Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
San Salvador, 14
de septiembre de 2014.
Siendo que el uso de la
fuerza del Estado ya sea en el ámbito interno como en el externo, obedece al
mismo criterio, podemos observar que hoy, los países socialistas
latinoamericanos, siguen todos la misma pauta, sin atención a la realidad
nacional o más bien sin atención a las necesidades internas ni a las exigencias
debidas a amenazas internacionales: actúan en una lógica y visión propia de la
Guerra Fría, aplicada a un mundo multipolar, que a largo plazo, tendrán catastróficas
consecuencias para sus respectivos países.
Veamos primero como se
ve en el ámbito internacional el uso de la fuerza de otros Estados en defensa
de sus intereses: en la publicación cubana, CUBADEBATE el 8/9/2014, leemos un
artículo de Mark Weisbrot, (Co-director del Centro para la Investigación
Económica y Política (CEPR) en Washington D.C.) este artículo fue publicado originalmente en
ULTIMAS NOTICIAS, de Venezuela el día 7/9/2014; planteando lo siguiente: “Resulta
interesante cómo muchos de aquellos comentaristas que son raudos a la hora de
criticar los gobiernos “populistas” de América Latina por eludir los mandatos
de sus propias constituciones (o incluso por crear nuevas constituciones
mediante procesos democráticos) no aplican los mismos estándares a los Estados
Unidos. ¿Qué mandato constitucional será más importante que aquél destinado a
proteger al pueblo de que sus gobernantes lo envíen a morir en guerras
innecesarias?”
Esta crítica directa al
uso de la fuerza de cuarenta países, liderados por los Estados Unidos, contra
el Estado Islámico, no sólo se basa en cuestiones meramente emocionales o del
momento político interno, sino también en una concepción del Estado muy
particular: visión del Estado, según la concepción marxista, que la expone muy
claramente el español Agustín Guillamón, editor de “Balance. Cuadernos de historia”, diciendo: “El Estado, en la sociedad
capitalista, convierte la soberanía en un monopolio: el Estado es el único
poder político de un determinado territorio. El Estado detenta el
monopolio del poder político, y en consecuencia pretende el monopolio de la
violencia, la definición de legalidad y la administración de la justicia. Cualquier
desafío a ese monopolio de la violencia se considera como delincuencia, y
atenta contra las leyes y el orden capitalistas, y por lo tanto es perseguido,
castigado y aniquilado”.
La argumentación,
arriba expuesta, sirve en su ámbito externo, para justificar el apoyo a grupos terroristas como
Hamas, aunándolo con el sentimentalismo hacia el “débil”, aunque éste sea el
agresor, pues luchan contra un Estado que es sustentado por el
“capitalismo”, el cual, no es otra cosa,
que el sistema de libertad económico internacional que es visto como una
amenaza global. Esta argumentación sirve también para ser aplicada hacia el
interior de los Estados Latinoamericanos que se proclaman Socialistas del siglo
XXI y también para apoyar criterios no
intervencionistas en el Oriente Medio, como el sustentado por el Prof. y
Dr. Iraní, Mohssen Massarra, (ex
profesor de política y economía en la Facultad de Ciencias Sociales de
la Universidad de Osnabrück, con un enfoque de investigación sobre
Oriente Medio y Próximo), que explica: el Estado Islámico es una creación de
los Estados Unidos para justificar su presencia militar en el área, para la
preservación de sus intereses directos, según lo expone en un artículo titulado
: “La ficción de la lucha contra el
Estado Islámico: una entidad creada por EEUU”, y publicado por “TERCERA Información”, el día 11/9/2014,
publicado originalmente, en
NachDenkSeiten: Die kritische Website (Alemania), 29/8/ 2014.
Analicemos el fenómeno
del uso de la fuerza, en el ámbito interno; comprobamos que éste se manifiesta
siempre bajo la misma argumentación, pero además, justificado por el “sentir popular”, el cual se manifiesta
en grupos sociales paralelos a los admitidos por la misma legalidad, y es así,
como se ha procedido a las confiscaciones en Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia,
hasta llegar al uso directo de la fuerza sobre su propia población opositora, tal como ha
sucedido en Venezuela.
Este uso de la fuerza
en lo interior, se ha iniciado siempre mediante propuestas de ley de participación ciudadana
en la gestión pública, con lo cual pretenden que la población desempeñe un
papel determinante en la construcción de políticas públicas, pero en realidad
es la manipulación de la misma.
Actualmente se ha dado
esta propuesta ya en El Salvador, por el “Grupo Gestor”, tal fue elaborada por
el actual Secretario de Participación Ciudadana del Gobierno de Salvador
Sánchez Cerén, el economista uruguayo Marcos Rodríguez (nacionalizado sueco y veterano de las insurgencias: uruguaya,
argentina y del FMLN en Chalatenango) y quien además es uno de los gestores de
la pasada campaña del FMLN, que lidero el movimiento fantasma “El Salvador
Adelante” y fue defensor de la Teología de la Liberación y en
ésta última relación se débese su ingreso a El Salvador como guerrillero.
El uso de la fuerza de
un Estado en lo exterior, es para defender sus intereses nacionales, y en lo interior, para que prevalezca el bienestar
de sus ciudadanos en una armonía perfecta del ejercicio de la fuerza en el
ámbito internacional, expresadas en las amenazas directas al Estado. Más, los
países Socialistas del Siglo XXI, sólo ven sus intereses directos, contra
enemigos ideológicos inexistentes, ya sea en el exterior o en el interior. La pregunta
clave para entender su proceder, no es ¿Quiénes son tus aliados?, sino ¿Cómo te
defines? A partir de la respuesta, todo
el que no es igual, será considerado un enemigo. El problema de estos países,
es que se están alejando de los Estados que han sido respetuosos de los procederes
internos de cada uno, sin importar su sesgo ideológico, siempre que permitan el
libre comercio y las libertades propias de este sistema de creación de
bienestar mundial.
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