Con el Referéndum de
Cataluña, el 1° de octubre, se culminaron treinta y nueve años de propaganda, exaltando
el separatismo catalán fomentado desde la autonomía catalana; permitida y
favorecida por la necesidad de gobernabilidad, según las necesidades
electorales de PSOE y el PP.
La autonomía catalana
creó una cultura independentista, inexistente en la historia de Cataluña, la
cual al ser difundida por los medios de
comunicación autonómicos y el sistema educativo catalán, inculcaron una conciencia
regional – nacionalista, en la presente generación, en substitución de la conciencia nacional española
tradicional, fomentada luego de la guerra civil. En este sentido, la nueva conciencia tiene
como germen el rechazo a la unidad franquista,
moviendo hacia el lado opuesto, el
espectro de opinión política.
La secesión de Cataluña
inspirada por el separatismo, no ha
resistido la realidad política española: la unidad hispánica; basada en su diversidad histórica interna y,
las necesidades de cohesión dentro de la geopolítica de Europa, con una
estructura institucional fuerte y democrática. La pretensión de internacionalización del
conflicto catalán, en perjuicio de los intereses Españoles, muestra la incomprensión de la realidad
Europea presente, como resultado de la
alienación separatista.
Ahora, la comunicación
separatista está siendo enfocada en la
victimización de los líderes catalanes encarcelados luego del restablecimiento del
Estado de Derecho en Cataluña, y que pretenden correr ahora, en las nuevas elecciones
autonómicas. La aplicación del Derecho se está apreciando como el uso arbitrario
de la fuerza, y no como el fiel cumplimiento de los preceptos legales.
Para evitar la
propaganda negativa en tal sentido,
algunos piensan que la gobernabilidad exige tolerancia, y no descargar
responsabilidades penales sobre los funcionarios separatistas, sin embargo, de
hacerse así y, no aplicar el marco
legal, éste se volvería discrecional y la discrecionalidad fuera del marco
legal, traería la ilegitimidad al restablecimiento del orden.
Sin embargo, la sola
aplicación de la ley, hoy ya no es
políticamente suficiente, pues en el esquema de lucha política presente, toda acción política legítima, tiene que ser
justificada pública y
permanentemente, por el tiempo en que persista la idea de legitimidad del acto ilegal, pues
de lo contrario, el rompimiento del Derecho será tomado en el futuro, como un
acto legítimo por el sólo efecto de la comunicación sobre las nuevas generaciones. Algunos de estos
efectos ya los estamos apreciando en el caso Cataluña.
Como ejemplo de este
efecto, se puede citar el caso de Carlos Marighella, que desde 1934 hasta 1969,
por medio de la subversión, busco la instauración del comunismo en Brasil, y
conforme a su “Manual del Guerrillero
Urbano”, instauró el secuestro y asesinato como método de lucha. Luego de su
muerte, los intelectuales franceses iniciaron un movimiento comunicacional en
su favor, hasta que se logró que en
1996, por Sentencia, se reconociera que
su muerte fue una ejecución extrajudicial al momento de su captura. Y con
posterioridad, el Estado brasileño tuvo
que pagar pensión vitalicia a su viuda.
Los militares
salvadoreños que cumplieron su misión constitucional y mantuvieron la
integridad territorial, hoy son juzgados
en Estados Unidos, España y El Salvador,
todo debido a que sus acciones
legítimas y constitucionales, hoy son
valoradas como ilegales. Se consideró que el fiel cumplimiento de la ley era
suficiente para justificar sus acciones,
y se juzgó innecesario una campaña comunicacional para contrarrestar la
deformación de la realidad que ha creado una nueva verdad.
Si no se explica y se
desvirtúa el separatismo inculcado en casi cuarenta años de comunicación
separatista, el efecto independentista catalán, será una nueva amenaza a las
políticas española y europea. Los hoy presos comunes, podrían regresar como héroes políticos.
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