Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
Tlameme es palabra que
proviene del náhuatl: “tlamama”: significa cargar;
nomina a la persona cuyo trabajo es llevar las cargas de otros. Puede aplicarse
a las intenciones del presente Gobierno y, a la lucha política, que se
desarrolla ya, en las calles.
La anulación de la separación
de poderes y el dominio del partido oficial, en la Asamblea Legislativa, destruyen
el sistema republicano; la contraloría pública ya no existe y peor aún, si se
plantea la disolución de la Corte de Cuentas y del Ministerio Público.
La supresión del
Instituto Salvadoreño de Desarrollo Municipal (ISDEM) y del Fondo para el
Desarrollo Económico y Social de los Municipios de El Salvador (FODES), destruyen la función
social del municipio y del Estado: razón
de la existencia de estos, es el bienestar inmediato del individuo; tal está
expresado en el “ARTICULO 1.- El Salvador
reconoce a la persona humana como el origen y el fin de la actividad del
Estado, que está organizado para la consecución de la justicia, de la seguridad
jurídica y del bien común”.
En El Salvador, el
municipalismo tiene dos vertientes; la española, que se origina en el siglo IX,
de las necesidades locales, y la francesa (nacida del socialismo del siglo IXX),
que
tiene como objetivo, proporcionar una mayor autonomía a los municipios,
centrándose en la organización y las prerrogativas de las ciudades, a través de
una descentralización de la administración pública, con el fin de lograr, con
la participación ciudadana, la mayor estabilidad social.
Destruyendo el
municipalismo en El Salvador, el individuo pierde la calidad de ciudadano, pues
carece de la posibilidad de decisión, en los asuntos locales y nacionales; se
forma un grupo gobernante, que acapara las funciones públicas, quedando el
individuo, limitado a su servicio al Estado: pago de impuestos, justificación
para el populismo del Estado, u otra forma de utilización, en el ejercicio de
sus intereses o poder.
Es ejemplo, la justificación
en los intereses difusos de la masa, el autoritarismo del Ejecutivo o, la
creación de la empresa “Chivo”, para la imposición del Bitcoin. Los desfalcos a
la economía pública, se hacen justificando obras a sobreprecio y, para
intereses del grupo gobernante.
Si el Gobierno esconde
sus gastos, declarándolos “reservados”, para sus dueños (los ciudadanos), es porque
considera que estos, ya no son los verdaderos dueños: considera que el dueño,
es el Gobernante, estableciendo separación entre la masa de habitantes y el Gobierno.
Esta separación establece que quien no tiene poder de decisión, pero si,
obligaciones, es un Tlameme, útil sólo, en la medida que lo sea, al Gobernante.
El anuncio de la
rehabilitación de las líneas férreas en desuso, que hoy han sido titularizadas por
las Alcaldías, para viviendas, a personas de escasos recursos, significa que
tendrán que ser desalojadas y reubicadas donde el Gobierno decida; posiblemente,
en tierras que hoy son de propietarios privados, pero que, bajo la nueva
Constitución, serán designadas de “utilidad pública”.
Toda persona asistente
a cada una de las marchas contra del Gobierno, es porque le afectan las acciones
del Gobierno y son ciudadanos que luchan por sus derechos. El Gobierno, pretende
fundar su legitimidad en la masa, pero ésta no votó, por la destrucción del
sistema democrático, ni para renunciar a su libertad y convertirse en un
Tlameme (esclavo de la era precolombina), ni para que el gobierno le use a su
criterio, como de su propiedad; las marchas son expresión de libertad y soberanía.
Cada marcha prueba de naturaleza ciudadana, que se resiste a ser Tlameme, bajo
el yugo del Gobierno, ratificando que la soberanía reside en el pueblo y no, en
el Gobierno.
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