Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Un Presidente cuyos opositores identificanle con el payaso
Cepillín y, quienes le apoyan, con la figura “más cool”, propia, de una
estrella pop y que, se comporta con la megalomanía de un dictador; un sistema
de partidos políticos, cuyos miembros sólo buscan su bienestar económico y
finalmente, una población apática, con aversión a la política, pero que sí
quiere cambios políticos, demuestran sólo, un colapso del sistema.
La recién aprobada Ley de Reconciliación, cuya
vigencia, es incierta, ante un posible veto presidencial, implica el
reconocimiento expreso de que, el alzamiento armado que dio origen al
conflicto, fue un acto lícito y que, quienes actuaron ilícitamente, fueron los que
defendieron la institucionalidad nacional, en apego a la Constitución. Aunque las penas que se impondrán por hechos
sucedidos hace por lo menos 40 años, sean reducidas a una fracción de la misma,
carecen de sentido, si sus sentencias son de 100, 200 o más años, sobre todo,
ante el hecho de que la edad actual de los acusados, es de entre 75 a 85 años. Esto es colapso del sistema.
Los intentos de la Sala de lo Constitucional, de
romper con las cúpulas partidarias autocráticas, ha generado partidos sin
identidad ideológica, centrados en “la industria partidaria”, en lo que cada partido pueda generar de
ingresos o, de poder personal para sus dirigentes y afiliados, creándose una
estructura excluyente socialmente y, dependiente de las redes locales creadas y
sostenidas por sus diputados y alcaldes, hasta el grado de controlar el
partido, desde su puesto en el Gobierno y, negociar su influencia. Esto es
colapso del sistema.
Una Fuerza Armada cuya cohesión depende de que se le
explique que un fallido Golpe de Estado, sí fue legal, y que grupos pidan la
disolución de la Fuerza Armada, por acciones no atribuibles a ella, sino a un
dictador, implica una total falta de comprensión de la función social que esta
tiene y, de su rol actual en la sociedad. Y si sus miembros en misiones de
seguridad, deben cubrirse el rostro, mientras que la delincuencia si lo muestra.
Esto es el colapso del sistema.
Que un salvadoreño no pueda transitar libremente por
las calles de nuestro país y que el respeto de su propiedad dependa de la
capacidad que posea de pagar al delincuente o a la seguridad privada. Es el
colapso del sistema.
Que salvadoreños tengan que salir a la calle a
mendigar para comprar sus medicinas y que tengan que abstenerse de realizar un
trabajo dental, para poder comer, mientras que el perro del Presidente, es
llevado al veterinario, en una caravana de carros y escolta armada, pagado todo
con fondos públicos y, no generar alarma social. Es colapso del sistema.
Si la sociedad civil, gremiales y sindicatos no hiciesen
demostración sobre la inconformidad del colapso del sistema, implicaría que el
país ha entrado en descomposición social generalizada y, si la hiciesen, que
estamos entrando en una nueva etapa y, que nos queremos alejar de la
manipulación partidaria y de lo que pretende, el actual Presidente, quien, ante
la pasividad ciudadana y, hastío sobre la clase política, pretende convertirse
en un dictadorzuelo.
Sólo la acción ciudadana puede enviar el mensaje de
unidad nacional que necesitamos, para recuperar la institucionalidad nacional.
En la actualidad, hay muchas organizaciones sociales que luchan por “sus reivindicaciones”,
pero sus agendas son producto de nuestro pasado conflicto armado y, se lucran
de ello, por eso es necesario la verdadera participación ciudadana, cuyo único
objetivo es beneficiarse de la estabilidad que da un sistema en forma y que
permite que cada ciudadano, pueda desarrollarse convenientemente dentro de la
sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario