Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
El triunfo electoral de Nayib Bukele, la solicitud a
los latinos estadounidenses, para votar en contra de la Congresista Norma
Torres, la “Lista Engels”, con señalamientos para la corrupción en
Centroamérica, la insistencia del Ministro de Defensa, para que la Fuerza
Armada salvadoreña, abandonando su apoliticidad, adopte papel político; son
sucesos dispersos que pueden ser explicados, racional y coherentemente.
En los últimos años, la política exterior, ha sido
analizada por el método del realismo o del neorrealismo, conjugándose en nuestro
caso, tres niveles de análisis: 1) las acciones de Bukele, dictadas por su
condición personal, 2) Estados Unidos reacciona al impulso de su sistema, es
decir, determinado por los problemas domésticos y 3) Bukele, busca las
relaciones internacionales, en apoyo de su inestabilidad nacional y en defensa,
contra los señalamientos norteamericanos.
Los triunfos de Bukele han sido posibles, sólo gracias
a la incomprensión de su estrategia: utilizar como arma política, el
resentimiento y los problemas internos, ignorando las bondades del sistema que
establece nuestra Constitución, basado en la libertad individual y, limitado
sólo, por el interés público, responsabilizando a dicho sistema, de los males
sociales; así, a mayor resistencia de los partidos políticos (como elementos
del sistema), mayor oposición contra ellos. Pasadas las elecciones, son las
características personales de Bukele, las que determinan sus acciones, en
búsqueda del poder absoluto.
La actuación de Estados Unidos, es determinada, por
sus intereses globales y responde, a las necesidades de su sistema, que se
manifiesta en su población. Es razón, por la cual, Estados Unidos ha cambiado
su política exterior, luego de la administración Trump y, presta atención a
todo cuanto le amenaza: la emigración
ilegal, terrorismo y narcotráfico etc., que desestabilizando su sistema interno,
perjudican a su población.
El viaje de Bukele, primero a Japón, luego a China y
posteriormente a Catar, tuvo importancia estratégica: primero, disminuir
fricciones con Japón y, segundo, consolidar nuevas relaciones internacionales.
mientras se reafirma su autoritarismo, con la esperanza de que los intereses
internacionales en pugna económica, con Estados Unidos, vean una oportunidad
geopolítica, en Centroamérica.
El autoritarismo de Bukele, ha sido reforzado por el
triunfo electoral de quienes le serán fieles, mientras les sean permitidos sus
actos de corrupción, dándole el gusto del autoritarismo. Pero la inmensa masa
de votantes que le apoyaron, espera cambios y es necesario, que exista un
enemigo superior, para que su autoritarismo y corrupción, no sean relevantes y
se le reviertan. Igual método, ha sido empleado en Venezuela, Bolivia y
Ecuador.
El enemigo “clásico”, es Estados Unidos: no se toma en
cuenta que, el bienestar general, se basa en un grado mínimo de tensión, que permite
el mutuo entendimiento. Bukele, por el contrario, pretende escalar dicha
tensión, para demostrar que este país puede utilizar, como arma, su migración y
posición geográfica. En la actualidad, la emigración salvadoreña es baja, en
comparación con la de Honduras, pero el decir “que no puede criminalizar a los
que “ayudan” a los migrantes”, es una amenaza, de que puede aumentar la emigración
o, acentuar el paso de drogas, aumentando los problemas, en la frontera sur de los
Estados Unidos.
La propuesta de tener una Fuerza Armada política, es
para que ésta, ejerciendo el voto, pueda realizar otras acciones políticas, incompatibles
con el uso democrático de las armas y, se establecería, la superioridad
inmediata, sobre cualquier otro grupo político. Lo que implicaría en el país,
retorno a, antes del golpe del 15 de octubre de 1979.
Las acciones del Gobierno, internas o externas, deben
determinarse, por las necesidades de su sistema y población, no por las de una sola
persona o, las conveniencias geopolíticas extranjeras.
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