Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
Nayib Bukele, con su equipo de Troles, ha interferido
constantemente, en la soberanía de este país y, de países extranjeros: primero,
con su equipo de Troles, pagado por extraños, para intervenir en procesos
coyunturales, previos a una votación; luego, por sus intereses en este país y
recientemente, contra una congresista norteamericana. En cada caso y, al margen
de sus efectos, ha habido interferencia a la soberanía, como si fuese violación
del territorio o, acto de terrorismo, pues han deformado, el sistema
democrático.
El llamado a votar, en contra de una Congresista,
apelando al nacionalismo latino, ha sido considerado ataque al Congreso y,
consecuentemente, a la soberanía de los Estados Unidos: la inducción al voto,
por un extranjero, es interferencia en la vida democrática de ese país y, si
tal llamamiento, tiene como motivo, el tratar de encubrir la corrupción
extranjera, que en sus consecuencias, perjudica a los Estados Unidos, acto es de
terrorismo.
La serie de mensajes en tal sentido, no pueden
considerarse error diplomático involuntario, ni tampoco es imputable, a un
tercero: es directamente, a Nayib Bukele, pues fue él, quien hizo personalmente,
el llamado a la población latina de California con intención, de hacer cambiar
al Congreso y al Departamento de Estado, la forma de decidir sobre El Salvador
y su corrupción, por la amenaza electoral, de una congresista.
De igual manera, se intervino en nuestra campaña
electoral, acreditando a 548 periodistas, que no tenían tal categoría pero que,
en diferentes plataformas, actuaron en beneficio del oficialismo; lo que
claramente, fue interferencia en nuestro proceso electoral.
El Gobierno deteriora nuestra relación con Estados
Unidos, nuestro aliado natural, en un mundo multipolar en el cual hay únicamente
cuatro grandes: Estados Unidos, la Unión Europea, China y Rusia, existiendo una
clara lucha geopolítica, por la hegemonía económica.
La esperanza de Bukele, está en esa lucha; siendo lo
más grave, que se hace todo a espaldas de la sociedad salvadoreña, para la
cual, es irrelevante la masa de votantes, frente a las fuerzas vivas del país
(ente productivo) que son las que sostienen al Estado y las que deberán pagar
las deudas internacionales.
En la lucha interna que por el poder, sostiene Bukele,
las fuerzas vivas, son un objetivo a dominar o destruir y, no es pactando con
el más alto empresariado, que logrará dominarle, pues los intereses son, por
gremios, por sectores y, por la interrelación social existente, en un entramado tal que, para funcionar, cada uno
necesita del otro.
La interferencia en la vida social salvadoreña,
realizada por Bukele, está causando el abandono de las obligaciones de
seguridad y paz interior, no permitiendo la rápida recuperación económica, ni las oportunidades para que el salvadoreño, no
tenga que emigrar.
Esto es lo que ven en Estados Unidos y en otros países;
así, una interferencia en sus cuestiones soberanas, lejos de tranquilizar la
situación con el Gobierno salvadoreño, la tensa aún más y, como verdad, podemos
apreciar que El Salvador, se está quedando aislado: dicho aislamiento, irá
creciendo en la medida que haya, una mayor injerencia en los asuntos
extranjeros por parte de Bukele y se cierren en El Salvador, los espacios
democráticos.
Las relaciones de negocios con todos en el mundo, son
sanas y convenientes, pues se tiene al mundo como mercado, pero esperar que los
intereses geopolíticos, en la lucha internacional de poder, se manifiesten en
El Salvador, es muy distinto. Ya tuvimos la amarga experiencia de nuestra participación
en la Guerra Fría, de la cual, aún tenemos secuelas, y no debemos ingresar a otra,
por las pretensiones de poder de un autócrata.
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