Por
Lic. Fernán
Camilo Álvarez Consuegra
San Salvador, 30
de marzo de 2014.
Monseñor Romero,
es objeto de un culto político - religioso,
que últimamente, con el triunfo de la Izquierda en El Salvador, ha
florecido aquí y en Venezuela (Comités Oscar Romero), como representante de la
praxis socialista; merece por lo tanto, algunas reflexiones, sobre su doctrina
y labor social. La religión, sin sus efectos terrenales, carecería de valor externo, limitándola a los valores
morales o internos propiamente dichos, pero la religión como sustento de
acciones políticas, destruye el fundamento mismo de la religión: su carácter
divino. El debate a este respecto no es
nuevo, ni único hoy para Monseñor Romero, pues ya fue planteado en base a los
principios marxistas en la actual etapa de lo que se ha llamado erróneamente “la nueva cristiandad”.
Carta a las
Iglesias, Año XX N° 456 16-21 agosto, se puede leer “Ana María Pineda, de Apopa,
estaba feliz. "Siempre quise conocer acá pues hay algo especial que se
siente al saber que estás en suelo de un profeta". Y Paula Andrade, de
Soyapango, decía: "No es la primera vez que vengo. Estuve aquí en marzo
para el aniversario del martirio, pero esto es especial pues la palabra de
Monseñor sigue vigente en cada uno de nosotros". Y en la
página Correo del Orinoco, del Ministerio del Poder Popular para la
Comunicación y la Información, del Gobierno Bolivariano de Venezuela, en su
edición del 24 de marzo del 2010, describe a Monseñor Romero de la siguiente
manera: “Existió alguien que creyó en las reivindicaciones sociales del pobre;
el obrero y el campesino, mediante la concepción de un Dios luchador y activo,
que está al servicio de las clases desposeídas…… Este mártir cristiano rechazó
la injerencia estadounidense en las naciones de América Latina y, que entre el
pueblo, demandó un profundo cambio económico, político y social más justo para
los salvadoreños”.
Estas
descripciones y apreciaciones de
Monseñor Oscar Arnulfo Romero, obligan para comprender su obra a una
comparación con algún mártir de la Iglesia, cuya actuación haya sido hasta hoy,
indiscutible, pero actualmente con una descripción moderna. He tomado pues a
Hermenegildo, hijo del rey visigodo Leovigildo, quien al aceptar el
cristianismo, tomo el nombre de Juan, que a descripción de Marcelino Menéndez y
Pelayo, en su obra Historia de España
dice: “el pueblo hispano-romano comenzó a venerar de muy antiguo la memoria
de aquel príncipe godo, que había abrazado generosamente la causa de los
oprimidos contra los opresores, siquiera fuesen estos de su
raza y familia. Esta veneración fue confirmada por los pontífices. Sixto V
extendió a todas las Iglesias de España la fiesta de San Hermenegildo, que se le
celebra el 14 de abril.
Las acciones de
San Hermenegildo, muerto en el martirio, luego de varias revueltas iniciadas
por él en el 583, fueron acciones políticas motivadas por la fe, en protección
del oprimido por el godo invasor y de creencias arrianas (una herejía del cristianismo, condenada en el Primer
Concilio de Constantinopla en el 381, e inspirada por Arrio, presbítero de
Alejandría). Esto nos establece la primera relación con Monseñor Romero: sus
homilías trataron de establecer una diferencia de praxis entre la estructura
social salvadoreña, cuando ésta estaba monolíticamente cohesionada por el
catolicismo, y lo cual produjo una
escisión social de la misma en el campo y la ciudad, entre quienes consideraba
Monseñor Romero que debiendo tener una participación activa como “oprimidos”,
optaron por el protestantismo y no por la teología de la liberación. Se dio esto,
porque su concepción de los “sin voz”, era en relación a la carencia de bienes
materiales y no, a falta de espiritualidad, la cual ha sido objeto de culto por
parte de los socialistas, mas no por los católicos.
La actividad de
la Iglesia Católica frente a los problemas sociales y económicos, fueron
tratados directamente, desde Pío XI, en el Cuadragésimo
anno, aunque estos temas ya habían sido tratados desde mucho antes de la Rerun novarun. Monseñor Romero,
protegió y justificó los actos de subversión, instando a las fuerzas públicas
de abstenerse de contener dichos actos subversivos, lo cual fue justificación
de más actos de violencia, los cuales no tenía como fin la preservación de la
fe, sino el triunfo de la revolución, auspiciada por el
marxismo-leninismo, que busca el poder
estrictamente terrenal con anulación de la religión. La doctrina social de la
Iglesia, propone resolver todos los conflictos sociales a partir de la bondad
del alma humana, a diferencia de la Teología de la Liberación, que pretende la
solución mediante la revolución política, por la dominación del Estado sobre la
voluntad del individuo, para lograr una equidad, basada en la visión social del
Estado, a su conveniencia.
La segunda
relación, es con la vida en santidad, pues si bien como lo estableció Juan
Pablo II, esta puede ser llevada por todos, aún por los laicos, es imperativo
que se respeten los cánones de vida auto - impuestos por la fe, valga decir el
celibato de los religiosos y los votos en los laicos, pues una vida pública
intachable y una privada licenciosa, no son compatibles con la santidad. La
vida privada de Monseñor Romero, es cuestionable, pues aún existen testigos de
ella, sobre todo si se conoce con certeza la existencia, la existencia de un
hijo.
Jacobo Maritain,
describe la humanidad en tres etapas:” la primera etapa es en la edad media, cuando
la sociedad era religiosa pero no era humanista; la edad media es la época
teocéntrica pero no humanista; la edad moderna es la época humanista, pero no
teocéntrica; la nueva cristiandad será la época humanista teocéntrica. En donde
se ve que el progreso es una realidad.” (Párrafo tomado del Mito de la Nueva Cristiandad, de
Leopoldo Eulogio Palacios). Se la titula mito, porque es imposible supeditar los valores eternos e inmutables del
cristianismo, al humanismo cambiante, según la voluntad humana de la época,
para conseguir un equilibrio o relación democrática acorde con el populismo.
Sin embargo, las praxis de Monseñor Romero fueron, en ese sentido, conciliar la
practica revolucionaria, con los valores católicos, lo cual deja su imagen en
el campo político y no, en el religioso, pues si se le rinde veneración, no es
por la santidad de su vida, sino por su actuación y discursos políticos y, son
éstos, los que han movido a dar su nombre a los monumentos públicos, sin que
haya habido para tal nominación una consulta popular o este de acuerdo con la
conciencia nacional, sino más bien, pretende de este modo imponérsela, para justificar
una ideología política.
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