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sábado, 29 de febrero de 2020

LO QUE DEBEMOS SOPORTAR LOS SALVADOREÑOS



Por      
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra


¿Qué está pasando? El gobierno asegura que los homicidios han disminuido, pero las extorsiones, al igual que los otros delitos, son cada vez más numerosas.

A poco más de 20 años de pandillas, el salvadoreño ha terminado por aceptar su existencia, como enfermedad incurable del cuerpo social. Por otra parte, por su capacidad de control territorial, que los políticos necesitan, las pandillas han sido introducidas en el juego político ordinario, de tal manera, que ha habido una enseñanza y acomodo mutuo, en un total rompimiento con el Estado de Derecho, pero que, no obstante, es el Ser cotidiano.

Las pandillas han aprendido que, mediante el control territorial, pueden ingresar a la política y satisfacer las necesidades del crimen organizado transnacional. Las posiciones ideológicas de izquierda y, la tolerancia política de la derecha, han favorecido el fortalecimiento de este dominio territorial.

Si en época de los dos últimos Gobiernos de ARENA, el control territorial de las maras hubiese sido evitado y controlado, no estaríamos en la situación actual, pero eso hubiese implicado, una “represión social”, que hubiese explotado electoralmente, el FMLN. Luego éste al llegar al poder, vio en las maras, un segmento social “excluido” que podría aprovechar electoralmente, sí se le daba un ser político de “marginación o, excluido social”, lo que terminó consolidando las pandillas, como un poder autónomo, en clara disputa con la soberanía nacional.

El presente Gobierno, no necesita de las pandillas directamente, pero sí, de sus efectos, aprovechando el temor que despiertan y, conseguir los fondos necesarios para sus proyectos particulares. El despliegue de seguridad, no rinde los frutos esperados, pues se basa en la presencia, en algunas partes del territorio y, a no ser que haya una confrontación directa con la tropa, la presencia de ésta, carece de sentido, a no ser el propagandístico, pues el crimen organizado se mueve en las sombras y ejerce así, todo su poder:  posee todas las características de la guerra asimétrica o insurreccional.

Es notorio que la Fuerza Armada y la PNC, patrullen con el rostro cubierto y en algunos casos, sin las insignias de su unidad, para no ser identificados, mientras que, todo el mundo conoce al “palabrero” del barrio y a quien cobra la extorsión (renta), pero nadie denuncia, pues su cuerpo desaparecería y archivada su denuncia.

Hay ya, una aceptación generalizada del poder de la mara, por lo que las oposiciones de los particulares han cesado y hay menos homicidios, lo mismo sucede con las pandillas entre sí, pues luego de 20 años, sus territorios se han estabilizado y el objetivo es sólo la explotación de su territorio, no la confrontación y por eso, hay baja en los homicidios.

Todo indica que, los planes de seguridad, van enfocados hacia un proceso electoral, pues la seguridad, debería enfocarse, en la inteligencia policial, luego en su ejecución, en la que tendrían que estar involucrados, los órganos que componen el Ministerio Público y el sistema judicial, todo en armonía.

La compra de barcos, son necesarios ante las pretensiones hondureñas sobre aguas territoriales nuestras y el narcotráfico, pero su adquisición está envuelta en negociaciones nada claras que, hacen presuponer corrupción, como la que se acaba de descubrir con los helicópteros arrendados a la ONU.  

El presente Gobierno pretende combatir los efectos del dominio territorial del crimen organizado, con publicidad y distractores políticos, pero en realidad, el dominio de las maras sobre el territorio, es cada vez mayor y, da al salvadoreño, la opción de: someterse en su libertad y bienes o, emigrar a otro país. En ese contexto, el Tercer País Seguro es pura ilusión política.

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