Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
¿Qué está pasando? El gobierno asegura que los
homicidios han disminuido, pero las extorsiones, al igual que los otros delitos,
son cada vez más numerosas.
A poco más de 20 años de pandillas, el salvadoreño ha
terminado por aceptar su existencia, como enfermedad incurable del cuerpo social.
Por otra parte, por su capacidad de control territorial, que los políticos necesitan,
las pandillas han sido introducidas en el juego político ordinario, de tal
manera, que ha habido una enseñanza y acomodo mutuo, en un total rompimiento
con el Estado de Derecho, pero que, no obstante, es el Ser cotidiano.
Las pandillas han aprendido que, mediante el control
territorial, pueden ingresar a la política y satisfacer las necesidades del
crimen organizado transnacional. Las posiciones ideológicas de izquierda y, la
tolerancia política de la derecha, han favorecido el fortalecimiento de este
dominio territorial.
Si en época de los dos últimos Gobiernos de ARENA, el
control territorial de las maras hubiese sido evitado y controlado, no
estaríamos en la situación actual, pero eso hubiese implicado, una “represión
social”, que hubiese explotado electoralmente, el FMLN. Luego éste al llegar al
poder, vio en las maras, un segmento social “excluido” que podría aprovechar
electoralmente, sí se le daba un ser político de “marginación o, excluido
social”, lo que terminó consolidando las pandillas, como un poder autónomo, en
clara disputa con la soberanía nacional.
El presente Gobierno, no necesita de las pandillas directamente,
pero sí, de sus efectos, aprovechando el temor que despiertan y, conseguir los
fondos necesarios para sus proyectos particulares. El despliegue de seguridad,
no rinde los frutos esperados, pues se basa en la presencia, en algunas partes
del territorio y, a no ser que haya una confrontación directa con la tropa, la presencia
de ésta, carece de sentido, a no ser el propagandístico, pues el crimen
organizado se mueve en las sombras y ejerce así, todo su poder: posee todas las características de la guerra
asimétrica o insurreccional.
Es notorio que la Fuerza Armada y la PNC, patrullen
con el rostro cubierto y en algunos casos, sin las insignias de su unidad, para
no ser identificados, mientras que, todo el mundo conoce al “palabrero” del
barrio y a quien cobra la extorsión (renta), pero nadie denuncia, pues su
cuerpo desaparecería y archivada su denuncia.
Hay ya, una aceptación generalizada del poder de la
mara, por lo que las oposiciones de los particulares han cesado y hay menos
homicidios, lo mismo sucede con las pandillas entre sí, pues luego de 20 años,
sus territorios se han estabilizado y el objetivo es sólo la explotación de su
territorio, no la confrontación y por eso, hay baja en los homicidios.
Todo indica que, los planes de seguridad, van
enfocados hacia un proceso electoral, pues la seguridad, debería enfocarse, en
la inteligencia policial, luego en su ejecución, en la que tendrían que estar
involucrados, los órganos que componen el Ministerio Público y el sistema
judicial, todo en armonía.
La compra de barcos, son necesarios ante las
pretensiones hondureñas sobre aguas territoriales nuestras y el narcotráfico,
pero su adquisición está envuelta en negociaciones nada claras que, hacen
presuponer corrupción, como la que se acaba de descubrir con los helicópteros
arrendados a la ONU.
El presente Gobierno pretende combatir los efectos del
dominio territorial del crimen organizado, con publicidad y distractores
políticos, pero en realidad, el dominio de las maras sobre el territorio, es
cada vez mayor y, da al salvadoreño, la opción de: someterse en su libertad y
bienes o, emigrar a otro país. En ese contexto, el Tercer País Seguro es pura
ilusión política.
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