desviación de la normalidad sexual dichas conductas, de las realizadas en edad adulta, entre el hombre y la mujer. Para el Derecho, el “género”, lo determina la naturaleza y es inmutable; Hoy, sin embargo, lo determina la tendencia o, la presión cultural, según la moderna sociología y psiquiatría.

Este radical cambio del pensamiento humano, tiene origen en la degeneración de los principios liberales, que amenaza con el cambio del sistema democrático: la voluntad de la mayoría la cambia el ejercicio del poder de la minoría, sin consideración de los efectos destructivos sobre el género humano y la familia.

El liberalismo, al determinar al hombre como centro de toda la actividad del Estado y que la libertad de que goza, es absoluta, cae en el “relativismo” justificador de toda actividad o tendencia del individuo, siempre que le produzca placer, natural o antinatural, como el cambio de sexo o la pederastia. El liberalismo garantiza la libertad religiosa, es principio político para el ejercicio del poder (separación de iglesia y Estado, Constitución de 1886 al presente) .Se preserva en la moralidad familiar y los convencionalismos sociales, evitando la desviación humana y, como  límite a la libertad de expresión: “lo que no dañe la moralidad pública”

La promoción LGBTI (lesbiana, gay, bisexual, transgénero e intersexual) comenzó en 1969 en la ciudad de Nueva York, después de los disturbios de Stonewall, caldeada por el movimiento hippie de esos años, por lo que es parte fundamental de la tendencia libertaria en Estados Unidos, apoyada por los demócratas y, representada aquí, por el partido en formación, “Nuestro Tiempo” y, de la tendencia de los “Millennials” (nacidos entre 1981 y 1999). Esta tendencia ha sido apoyada tradicionalmente por la izquierda, como reconocimiento antropológico, de la lucha de clases y, su activismo, como la promoción de sus valores revolucionarios;  representa, una inversión en los valores sociales, porque no solo cambia los valores naturales y morales de la familia, sino también, invierte los valores políticos, en los que el principio de la imposición de la voluntad de la mayoría, pierde valor, ante los “derechos” de la minoría:  inversión es, a los valores políticos democráticos.

Esta inversión de los valores, causa la destrucción de las identidades nacionales; fenómeno que no se limita sólo al movimiento LGBTI. Y es que, al promover la tolerancia absoluta, queda la libertad humana a la conciencia del individuo, no pudiéndose crear oposición a ninguna minoría:  queda indefensa la sociedad ante extrañas tendencias perjudiciales.

El concepto de familia, ya golpeado en su función, por el liberalismo, es anulado por el movimiento LGBTI, que permite crear estructuras ficticias y derivar, a formas no naturales, que tendrán, a la larga, que ser legisladas; como el “vientre de alquiler”, la nacionalidad por subrogación o la calificación de transespecie.

Si abandonamos nuestros valores morales y familia, de orden social tradicionales, perderemos nuestra identidad nacional. No debemos promover estos valores, desde las escuelas y universidades, pues sería imposición de minoría, sobre mayoría.

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