Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
El 29 de este mes de junio, patrocinada por la
Alcaldía de San Salvador, sus autoridades y la Universidad de El Salvador, una
marcha hará ostentación del orgullo LGBTI; tiene el aval dicho evento, de las
autoridades de los partidos políticos y, de la rama de educación del presente
Gobierno. Por sus posibles consecuencias sociales, merece dicho evento,
nuestras reflexiones.
El fin de la promoción de la “educación igualitaria”
de estas marchas, es que, desde la escuela o universidad, se considere la
conducta homosexual o el transexualismo, un hecho “normal” de la condición
humana. Hasta hace algunos años, los libros de psiquiatría forense, señalaban
como una desviación de la normalidad sexual dichas conductas, de las realizadas
en edad adulta, entre el hombre y la mujer. Para el Derecho, el “género”, lo
determina la naturaleza y es inmutable; Hoy, sin embargo, lo determina la
tendencia o, la presión cultural, según la moderna sociología y psiquiatría.
Este radical cambio del pensamiento humano, tiene
origen en la degeneración de los principios liberales, que amenaza con el
cambio del sistema democrático: la voluntad de la mayoría la cambia el
ejercicio del poder de la minoría, sin consideración de los efectos
destructivos sobre el género humano y la familia.
El liberalismo, al determinar al hombre como centro de
toda la actividad del Estado y que la libertad de que goza, es absoluta, cae en
el “relativismo” justificador de toda actividad o tendencia del individuo,
siempre que le produzca placer, natural o antinatural, como el cambio de sexo o
la pederastia. El liberalismo garantiza la libertad religiosa, es principio
político para el ejercicio del poder (separación de iglesia y Estado, Constitución
de 1886 al presente) .Se preserva en la moralidad familiar y los
convencionalismos sociales, evitando la desviación humana y, como límite a la libertad de expresión: “lo que no
dañe la moralidad pública”
La promoción LGBTI (lesbiana, gay, bisexual, transgénero
e intersexual) comenzó en 1969 en la ciudad de Nueva York, después de los
disturbios de Stonewall, caldeada por el movimiento hippie de esos años, por lo
que es parte fundamental de la tendencia libertaria en Estados Unidos, apoyada
por los demócratas y, representada aquí, por el partido en formación, “Nuestro
Tiempo” y, de la tendencia de los “Millennials” (nacidos entre 1981 y 1999).
Esta tendencia ha sido apoyada tradicionalmente por la izquierda, como
reconocimiento antropológico, de la lucha de clases y, su activismo, como la promoción
de sus valores revolucionarios; representa, una inversión en los valores sociales,
porque no solo cambia los valores naturales y morales de la familia, sino
también, invierte los valores políticos, en los que el principio de la
imposición de la voluntad de la mayoría, pierde valor, ante los “derechos” de
la minoría: inversión es, a los valores
políticos democráticos.
Esta inversión de los valores, causa la destrucción de
las identidades nacionales; fenómeno que no se limita sólo al movimiento LGBTI.
Y es que, al promover la tolerancia absoluta, queda la libertad humana a la
conciencia del individuo, no pudiéndose crear oposición a ninguna minoría: queda indefensa la sociedad ante extrañas
tendencias perjudiciales.
El concepto de familia, ya golpeado en su función, por
el liberalismo, es anulado por el movimiento LGBTI, que permite crear
estructuras ficticias y derivar, a formas no naturales, que tendrán, a la larga,
que ser legisladas; como el “vientre de alquiler”, la nacionalidad por
subrogación o la calificación de transespecie.
Si abandonamos nuestros valores morales y familia, de
orden social tradicionales, perderemos nuestra identidad nacional. No debemos
promover estos valores, desde las escuelas y universidades, pues sería
imposición de minoría, sobre mayoría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario