Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
Las medidas económicas impuestas por el gobierno, represivas
de la libertad, afectan peligrosamente a los particulares, quienes deben seguir
pagando los impuestos y, dicha obligación, sumada a las restricciones de
movilidad, contratación, asociación, expresión y suspensión del proceso
electoral, implica un cambio en el sistema político, económico y social, de
insospechados, peligrosos efectos
La Humanidad enfrentó la peste negra (1347 a 1353),
que mató a 25 millones de personas (1/3 de la población), al cocoliste en México
(1576) y otras pandemias en Latinoamérica (siglo XVIII), que mato a la mayoría
de la población indígena y, la gripe española (1918 a 1920), que mató entre 30
a 40 millones, por lo que no es de extrañar la presente pandemia. La actual
peste, conlleva el mismo peligro que las históricas, pero con tres diferencias:
la primera, la concepción sobre la persona humana, segundo, la interdependencia
global y local y, tercero, los avances tecnológicos modernos.
Las pandemias históricas, se consideraron producto de
la naturaleza o, de la voluntad de Dios. Por el presente avance tecnológico, se
conoce la enfermedad de modo científico y se busca su curación, por medios
humanos y tecnológicos; lo cual, afecta la interdependencia global y local,
poniendo en peligro la existencia de la comunidad global, que se relaciona por
medio del mercantilismo.
Las medidas económicas, tomadas por el Gobierno en
esta situación, han descargado la responsabilidad sobre los particulares,
afirmando que el Estado, no puede asumirla por sí solo: considera que su
prioridad, es la preservación de cada vida humana, por sobre la generalidad
social, ha sido razón que obligue con disposiciones formales de restricción deambulatorio, económica
y, de contratación: cuyos efectos serán confiscatorios o de reparto de la
riqueza (quita al que legalmente posee, para darlo al que supone, lo necesita)
El obligar a pagar salarios, congelar alquileres,
equivale a un subsidio dado por el Estado, pero a costa de los particulares.
Tomar fondos del Seguro Social o de las AFP, equivale a redistribuir la
riqueza.
Estados Unidos, Italia y España, son economías
fuertes, que han sido golpeados por la pandemia, pero no han parado sus
economías, su producción está funcionando en modo de guerra (aplicando
principios de Carl von Clausewitz) para combatir la pandemia, aunque han
detenido la de servicios. Esta es la razón por la que, en las pandemias antes
mencionadas, hubo una recuperación pronta y mantuvieronse las rutas de
comercio.
En la actualidad, el problema es que están amenazando
quebrarse esas rutas, tanto global como localmente, afectando particularmente,
a sociedades basadas en el servicio y consumo del exterior. Nuestro equilibrio económico
actual, es debido a las remesas provenientes de los Estados Unidos, pero si hay
recesión en ese país y nuestra mano de obra, está en los sectores deprimidos,
las remesas tendrán que disminuir.
La oferta de ayuda a 1.5 millones de salvadoreños que
no poseen un salario, podría ser un alivio, pero el congelamiento de
alquileres, traslada ese costo hacia la clase media, que es la que, desde su
formalidad, es base de la banca y, los que generan el empleo formal. Las
grandes empresas transnacionales, que son dueñas de la telefonía electricidad y
banca, tendrán que soportar un peso económico muy grande que puede provocarles
iliquidez, afectando el mantenimiento de los servicios que prestan y, corren el
riesgo de sufrir una expropiación si se oponen.
Muchas personas que apoyan las medidas del Gobierno,
por considerar que éste les ha preservado la vida, tendrán que sufrir las
consecuencias económicas de tales medidas, sin que sepamos realmente, cuando
podrá superarse esta crisis, que amenaza la estabilidad nacional y su orden
jurídico.
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