Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCIÓN http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 8 de mayo de 2015.
El Consejo Noruego para
los Refugiados informa que hay en nuestro país, 289,000 personas refugiadas,
como resultado de la persecución de las pandillas; representa este número, 1/5
de la población salvadoreña, sin embargo, mientras esto sucede, en San Salvador
hay una sensación de bonanza y
tranquilidad, no obstante la coexistencia de estas dos sociedades en un
territorio mínimo de apenas 20,000 kms2, será a muy breve plazo, insostenible,
condición que marca la inviabilidad del país.
Advierte el mismo
informe, que existen por iguales causas,
261,000 refugiados, en Guatemala (108,890 Km2) y en Honduras (112,090 Km2). La
existencia de tal número de refugiados, en un espacio territorial once veces
más extenso que el de El Salvador, aunque no reduce el drama humano, permite un área de expansión y contención del
mismo, difiriendo sus consecuencias sociales, pero en un pequeño territorio como
el de El Salvador, plantea un deterioro acelerado de sus condiciones socio - económicas.
Es imposible que un
refugiado, aún en su propio país, esté en condiciones apropiadas para formar parte del
aparato productivo, pues aunque lograse realizar algún trabajo, éste sería informal
y siempre insuficiente para la satisfacción de las necesidades familiares, por
lo que, por la simple lógica de solidaridad humana, consumirá los recursos
enviados por remesas o el de sus otros familiares que todavía estén en el
territorio nacional, bajo el supuesto que no se sumará, por razones de supervivencia,
a las maras. La actividad económica formal y lícita, está sosteniendo a las
maras, a los refugiados, al Estado y a sí mismo, lo cual es insostenible y no
necesita análisis económicos detallados para comprenderlo.
La realidad que se vive
actualmente es muy parecida a la que se vivió durante el pasado conflicto armado,
pero hay cuatro diferencias fundamentales:
los Estados Unidos y Europa tenían interés de que el Gobierno de El Salvador subsistiese,
por lo cual era éste mantenido artificialmente, por medio de la ayuda económica,
militar y Diplomática, además del
esfuerzo directo y eficaz de la Fuerza Armada: situaciones que ahora, no existen.
La pregunta no es ya
¿cómo se resolverá este problema?, pues el Gobierno ha dado ya su respuesta:
negando de la magnitud y las causas del problema y asegurando medidas populistas. Sin embargo,
podemos preguntarnos ¿Cuándo se dará el colapso?; pues por ahora, toda nuestra
economía se basa en servicios y el capital que la sustenta es extranjero; basta
ver la estructuración de crédito de la banca, para apreciar la realidad
nacional: primero, el consumo, luego vivienda y, por último, el comercio y la industria, esto último, permite apreciar la fragilidad económica
del país, pues que su única fuente de ingresos, fuera del área centroamericana,
son la industria metal mecánica y las remesas familiares.
Es incansable y
persistente la lucha del FMLN contra la empresa privada, para el
desaparecimiento de la misma, a la que se acusa de ser causa de todos los males de este país; basta
escuchar a Radio Maya Visión, y a las radios comunitarias existentes (originarias
de las radios insurgentes del conflicto armado) para comprender el peligroso
futuro del país, y cuan inevitable será una emigración masiva hacia Guatemala, en su
ruta hacia los Estados Unidos.
El tiempo de
implementar planes de prevención o de realizar acciones dilatorias con la PNC y
la Fuerza Armada, ha pasado y, si comparamos la capacidad de defensa del Estado
durante el conflicto armado, con la que hoy posee, vemos que ésta es mínima. La Fuerza Armada,
llego a tener hasta 63,000 hombres, apoyados por 150,000 Defensas Civiles,
mientras que ahora carecemos de dicha fuerza y además, justificamos el acto genocida
del marero, con el sofisma de que sus
acciones, son el resultado de la exclusión social y la mala distribución de la
riqueza.
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