Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
La autocracia es sistema de gobierno, que concentra el
poder, en una sola persona, cuyas decisiones, no están sujetas a restricciones
legales, o mecanismos de control de poder: degenera, invariablemente, en
dictadura pues, para el ejercicio del Gobierno, es necesaria la concurrencia de
un sistema o estructura de personas, que impone su criterio al ciudadano, pero en
éste, dicho criterio, es dictado por el autócrata. Conviene reflexionar, sobre
la ilegitimidad de dicho sistema, su relación con el entorno jurídico y, su
justificación.
Si Nayib Bukele, llegó al poder por la vía democrática,
sus actuaciones posteriores, han sido de imposición de su criterio, en
oposición a los controles del Estado: primero, en la rendición de cuentas y
luego, en el incumplimiento de distintas sentencias. Su actuación el 9F, al
pretender por la fuerza, la aprobación de un préstamo y, la manipulación del
proceso electoral de Deputados y Consejos Municipales, tuvieron por objeto, la
imposición, en su favor, de la voluntad popular, estableciendo así, la
autocracia e ilegitimidad de su Gobierno.
La manipulación electoral destruye la legitimidad,
nacida del proceso de elección de funcionarios, pues en ésta, la manipulación,
combinase acciones propias del error, fuerza y dolo, que vician el resultado
(vicios del consentimiento). La autocracia, impone dicho resultado, con mayor
pretensión, a los efectos de la elección: la del cambio constitucional,
justificándolo, como objetivo y razón del triunfo electoral.
Existe pretensión de imponer dicho propio criterio
primero, a la población salvadoreña y luego, al exterior, oponiendo la
“voluntad viciada”, en una suerte de pseudo derecho y, legitimación de su
autocracia.
Los Estados modernos, han creado la relación de
legitimidad interna, que entra en armonía con los intereses y el Derecho
Internacional, creando mecanismos que armonizan estos dos tipos de Derecho y
que, son base de las relaciones internacionales y comerciales privadas
mundiales, en orden tal, que permiten la fluidez, en las relaciones humanas.
Pero al inicio del Gobierno autocrático, el Estado
sufre un aislamiento progresivo, en el ámbito internacional “sano” (relación
equitativa y conveniente con el resto de países) y un acercamiento, a aquellos
Estados, que toleran sus acciones y, que tienen limitada relación, en el ámbito
internacional). Dicho proceso, culmina siempre con la dictadura, cuyo
sostenimiento, no depende de la legitimidad democrática, sino de la fuerza,
proveniente de la coacción del Estado.
El camino del autoritarismo a la dictadura es lento,
pero llegaremos cuando asuma la próxima Asamblea Legislativa que actúe,
conforme las órdenes de Nayib Bukele. En dicho momento, el Gobierno será
sostenido sólo por la fuerza, proveniente primero, de la Policía Nacional Civil
y luego, de la Fuerza Armada. Y, si estas fuerzas no actúan dentro de la Ley o
de los principios democráticos y republicanos (en el supuesto que la Ley sea
cambiada al arbitrio del Autócrata) sus acciones, corresponderán, a la de una
fuerza mercenaria, cuyas actuaciones son ilegítimas.
La intención de Bukele: justificar la corrupción de su
Gobierno, con el argumento de que ha sido voluntad del pueblo y, le afirma al
pueblo, que sus acciones son legítimas, por la aprobación internacional, sus
únicos apoyos reales, son su equipo de Gobierno, que crea estructura, junto al
partido Nuevas Ideas, respaldada por la fuerza.
Esto justifica la demanda contra Nayib Bukele, ante la
Corte Centroamericana de Justicia, pues existe choque de intereses dentro del
Estado: de la ciudadanía, contra la de su gobernante. No puede conseguirse la
legitimidad de un Gobierno, mediante engaño, fuerza o manipulación del sistema,
ni justificarse en el extranjero, los señalamientos de corrupción y de su
relación con el crimen organizado.
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